
EN UN ACTO Y UNA ESCENA
PRIMERA ESCENA (Y ÚLTIMA)
DAVID: Bueeenassss.
ROCÍO, JAVIER, ISMAEL Y CELIA: (señalando con el mismo dedo, el índice, y casi gritando) ¡¡Te ha tocado!!
DAVID: (con muchas dudas) ¿Qué? ¿La lotería? No, que yo sepa.
JAVIER: No, hombre, no. La bitácora de hoy. Hemos decidido que el próximo en llegar se encargaría de ella.¿Quieres…?
DAVID: (con más dudas que antes). Bueno. Vale.
JAVIER: Pues toma asiento, compañero. Estábamos hablando de la necesidad de escribir. De la felicidad que procura terminar un proyecto literario. De la infelicidad que deja no escribir ni una sola letra. De los elementos necesarios para la creación literaria. Lo primero, la imaginación.
ROCÍO: Lo segundo, la memoria.
CELIA: Lo tercero, la constancia.
ISMAEL: Leer mucho, lo cuarto.
DAVID: (con algo de retranca, sin mover la vista del cuaderno y sin parar de escribir notas).
Escribir, lo quinto. Y último.
PALOMA: Hola a todos.
TODOS: Hola.
JAVIER: Quiero que sepáis que la semana pasada hice mi segundo intento por abarcar el mundo. Y la verdad, no fue tarea fácil. He dejado que la lluvia recorriese mi cuerpo... (hace una pausa dramática que le viene al pelo porque fuera las gotas de lluvia golpean los cristales. Después continúa, declamando)… mientras una voz de agua atravesaba el tuyo. Y he llegado a la conclusión de que no habrá una segunda vez.
PALOMA: ¡Toma, claro! Como que lo que tú has intentado, querido Javier, no es abarcar el mundo, sino aprehenderlo.
ROCIO: Poseerlo, más bien.
CELIA: Someterlo a tu voluntad.
ISMAEL: Hacerlo tuyo.
DAVID: Eso es: abrazarlo. ¡Pues no hay que tener los brazos largos…!
ANA: Hola a todos. Vengo vencida ¡Acabo de pelearme con una impresora!
TODOS: (cabeceando, mirando al suelo, haciéndose cargo de la desgracia padecida por la compañera) ¡Maldita informática del demonio!
(El cabeceo dura unos segundos más. Hasta que Javier retoma sus intentos de abarcamiento del mundo, que hacen renacer en el grupo nuevas divagaciones sobre la creación literaria)
JAVIER: Abarcar, aprehender, poseer… Qué más da. El caso es intentarlo. Intentarlo una y otra vez porque la meta no es la meta en sí, sino el camino que hay que recorrer para llegar a ella.
ROCIO: Es verdad. Estoy de acuerdo. Hay que perseguir las metas, aunque sepamos que nunca vayamos a alcanzarlas.
CELIA: La felicidad está en la búsqueda.
PALOMA: Eso. Y en perseverar. En tener fe en el “posibilismo“. Ahí está el secreto.
DAVID: Yo, desde que sé que muchas de las ambiciones que me propuse no las voy a conseguir, vivo más feliz conmigo mismo. Más disfruto del trayecto.
ISMAEL: ¡Ah, estimados compañeros! Dejadme que os lea la breve historia de Juan Humberto, a quien un taxista le salvó la vida sólo porque desobedeció su instrucción de llevarle a una estación, y en lugar de allí, le llevó a un hospital.
TODOS: Hola, Vicente. Hablábamos de la creación literaria. En general.
VICENTE: Para mí, la creación literaria debe fundamentarse en la libertad. Tan perjudicial como la censura es la autocensura. El escritor que se autocensura, está perdido.
DAVID: Amigos, amigas: creo que ha llegado el momento de que os lea la divertidísima historia de Tsutomu Yamaguchi, un japonés que sobrevivió a las dos bombas nucleares que fueron arrojadas sobre su país durante la II Guerra Mundial, y que ha muerto hace pocos días, a la edad de noventa y tres años, víctima de un cáncer de estómago. Ya veréis. Os vais a partir de la risa.
DAVID: ¡Pardiez, amigos! Ya decía yo que no os oía reír. Que sólo os oía sonaros los mocos.
JAVIER: (compungido, congestionado, y con hipo) ¡Voto a Dios, compañero! Si es que lo que cuentas ahí es un drama. Qué comedia ni qué niño muerto.
DAVID: (desplegando su dedo índice como si tuviera muchas ganas de hacerlo, señalando la salida, casi gritando) ¡Por allí!
ROCIO: Vaya. Realmente hermoso. Sigue, por favor, Paloma.
PALOMA: Sigo. Como las rocas de la playa me golpeo una y otra vez, siempre con ansia, y de tanto ir y venir ahora soy piedra redonda…
JAVIER: Me gusta.
CELIA: A mí también.
ANA: Es muy bonito.
VICENTE: Bravo, Paloma.
DAVID: Bravísimo.
ISMAEL: (llevándose las manos a la cabeza, poniéndose de pie como un resorte) ¡Hostia! ¿Qué hora es? Las nueve menos cinco. ¡Si yo había quedado a las ocho…!
ANA: Annie Lennox, no. Ana González. No confundamos.
JAVIER: Perdón. Es por culpa de la fonética. Entonces, mejor digamos: léenos, Ana.
ANA: Con mucho gusto. Mi historia es la de alguien que escribe en el Metro y se pasa la vida de espaldas, con la nariz en la tierra. O si lo preferís: la de esa persona que asesinó, pero por quien otra persona tuvo que pensar el asesinato.
JAVIER: Para haberla hecho entre parada y parada, no está mal.
ROCÍO: No, nada mal.
CELIA: Tiene su mérito.
PALOMA: Sí, desde luego. El de ser escrita en tan corto período de tiempo.
VICENTE: Cosa de murcianos.
DAVID: ¡Uy, qué tarde! Habrá que irse, ¿no?