Páginas

viernes, 10 de septiembre de 2010

45ª Jornada/III Año: Miércoles, 8 de septiembre de 2010


nuestros trajes de Napoleón y nuestros gorros de cucurucho
hechos con papel de periódico...


A las siete y media de la tarde ya no éramos seis los que estábamos en el Café Ruiz (Javier, Rocío, Vicente, CarmenFron, Adriana y un servidor), sino el millón de imágenes que reproducían los espejos de las paredes. Éramos los que estábamos, pero también los que no. Porque allí, en el Café Ruiz, donde todo es posible, un tipo con sombrero entraba para preguntarnos si habíamos encontrado la pistola que se dejó olvidada, y nosotros le respondíamos "no", con un no se sabe muy bien qué de naturalidad, una actitud que sólo podía esconder nuestros deseos de vivir la ficción a tope. Luego, entraba otro tipo (sí, sí, allí, donde todo es posible) con un puñado de libros en la mano, dispuesto a vendérnoslos por una buena causa, y entonces nosotros, los seis que estábamos, pero también las decenas que no y a los que echábamos de menos, esos infinitos nosotros que multiplicaban los espejos, rumiábamos contestarle igualmente que no, que no éramos una tertulia de literatos, por Dios, que qué se había creído, sino un grupo de ingenieros atómicos reunidos en torno a unos cuantos cafés y cervezas para dar con la fórmula secreta que propiciara la invención del arma que haría florecer la paz en la Tierra.

Ahí es nada. Por supuesto, yo ya había empezado a preguntarme dónde estaban los capirotes, dónde los trajes de Napoleón y las camisas de fuerza. La realidad es que el tipo se fue sin vender un solo ejemplar y nosotros, ya sí, regresamos a nuestra cuerda condición de literatos. Javier nos refirió su proyecto de poemario, que reunirá bajo el título "Extramuros", porque, según explicó, extramuros es todo aquello que está fuera o no conseguimos. Adriana habló de educaciones no sexistas que terminaron en calcetines acunados. Un servidor, de las consecuencias de salirse de la norma. Por último, Vicente leyó su relato, pospuesto durante semanas, que narraba la historia de unos pacientes que, como hoy no podía ser de otro modo, habitaban en un Hospital Psiquiátrico, del intento de suicidio de uno de ellos y de un final con fuga; pero sobre todo, de los ocho mil años que sumaban todos los internos, ocho mil años inútiles, desperdiciados, me permití opinar, dentro de un relato sin concesiones. No pude por menos que acordarme de D. Quijote, el majadero más maravilloso, la auténtica regadera por antonomasia, cuando al abandonar su casa a lomos de Rocinante, se atrevió a proclamar: "¡Yo sé quién soy!".

¡Dios mío: que sabía quién era, dijo! A mí los capirotes, los trajes de emperador francés y los matasuegras. A mí la poesía, supliqué. Y la poesía vino. Porque, acto seguido, Javier recitó sus versos con aroma a primeros poemas y cierta carga de metaliteratura, de los que aquí dejo ejemplo: "Atravesadas con una fija aguja / para no olvidarlas / duermen en la vitrina / palabras en peligro de extinción". Después de esto, claro está, mi yo interior imploraba más: más cordura, por favor, más poesía. Y no sé si me oyó pero el caso es que Adriana comenzó a leer sus poemas frescos, cuajados de hallazgos y de imágenes, ricos en vocabulario, poemas que hablaban de los abrazos infinitos de una madre y de que con unos cuantos arañazos no era suficiente.

Abandonamos el Café Ruiz pasadas las nueve y media. En un rincón del salón dejamos nuestros trajes de Napoleón y nuestros gorros de cucurucho hechos con papel de periódico, para utilizarlos en próximas reuniones, y salimos a la noche. Creo que no me equivoco si afirmo que nos fuimos tristes pero tranquilos. Porque aunque nosotros no estuviésemos allí, en el Ruiz, donde todo es posible, allí quedaban nuestros yoes infinitos, perpetuados en la superficie de los espejos, para suplirnos lo que restaba de mes de septiembre, quién sabía si discutiendo sobre energía atómica o sobre literatura, mientras entraba alguien a preguntarles si habían visto el corazón que dejó olvidado o si conocían a unos físicos nucleares que se reunían para recitar poemas; hasta el próximo 6 de octubre en que sería inaugurada la nueva temporada de tertulias.


David Lerma Martínez
10 de septiembre de 2010

No hay comentarios: