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jueves, 4 de diciembre de 2014

9ª Jornada/VIII año: Miércoles, 3 de diciembre de 2014


registrados en un archivo sonoro...


La tarde de San Francisco Javier (con chocolates de por medio, gracias Boss), siempre diferente y siempre la misma, siempre bajo el nivel del suelo y siempre en buena compañía, nos dejaba ecos que puedan seguramente durar para siempre, pues están registrados en un archivo sonoro que se conservará por muchos años si una debacle tecnológico no lo impide.

Empezamos escuchando a María Juristo, que nos lee un cuento de terror antinavideño: “Trece de diciembre, un año más llegaron las fechas en las que hay que celebrar la Navidad, y un año más también...” Nos lee María una historia de falsos amigos, de amenazas y de suspenso. El personaje principal recibe una carta en la que le desean una feliz obituidad, que esas serían sus últimas navidades. Hubo también un accidente pero la amenazada resultó ilesa, sin embargo resultó que la que la traicionaba era su mejor amiga: era un veintitrés de diciembre del año en curso. Nos resultó una historia entretenida e interesante, a la que también se le habían sugerido algunos cambios con respecto al orden de los acontecimientos, pero en definitiva una historia antinavideña entretenida y probablemente necesaria para equilibrar el azúcar en sangre del año que termina. También nos lee un poema titulado “Como” que entre otros versos decía: “como el vino entreabriendo la dulzura de tu boca/ como la onda que se expande y revienta contra el frío/ […] como si todo fuera de agua leve/ como súbito lecho en la roca somnolienta/ […] todo eso se asemeja a la vida, todo eso.” Así la poesía de María Juristo, así el ritmo de la tarde.

Continuamos escuchando a Paco Fenoy que nos lee un poema escrito en 2002, un poema que no nos sabe si definir como cáustico o sarcástico, un intento quizás de prosa poética según el mismo explica. El poema se llama Los Agnósticos: “la luz de los agnósticos queda opaca por fuegos entre frondosos árboles/ […] no atisban que las ideas fuera de la materia/ sólo la asisten en su espacio de remilgos cómicos/ […] No sólo en teología resalta como cántaros vacíos,/ tales sujetos son parte del tablero de la vida,/ fatuos que se vienen y se van/ […] Así lo dejo en la foto, a modo de gusano, revueltos en letrinas./ La ignorancia y la ciencia siempre han estado en lucha/ y la ciencia siempre a vencido a esa clase de oportunistas.” Un poema que no dejó indiferente a los presentes, pero que no lo consideraron cáustico, mas sí crítico, como es común en su autor. También nos leyó un poema titulado Los políticos: “En el presente,/ el mundo es de los grandes gánsteres y de las grandes compañías,/ narcotráfico, bancos y derivados./ […] ejemplo de oficina primera, la muestra de políticos/ […] sujetos podridos, vanos, sumisos y felices/ […] los Reagan, los Bush, los Aznar, los Zapatero./ […] Asesinan a un niño cada tres segundos/ a través de sus estómagos vacíos./ […] se muestran al grito alto, ronco: maricones los últimos./ Estos gregarios,/ ávidos como ríos oscuros/ es la peste física que soporta una ciudadanía/ en el ciclo final de su modo de vida.” Está sí es una crítica feroz, sin duda alguna. Poema con construcciones complejas y muy interesantes, aunque quizás con necesidad de algunos arreglos. He de decir que después de escucharlo más detenidamente creo que no resulta tan confuso ni tan difícil como cuando lo oímos por primera vez, está bastante bien y este sí es un poema hiriente.

Isabel Morión nos contó que en otra tertulia a la que asiste, y en la que se hablaría de poesía, leería algunas citas sobre la poesía, entre ellas éstas: “La verdadera vida, la vida por fin esclarecida, la plenamente vivida, es la Literatura. Sin ella no existiría el erotismo, sin ella todo sería mucho más pobre. - Marcel Proust.”; “Un poeta es una lira puesta al viento donde el poeta canta. - José Martí.”; “La poesía arrima esa luz a la conciencia. - Luis Rosales.”. Además también leerá a Miguel Hernández, un poeta al que admira y quiere mucho. Se trata de El sudor: “Entregad al trabajo, compañeros, las frentes:/ que el sudor, con su espada de sabrosos cristales,/ con sus lentos diluvios, os hará transparentes,/ venturosos, iguales.” Qué decir de Miguel Hernández, bendito sea.

En mi turno de lectura os leí Cotizante, que decía entre otras cosas: “Camina como un pozo,/ llora como un pozo,/ se desangra en sus estrechos laberintos circulares./ […] lejos del oleaje de espumas y ceniza/ sueña con la luz/ que habita el hielo,// con la luz que no es del día,// mientras sus alas/ pesadas, intactas, perfectas,/ ay... ¡Tan lejos, tan lejos del abismo!”. Me han comentado ya más de una vez que he de mejorar mi oratoria, dentro y fuera de la tertulia, y no ha caído en saco roto tal consejo, sobre todo el de vocalizar mejor. Espero pues aplicarlo en el futuro.

Escuchamos a continuación a Juan Manuel, que nos lee un poema titulado Laberintos: “En esta cerrada situación,/ en la inmensidad de esta noche sin escapes posibles/ […] tortuosos caminos que conducen al punto de partida/ […] Cuando sobre el sucio mostrador/ el vaso se derrama como un grito/ desgarrador lanzado por mil multitudes,/ como un grito brutal y sin piedad/ arrojado contra una constelación de ciegos volcanes/ […] en esta cerrada situación/ llena de calles sin salida.” Resulta un poema muy vertiginoso y visual, un poema fuerte y en ocasiones como lo que busca, como un grito.

Cinta nos lee su poema titulado Toro, que decía: “Te cantaron ayer,/ verdugo te llamaron,/ pero viene el hombre/ arrojado a su saña./ […] no ve tu nobleza/ de bruto en la dehesa/ […] ve el sanguinario sayón/ rompiendo carne./ […] sea tu amante la luna/ […] sea tu sombra soberbia/ y no un canto del final./ […] y las espadas solas/ envainadas en tierra.” Es un poema al toro, un bello y armonioso romance, y muy visual, incluso cinematográfico. Por cierto, descubrimos también que Cinta es Acuario, pero Leonina.

Amelia Peco nos ha leído los versos de un libro que estaba recién terminado, la historia de una prostituta que se enamora de un cliente, y que algunos de los poemas de ese poemario ya se habían leído anteriormente en la tertulia. Se titula La Ninfa de los Páramos, y estos son algunos de los versos que escuchamos: “A veces me detengo en sus ausencias/ sentada sobre el suelo del salón, y espero,/ espero que anochezca para verle,/ y siempre se aproxima al centro de mí misma/ y entra/ por la huella imprecisa de mis dedos. […] Vivimos en los páramos/ de esta corriente yerma que él dibuja/ […] es esto lo que tengo,/ un cúmulo de pies que se aproxima/ de vez en cuando a mí,/ para adherirse/ a la metamorfosis de mi aliento.// Y es poco.” Esperemos pues a verla publicada, terminar un libro siempre cuesta tiempo y esfuerzo, y en el caso de Amelia son siete años los que ha tardado según nos contó esa tarde. El amor y el sexo, el tacto de las emociones, materia que hace aquellos esos versos. Por cierto, también baraja la posibilidad de llamar al poemario Mi Amante es una Araña, ya nos contará.

Aunque David no nos ha leído nada escrito de su puño y letra, si nos contó una anécdota curiosa “para que veáis lo terrible que es leer”, según dijo. Resulta que tuvo que visitar al dentista en esos días, y en la consulta del dentista aprovechaba los tiempos de espera para leer. El dentista observo este extraño comportamiento en estos tiempos que corren, le preguntó si le gustaba leer. David por supuesto contestó que sí, que le gustaba leer. Pues espérate, que te voy a dar una cosa, -le dijo el dentista a nuestro contertulio- a ver si lees esto. Resultó ser una especie de manifiesto sobre una religión, que según le afirmaba iba más allá de la religión. Ahora tenía que decirle cuando lo vuelva a ver qué le parecía. Afirma David que si le hubiera dicho que no lee no hubiera estado en esa tesitura. Cosas de lectores, pero en fin, inevitable. Dentistas y más gente de letras, ya se sabe.

Rocío nos trae un texto reescrito, reformado, que se llama El escritor de historias que empezaban por el final: “Como tenía miedo de no terminarlos, todos los cuadernos los empezaba por la última página. […] y siempre me pedía que los empezara yo. […] Luego me traía los libros […] para que se los regalara a los clientes de la tienda que me cayeran bien. No sé que me llevó a hacerle caso la primera vez. […] Cada vez que alguien sonriese sin venir a cuento, que buscara una historia... […] yo le regalaba uno de esos cuadernos con las vueltas de su compra. […] Pasaron meses, pasaron años, y mi escritor de historias que empezaban por el final no dejaba de traerme uno de esos cuadernos […] Hasta el día en que no llegó. […] Con su repentina ausencia caí en la cuenta de que yo apenas sabía nada de él. Sin embargo le sentía formando parte de mi vida. […] Algo debía haber pasado. […] Me castigué con mil reproches por las preguntas que nunca hice, por no haber intimado más. […] Muchos clientes me han preguntado por sus cuadernos, con la intriga de no saber porqué desaparecieron de la noche a la mañana. […] Lo cierto es que le hecho de menos, hay que ver lo que le hecho de menos. […] A la vuelta de dos o tres días me llegó un paquete delgado pero muy bien envuelto, acompañado de una nota: “Él nunca dijo qué hacía con sus cuadernos, con esos cuadernos que como tenía miedo de no terminar empezaba siempre por la última página. […] Por eso escribía cuentos, para vivir otras vidas. […] Uno de sus últimos días me habló de usted, y me dijo que por fin había encontrado a la persona que mejor hacía los principios de cuentos, y que por eso siempre le dejaba la primera frase para que usted los comenzara. […] Usted le gustaba precisamente por eso. En los principios hay ilusión, esperanzas, mil promesas que cumplir. […] Deje que le regale el cuaderno que dejó a medias, es mi modo de darle las gracias.” Tras leer la nota. […] sentándome en la mesa del fondo de la librería, donde acostumbraba hacer las cuentas, lo dispuse frente a mi. […] Y obligándome a sonreír inventé unos de mis principios, […] un principio que decía: “Como tenía miedo de no terminarlos, todos los cuadernos los empezaba por la última página”. Precioso, redondo, absorbente, y muy sentimental. Un buen cuento y en el que seguramente (intuyo) ese tiempo de reposo antes de corregirlo nuevamente a ayudado a que ciertas palabras, cierta musicalidad, cierta melancolía, cristalizase y mejorase sus contornos. Una muy bonita historia, y muy bien reformada.

Nos recuerda también Federico Monroy que era también el día de las personas con discapacidad, y nos lee un poema suyo inspirado en la discapacidad auditiva. El libro al cual pertenece ese poema empieza con un Tríptico para un Encuentro Inesperado, y que llevaba algunos de estos versos: “Buscar la herida como se busca una toronja/ […] Más duro que morderse en uno mismo/ me parece más ancha la voz del que soy./ Y si a través de esa herida le dieran/ la esquina de un parque a estos ojos,/ tú ¿qué mimo serías? […] Dicen que en el mar de Célebe/ pronuncia las últimas sílabas/ la diosa Eco. […] Como el mar presume una tierra/ y otro oleaje azota la playa/ hay especies de nombres/ que nadie ha visto. […] alzando tú/ esta quietud de la ponencia,/ esta imagen descalza,/ este discurso. […] Llegaron las lluvias y no hay rastro posible./ Poemas por tu lengua humedecieron/ como entonces, sin saberlo, sin sentirlo/ y te encontraron.” Un poema precioso y de una delicadeza adamantina. Muy bonito, aprendimos de Eco y de Narciso, y también del mar de Célebe. Y por supuesto, que el tener una discapacidad no significa que nuestro mundo se más pequeño.

Leonor Varela nos pone un juego en marcha, y nos pide a todos una palabra, de impronta, la que saliera, la que nos saliese después de recordar a Ícaro: cielo, inmensidad, cometa, blanco, alas, pureza, cera, laberinto, vuelo, altura, caída, precipicio, fuegos, limbo, trompeta. Ya nos contará qué tal, pero a mí transcribirlo, escuchando la voz de todos, me resulta estimulante, ya que en el tono de voz de cada uno (algunos lo dicen con mucha certeza, como esperando su turno, otros tardan en decirlo, otros no están seguros de lo que decir, etc.) encuentro otro dato más, y es que las palabras en la boca son más que palabras.

Ana González nos lee un poema que se titulaba Ya no soy, y que decía entre otras cosas: “Fui como un árbol/ vacío/ […] He sido pretérito/ deambulando en direcciones contrarias./ […] Formaremos un cuadro en blanco y negro/ donde la niebla será la protagonista./ […] Habré sido entonces/ vapor de unos cuantos días/ que te fue indefinido/ dejando el fui/ recostado en tu indiferencia.” Formaba parte de grupo de tres poemas que buscaban realizar un juego con las formas sintácticas y los sentidos. Logró su cometido pues los contertulios atendieron a esos juegos de palabras, también para eso están las palabras.

Y la última en leernos fue Paloma Sánchez. Nos lee un texto en prosa en el que, ateniendo a un consejo dado también en esta tertulia, le indicaron que sería bueno que abriera el texto y que no sea tan telegráfico. No sé cómo estaba antes, pero ha quedado de maravilla, un texto que personalmente me encanta, es el tono que querría tener si supiese hacer prosa. Os trascribo a continuación algunos trozos, pero os adelanto que no harán justicia, pues ese ampliar el texto se nota, y como están bien conjugado y con mucho ritmo y musicalidad, cortarlo debilita el efecto de la totalidad. Así lo noto yo al volver a oír a su autora leerlo y al transcribir. Ahí os va: “La plaza del Dos de Mayo se convierte en un hervidero de actores, drogatas y camellos. Ana y yo inauguramos La Vía Láctea y El Sol, es tiempo de Rayuela. […] Delante de mi baja las escaleras Eusebio Poncela, vestido como una bebe: está buscando rollo. Vive en Princesa 2, y es famoso por sus excesos y su voracidad sexual. […] Ana está tan loca por Imelda que le importa un pito que me llame […] para invitarme a su apartamento. No es guapo, pero tiene ese fuego que a veces tienen los latinos en sus ojos. […] Su apartamento es moderno, blanco, con detalles de anticuario y plantas tropicales. Tiene una estantería que recorre toda la pared. […] Nos vemos todos los sábados pero él marca el ritmo. […] En el viaje a Marruecos lo pasamos muy bien, fumamos mucho y nos reímos hasta no poder más. […] A la vuelta, estamos haciendo el mono entre las camas de arriba, y por accidente golpeo la manilla de parar el tren con la pierna. […] Me pongo un abrigo sobre las vergüenzas y con pelos de loca salgo a gritar que he sido yo, que ha sido sin querer, pero menudo revuelo. […] Pero en Atocha, me deja sola a esperar el coche, el tiene mucha prisa y muchas cosas que hacer. […] Como si fuera un menú se va pasando por el circulo sentado en el suelo, primero cocaína, que ya conocemos. A la segunda raya nos ponemos a devolver, habían mezclado la coca con heroína. Devuelves con mucha suavidad. […] Al día siguiente no puedo ir a trabajar por el descoloque. […] Imelda deja a Ana destrozada. […] cuando se acaba el costo va a por la botella de ron. Sale poco, tiene ojeras de llorar y ha adelgazado. Me lleva a la casa de Pepa y Flora, dos lesbianas enganchadas al caballo. […] Aprendo el ritual del caballo, una cucharadilla roñosa para todos. […] De momento Ana esnifa, pero veo como su mirada sigue el rito, y con un destello raro, y con ganas. […] Mi gata Luna está furiosa de hambre, se está haciendo una fiera, voy a tener que devolverla al campo deportivo de donde vino. […] Suena el teléfono, es mi padre. Solemne: ¿tú sabes que se están moviendo brigadas hacia Madrid? ¡tú no has vivido la guerra! Tenemos que estar juntos. Por el tono del “tú” me voy a Orcasitas. […] Las calles de Madrid están más silenciosas que nunca. Después de la cena de Nochebuena vuelvo a casa y estamos cuatro. Reconozco la luz tenue, el círculo y la cucharilla. Ana mira también la cucharilla, pero no me quiere mirar a mi. […] Un día confiesa en tono burlón: total, para lo que hay que vivir. ¡¿Y por qué la misma jeringuilla Ana, porqué la misma?! Te dije una jeringuilla para ti sola y te la guardas. […] Por qué la misma jeringuilla que Flora que era ya una piltrafa tocada por la hepatitis. […] Me quedo colgada pero empecé a salir de la pesadilla. ¿Mamá puedo volver? Por supuesto que sí pero nada de traer trastos que somos muchos y estamos apretados. […] Coloco en casas de amigos los muebles de Ana como puedo, y la señal de prohibido que era nuestra mesa. No siento pena, se volvió opresivo el ambiente de círculos de agujas. En Atenas, se engancharan definitivamente los dos.” Es una historia de tan aterradora y furiosa genialmente escrita. Es emocionante y torrencial, el texto va por el buen camino, aunque la historia no corra la misma suerte. Personalmente no le pido otra cosa a un texto en prosa: fuerza, emoción, vitalidad, realismo muy a lo de nuestro pesar. Estoy deseando leerla entera.

Aquí concluye pues la bitácora de aquel día, si resulta larga no es mas que porque tenemos en la mesa del sótano del Santander gente que tiene mucho que decir y que lo sabe decir muy bien. Me ha gustado también revivirlos en el audio de aquella tarde, ir retrocediendo para poner la palabra correcta e intentar contaminar lo menos posible vuestros textos. Deciros también que me han recordado ustedes a una canción de Silvio Rodríguez que se llama Expedición, y en la que dice: “A borde de esta expedición/ va un loco, un albañil,/ un nigromante, un ruiseñor,/ y un beso espadachín.// Nos falta un día, un niño, un don,/ para sobrevivir.” Días tenemos, los hijos (además de los sanguíneos) también son nuestros textos, el conservarnos no sé si llega a ser un don, pero vamos todos a borde de la misma tertulia, de la misma expedición. Si me lo permiten, yo me pido ser el albañil.


Saludos a todos los Rascamanes.


 

(Miguel de Leceta)
17 de febrero de 2015

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