Miércoles santo de 2012
- Entonces, ¿reconoce los nombres de esta lista: Paloma Hidalgo, Javier, Rocío, Alberto Torres, Amelia, Paloma Sánchez, David, Vicente, Aureliano…?
- Vagamente
- Haga memoria, fue un miércoles santo. El 4 de abril de 2012.
- Ha pasado mucho tiempo agente, ¿cómo quiere que me acuerde de lo que ocurrió hace meses?
- Hay testigos que lo relacionan a usted con la desaparición de la Tertulia.
- No se ande con rodeos, sé que me han detenido por asesinato múltiple.
- Sí, es cierto. La camarera encontró diez cadáveres poco después de las nueve y media de la noche en el café Ruiz el día de miércoles santo de 2012. Se asomó al lugar de la Tertulia extrañado de que no se hubieran marchado tan puntuales como siempre a eso de las nueve. Es usted uno de los criminales más buscados de Europa. Dígame, ¿dónde ha estado todo este tiempo?
- En Talleres de escritura creativa, no te jode. A usted qué le importa.
- Diez, diez cadáveres. Soy policía y hago las preguntas. Usted llegó a publicar en Italia un pequeño libro de poemas, ¿cierto?
- Hace demasiado tiempo de eso. Era demasiado joven. Luego escribí relatos, alguno hasta ganó algún premio.
- ¿Por qué dejó la Literatura?
- Digamos que ella me dejó a mí. Cuando una historia de amor acaba a quién le importa quién de los dos fue el infiel o si se acabó el amor. El amor es una mierda, agente, casi tanto como la poesía.
- Haga memoria, ¿qué sucedió ese miércoles santo?
- No era la primera vez, ¿sabe?
- ¿Qué quiere decir?
- Antes lo había hecho con otras Tertulias: el Gijón, la del Círculo, la del Lyon…
- Le escucho…
- Pero estos parecían distintos, sí, parecían gente normal, allí reunidos en torno a su mesa hablando de sus cosas…
- ¿Los reconoce en estas fotos?
- Esta chica pelirroja.
- ¿Rocío?
- Sí, esa. Llegó hablando de que había pasado por Espasa Calpe y se había comprado un libro titulado “Cómo NO escribir una novela”. La rubia hablaba de que estaba en una escuela de escritores en un curso de novela.
- Paloma Hidalgo
- Y que andaba metida en no sé qué cofradía del cuento.
- ¿A usted le molestó el comentario?
- Digamos que empezaron a removerse en mi interior viejos fantasmas… El que parecía el jefe de aquello sacó un ordenador y les mostró a todos una imagen de un libro en cuyas primeras páginas se hablaba de un cuento titulado “Monoteísmo”. Me pareció un tío afectado, propenso al exhibicionismo. Yo me acordé de las otras Tertulias mientras él seguía buscando en Internet ejemplos de nanorrelatos.
- ¿No decía usted que no se acordaba de nada?
- ¿A usted no le mienten nunca? Me he pasado meses reviviendo la escena. Joder, nanorrelatos, tuvo que decir nanorrelatos. La sangre me subió a la cabeza y vi sus rostros deformados y sus voces parecían radios mal sintonizadas, ruidos incomprensibles. Ellos no me veían pero yo sí les podía observar.
- Nanorrelatos…
- Sí, nanorrelatos. Tardé en calmarme. No quise escuchar lo que decían pero me atrajo la atención la llegada de un novelista. No me enseñe la foto, le recuerdo perfectamente. Alberto.
- Alberto tuvo mala suerte. Era su primer día de Tertulia. Estaba terminando de escribir su segunda novela.
- Y el último día. Dígalo, tenga cojones de decirlo. Jajaja… ¿Cree que soy un psicópata? ¿Me tiene miedo, verdad? Usted sí me conoce, agente… pero ellos no sabían nada de mí…
- Mire sus fotos, ¿qué pasó luego?
- Empezaron a leer lo que traían escrito. La rubia, Paloma Hidalgo, leyó dos microrrelatos. El que parecía el jefe, sacó un poema sobre el que discutieron. “Cuánto tiempo hace” se titulaba.
- ¿Sólo leían?
- Leían y hablaban. Hablaban de la escritura de novela como un oficio. Y esa otra Paloma de las fotos, la morena de pelo corto, recomendó un libro de un francés, Tournier.
- Michael Tournier apareció muerto en su casa unas semanas después de lo del Ruiz. Usted lo sabe…
- Sabía dónde encontrarle. Anótelo, anótelo. Escriba en su ridículo cuaderno. Un muerto más o menos, qué más da. Un muerto más, agente, es un libro menos en nuestras vidas…
- Tournier…
- Tournier, sí. También lo anotaban ellos, estos que me miran desde sus fotografías, en sus cuadernos en el Ruiz. Y anotaban que Alberto no lee mientras escribe y que ese tal David, lee cosas con cuidado y que tengan que ver con la novela que escribe.
- ¿Y ya no leyeron más? Mire las fotos, cójalas en su mano…
- Eso esperaba yo, que pararan. Pero comenzaron a leer uno detrás de otro. Esta, Rocío, un relato sobre la tristeza. Alberto, el novelista, leyó dos poemas. La de esta foto, Amelia, dos poemas también, esta otra, la otra Paloma, la morena, leyó también un poema, el dieciséis, no me pregunte porqué recuerdo el número, el Canto dieciséis. Y este, el anciano del grupo apareció para leer un poema. Quería marcharse en seguida. Jajajaja, no pudo irse.
- ¿Por qué? ¿Por qué lo hizo?
- Por el mismo motivo por el que decidí visitar el café Lyón, el Gijón, el Círculo… Son una peste. Lo merecían.
- Nadie merece morir.
- Agente, un escritor muerto es un libro menos en nuestras vidas… Por cierto, una última cosa antes de que me pongan las esposas y me lleven, quizá le haga un favor… Dígame… ¿sabe usted quién es Lorry Moore? Estas últimas semanas, antes de detenerme, estuve en América, agente. Investigue… Lorry Moore… Lorry Moore… Lorry Moore… ¿le suena?
10 de abril de 2012
3 comentarios:
La rubia, desde el más allá, agradece que no se cumpla eso de que "nadie hablará de nosotros cuando estemos muertos". La pobrecilla se ha emocionado, aún allí, sigue siendo una sentimental.
Muchas gracias, y un par de abrazos fantasmagóricos de su parte.
Fantástica, genial, ingeniosa, sorprendente.
Felicidades,Javi.¡vuelve a escribir relato¡
FELI
Jajaja! Gracias Feli. Un beso!
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