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domingo, 21 de diciembre de 2008

9ª Jornada/II Año: Miércoles, 10 de diciembre de 2008

INFORME PERICIAL DE LA OPERACIÓN “TERTULIA SECRETA”


Llega el momento: Día D. Hora H

18:00 horas. Accedo al Café Galdós siguiendo las indicaciones recogidas en los informes preliminares. En el interior me encuentro a seis individuos, dos hombres y cuatro mujeres, sentados en torno a una mesa. Me posiciono disimuladamente en la mesa de al lado, desde donde vigilo sus movimientos y me dispongo a tomar notas. Mi vestuario, camisa y corbata, me ayuda a pasar desapercibido entre el resto de la clientela que ocupa el local. Los seis individuos piden café, cerveza, infusiones. Hablan de un séptimo miembro de la organización, al que denominan con el alias de Javier, a quien parece que esperan para dar comienzo a la reunión. Sospecho que el tal Javier puede ser el cabecilla de la banda. Echan en falta a otra posible agente a la que denominan Liber, también conocida por “Lady Noise”. Entretanto, los individuos conversan sobre la compra compulsiva de libros que nunca llegarán a leerse, sobre libros digitales, citan a un tipo a quien llaman Bukowski (¿?), comentan un documento interno que ha circulado por la organización subrepticiamente titulado “Tripas”. Uno de los hombres, de unos treinta y seis años de edad, al que los demás nombran como Vicente, y que luce una cicatriz en la cabeza como secuela de alguna reyerta nocturna con arma blanca por probable ajuste de cuentas (Nota: revisar su ficha policial), saca de su bolsa un libelo que lleva por título “Short Cuts” (Vidas Cruzadas), escrito por un sujeto llamado Raymond Carver, documento que pasa de mano en mano hasta acabar en el bolso de una de las mujeres asistentes, a las que los demás miembros del grupo se refieren con el sobrenombre de Carmenfron.

Crece el grupo

18:35 horas. Aparece el tal Javier. Los otros dos hombres que están en la mesa comentan el acierto de los profesionales de la medicina que han practicado una operación de cirugía estética sobre el rostro del recién llegado. No me quedan ya dudas: alias Javier debe de haber adoptado recientemente una nueva identidad al objeto de evitarse responder ante la justicia por su pasado. El citado Javier saca de su cartera una suerte de revista que asegura haber adquirido en la ciudad de Badajoz. El documento contiene ilustraciones insólitas que los demás interpretan ceñudos. La conversación siguiente se desarrolla en una clave secreta que soy incapaz de descodificar: los que ahora ya son siete hablan de algo que denominan Rascamán (¿?) y que, por lo visto, alude a un desfiladero inexistente que otro agente de la organización, conocido por Andrés (no presente hoy), incluyó en un antiguo dossier sobre viajes hecho por capítulos. A continuación, los individuos discuten acerca de si es más fácil y mejor esconderse detrás de la poesía o de la narrativa. Intuyo que el objetivo de este extraño debate no es otro que marcar las estrategias a seguir por parte de la sociedad secreta de la que forman parte. De pronto, aparecen dos miembros más, una mujer a la que llaman Sagrario, y un hombre al que se refieren por el nombre de Aureliano. Este último anuncia un acto, “Rituales de la Papa” (nombre en clave, supongo) para el próximo día 17 de diciembre a las 20:00 horas. Los que ahora ya suman nueve se preguntan por la suerte de la que sería la integrante número diez, y la que nombran como Ana. A la tal Ana ellos se la imaginan esquiando, que debe de ser la manera que tienen de dejar constancia de que está cumpliendo algún tipo de misión u operación secreta.

Hora de las lecturas

Aquel a quien llaman Aureliano recita unas palabras, de las cuales consigo anotar las siguientes: “Aún me duelen las alas / por mucho que me arrastre / y por nada que ascienda”. El tal Aureliano explica que son palabras que dice el Diablo (¿se tratará esta de una organización diabólica?, me cuestiono), y que nacen de la pregunta: por qué existe el Dolor y por qué existe la Piedad, así como de la respuesta: tiene que haber Dolor para que haya Piedad. Seguidamente, es alias Javier quien lee las frases que trae escritas en un cuaderno pequeño y aparentemente inofensivo, de las que logro también registrar dos: “Todos los días / no son días de foto”. Evidentemente, sus afirmaciones encierran un mensaje oculto que sus camaradas parecen captar, pero yo no: ignoro si se refiere a nuevas técnicas fotográficas o a una especie de melancolía digitalizada distribuida por versos. Sin apenas transición, es un tal David el que lee una historia sobre un señor que pierde una oreja tras desinflarse su muñeca hinchable, después de haber perdido antes los dedos de una mano a la muerte de su perro, la nariz por el accidente aéreo de tres compañeros de trabajo, y yo no sé cuántas cosas más. Este tal David, a pesar de su carita de no haber roto nunca un plato, después de leer lo que ha leído me parece el más insensato del grupo. Ahora es la tal Sagrario la que muestra unos dibujos hechos para la ocasión, en los que se representan, entre otros objetos, un gato-guitarra, y recita el discurso que ha escrito, del que anoto las siguientes dos frases: “En la cama del desesperado / el dolor se intensifica”. La última en leer es una tal Celia. Por lo que comentan los demás, esta mujer, que debe de tener alguna clase de parentesco con el tal Aureliano, participa hoy por primera vez en las reuniones periódicas de la sociedad clandestina objeto de mi investigación. La tal Celia lee un relato sobre un aspirante a espía que se enfrenta a las pruebas de acceso ilusionado por su futuro. Un texto muy adaptado a las circunstancias, opino, que los otros miembros del grupo saludan con regocijo: todos ellos se miran entre sí y asienten con la satisfacción de saber que acaban de ganar una adepta para su causa. Se quedan sin intervenir una tal Elena y una tal Rocío, quienes afirman “no haber hecho los deberes”. Esta afirmación, cifrada sin duda, me impide juzgarlas para este informe, obligándome a revisar en comisaría sus dos fichas policiales (Nota: revisar sus dos fichas policiales)

Se levanta la sesión (Conclusiones)

20:30 horas. Cada participante aporta una pequeña cantidad de dinero, que luego reúnen y entregan a una señorita vestida de negro que dice ser la camarera. Queda claro que esta es la tarifa que han de pagar para granjearse su silencio. Por último, se marchan. A la vista de todo lo anterior, tengo que declarar y declaro que este grupo, formado por rudos hombres de oscuro pasado y mujeres por cuya belleza e inteligencia cualquier cobarde sería capaz de atracar un banco, cuya meta consiste en creer que los miércoles, anodino y aburrido día donde los haya, puede convertirse en una auténtica jornada festiva, posee una alta peligrosidad social y debe ser disuelto por la autoridad competente a la mayor brevedad posible.

David Lerma
En Madrid, a Miércoles 10 de Diciembre de 2008

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