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sábado, 30 de enero de 2010

15ª Jornada/III Año: Miércoles, 24 de enero de 2010

Resulta que ya estoy aquí...



Resulta que ya estoy aquí, en el más allá. Me ha costado un poco llegar, el más allá está más allá todavía de donde vive Celia, que hay que ir a la Plaza de Castilla, coger un autobús y darse un paseo, pero en fin, estoy tan bien, tan calentito, sin tener que hacer la declaración de Hacienda, ir al dentista, cargar y descargar el coche, hacer compra, angurriarme porque no puedo ir a todas las lecturas de poesía de los amiguetes, ir al pueblo como una obligación, cavar la huerta, estar todo el día subiendo la calefacción que mi mujer me baja, porque ella es calorífica y yo estoy helado, ay los malos tratos invernales, esos no salen en la prensa. Claro que, como es miércoles, me ha entrado la nostalgia de la tertulia del Ruíz y me he bajado, quedándome quietecito, invisible y callado en un rincón. La primera que llega es Rocío, fiel y cumplidora; después el Boss Javi. Rocío recomienda la visita a la exposición de Larra, en la Biblioteca Nacional. Dice que le ha gustado mucho el vídeo. Javi, después de que ambos piden la merienda, comenta su conversación con Ada Salas, la cual, para venir a la tertulia, quiere cobrar porque los poetas también comen. Llega el prosista, el buen prosista, David. Y Rocío recuerda sus tiempos en que fue canguro, qué suerte haber sido un niñito en manos de Rocío. Aparece Sagrario con sonrisa incluida, qué bien. El Boss está diciendo en ese momento que si dios existe es un cabrón, todo eso como conclusión al examen de un poema mío que yo le di antes de estirar la pata y que se pregunta por el dolor de los corderos sacrificados a Jehová. Y aparece, surgido de la tarde, el poetísimo León Cano, que después del rugido de rigor, nos lee su maravilloso poema sobre el fotógrafo Nadal, “Nadal fotografía el sexo de un hermafrodita en el París de 1860”. Aparece José María. León lee un precioso soneto, “El viajero llega a Bizancio” escrito en una noche de espera y cabreo en un aeropuerto, muchas gracias, Dña. Iberia, sin su vuelo aplazado o fallido no habríamos disfrutado de esta perfección. Llega Amelia, nuestra cariñosa (se agradece) y buena poeta Amelia. Lee Sagrario: “¿Dónde están los niños que desaparecen?” Alguien (¿el Boss?) le comenta que en ese poema no hacen falta las referencias concretas, Gaza, Haití, etc., Y surge (¿planteada por quién?) una pregunta: ¿Quiénes se aprovechan de las crisis mundiales? Llega Paloma. Lee Celia; se lo corrige una asonancia, poema muy válido a pesar de ella, quiero decir de la asonancia. Y Rocío lee un relato que a mí me parece buenísimo, “Despedida y cierre para un entrañable cadaver”. El relato tiene mucho salero, a mí me recuerda lo de “Bajarse al moro”. La verdad es que fácilmente podría convertirse en una pequeña pieza de teatro, lo cual no quiere decir que no esté bien así. Es un trío: marido, mujer y un pez. Llega un amigo de Chema, Juanjo, lee un poema del libro que edita “Poeta de Cabra” “Higies es azul”. Encuentro que este chico debería leer a los poetas del 27, a los que no rimaban, y a los que no riman ahora. Lo hemos repetido tantas veces: la rima hay que distribuirla de una manera regular o suprimirla. Y a ser posible no mezclar rima asonante con consonante, etc., etc. Amelia Peco nos recuerda que al día siguiente jueves 28 dará una conferencia sobre el castúo y el poeta Luis Chamizo. Luego nos lee un artículo que ha publicado sobre el escritor boliviano Ramón Rocha Monroy (Cochabamba, 1950) que entre otras cosas es el padre de su nuera. Interesante artículo: "Un escritor se hace a medida que escribe y no por ganar un premio". Se habla de la pobreza, de cómo viven las mujeres en África, en Bolivia, en el altiplano: cavan con sus manos la tierra. La gente es pobre pero es feliz porque depende de sí misma."Que baje el de las barbas que tengo que decirle cuatro cosas", dice José María Herranz. "¿Y los ateos qué?", dice Sagrario. Paloma hace una alusión al relato que leyó Rocío y dice que la familia era "familia de bloque". Insistimos para que Rocío escriba en forma de teatro su relato. Hablamos sobre publicar en España o en Iberoamérica. Ahora ya no hay diferencia ni fronteras. Pronto publicaremos libros electrónicos e-books. Se debate la fiabilidad de los premios. Y comenta Sagrario sobre la poeta Ada Menéndez, que no es nada buena poeta, pero que ha publicado un libro llamado "Abierta de piernas" en la Ed. Bohodón. Hay un grupo en el Facebook que se llama "Yo no soy fan de Ada Menéndez". Hablamos del sexo y de la violencia en el arte, el teatro, la Literatura. Nada de eso puede ser gratuito. El Boss Javier, para ir cerrando la Tertulia del miércoles, lee dos relatos de Juan José Millás del libro "Los objetos nos llaman". Estamos de acuerdo en cómo Millás es capaz de observar la realidad, de darle la vuelta a la relación de los objetos y de mostrarnos los lados más duros y más irónicos de la realidad a un tiempo. Dice David que en algún sitio leyó que un escritor es poeta entre los 20 y 30 años, después sólo puede ser ya novelista. Lee Paloma un poema sobre el hecho de escribir: "La esencia es instantes aislados"

Cerramos ya con tres frases que sirven de deberes para el próximo miércoles:

- Este piso tiene muchas posibilidades pero no tiene luz.
- Un post it en la nevera con tu nombre y tu teléfono.
- Son familia de bloque.

Y entonces, finalmente, el Boss propone un minuto de silencio en mi honor y recuerdo. Cuando éste termina, se oyen algunos suspiros. “Con lo bueno que era”, musita una voz (no sé si se refiere a la bondad de mi poesía o a mi bondad personal, yo preferiría una mentira piadosa, un cambio del verbo ser por el estar). “Con lo amigo de sus amigos” se entristece Chema. “Con lo bien que cantaba el fado”, se escucha otra, “Qué voz tenía”, pero eso parece ya no colar, porque alguien protesta: “¡Pero si tenía voz de gato!”. Y entonces ahí es ella, porque yo digo: “¡Mentira, lo que pasa es que tenía bronquitis!” Y se hace un extraño silencio. A David se le derrama la taza de café que tiene en la mano. Sagrario sale corriendo que se las pela. El camarero le dice: “¡Que se va sin pagar! ¿Qué pasa?” Y ella: “¡Un fantasma, un difunto!”. Todos abandonan precipitadamente la sala, menos Celia, que me dice en tono de reproche: “¿No podías haberte callado? Hay que ver, siempre tienes que dar la nota, genio y figura hasta la sepultura”.


Aureliano Cañadas
30 de enero de 2010

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