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viernes, 8 de febrero de 2008

16ª Jornada: Jueves, 31 de enero de 2008

Herman Melville: "Bartleby, el escribiente"


Otro "miércoles" me encuentro en la tertulia del ya famoso (al menos en mi portal) grupo Rascamán. Por ahora no llega nadie, ni siquiera la fotógrafa egocéntrica-narcisista de la semana anterior (A los que no estuvieron les digo que era una tipa que, nada mas aparecer tras las cortinas modernuquis, se presentó como la fotógrafa que exponía en el Café Galdós, tenía más ego, la tía, que Ana Rosa Quintana, que le pone su nombre a la revista y sale en la portada de todos los números).
El caso es que la cosa pinta tranquila. Este día es especial. Se va a destripar el Bartleby de Melville. Y eso es todo una acontecimiento. Una novela así removería a cualquier amante de la hermenéutica en una jornada en el que, justamente, se van a desentrañar secretos, símbolos y tácticas de escritura. Estoy emocionado.
Leo un rato, aparece la camarera, que es tan bella que da pena insultarla, aunque no estaría de más hacerlo para que apareciera una herida narcisista en su ego. Café con hielo. Sonríe y se marcha a darle caña a la máquina de café con ruido de remolcador.
Javier surge de entre las cortinas modernuquis. Le entrego una novela corta de Baricco (Novecientos) que hace un tiempo prometí dejarle. Entramos en el asunto Melviniano, así, por encima, le explico que uno de los puntos que apoyan la novela es la ausencia de Plus de Goce de Bartleby. Le explico que el Plus de Goce es el beneficio que extrae el amo del miedo que le tiene el esclavo, renunciando éste a sus deseos. Lo apunta en su libreta, y saca unos apuntes de Internet sobre Bartleby. Los hojeo, y me parecen extremadamente interesantes, sobre todo un comentario que hace Vila-Matas sobre José Hierro, que creo entender que estuvo 26 años sin escribir.
Al rato llega Rocío, toma posiciones y pide un Donut con café con leche. No da tiempo apenas a que le llegue el avituallamiento y sorprende la visita de David, escritor de huida hacia la poesía desde que le extirparan el apéndice, y que cada semana me sorprende gratamente con sus acertadas opiniones sobre los textos y la vida.
Queda elegido un servidor para escribir la bitácora de este día mientras Rocío opera al donut y dice que tiene un hambre del copón, David añade que se pasaría todo el día comiendo, y Javier cierra sobre "cómo sería una sílfide". Y yo me imagino que debe haber una especie de isla donde sólo vivan clones de Kate Moss, al lugar lo llamare Silfideland.
A estas alturas los apuntes que cojo para ilustrar la bitácora son tan numerosos y escurridizos que se me hace imposible amarrarlos con fuerza, se me escapan, los intento agarrar con una cuerda de la ropa, pero se escapan entre las patas de la mesa. Asi que me propongo hacer memoria de todo o que escuche.
En un momentos surrealista, creo que el único que acontecería durante la jornada, surge el comentario de un alargamiento de pene de Sánchez Dragó, y Carmen Martín Gaite en Top-Less.
Aparece Sagrario que, recuperada de su afección digestiva, parece encontrarse bien. Poco después surge Ana.
Comenzamos. Es jueves, y hay una especie de ciclo de cortometrajes en el café. Ruido, como no y es jueves.
Surgen los primeros cometarios sobre Bartleby. Para los que no fueron a la tertulia les hago una sinopsis del relato-novela. Bartleby, El Escribiente, es una novela escrita en el siglo XIX por Herman Melvilla, que narra las vivencias de Bartleby, un amanuense que entra a trabajar en un despacho de abogados de Wall-Street en plena euforia del capitalismo U.S.A. Rodeado de unos compañeros tan extraños como él mismo, y tras trabajar diligentemente, decide, a una orden de su superior, contestarle de una manera tan enigmática como ambigua: “Preferiría no hacerlo” . Esta respuesta se repite a cada petición de su superior. Tal es así que monta un entramado surrealista, y nuestro héroe de personalidad de cemento armado es capaz de ocupar la oficina, utilizarla como vivienda, e incluso, después de ser desalojado, irse a vivir a casa de su superior, y casi también echarlo de allí.
Comento que Bartleby en un personaje rocoso, mientras que su homónimo superior es débil, pese a que tiene un cargo muy por encima del suyo, que sin embargo no es parejo a su psique.
Javier añade que, aparte de eso, el superior es un hombre metódico, lee la parte del texto en la que aparece dicha información, y que su intención es saber todo lo posible de Bartleby lo mismo que del resto de empleados. Estoy con él. A cada objeto que simbolizamos y le ponemos nombre deja de ser subversivo y queda alienado. David nos sorprende con un dato que desconocíamos sobre Melville y su anterior novela Moby Dick. Dice que Herman tal vez pusiera en el papel un personaje falto de ambición, como contrapunto a Ahab, el capitán intrépido, sádico y egoísta de Moby dick. Apunto esta información. Me parece un interesante hallazgo.
Tras sucesivas opiniones de todos los miembros de la tertulia sobre el texto, cruzadas entre sí, mientras el ruido de los altavoces de la edición no-se-qué-año-del festival de cortometrajes, atronando, queda zanjado el asunto Bartleby.
En esto que se nos acerca uno de los organizadores del festival y nos advierte que tengamos cuidado con el cable que pasa por detrás de nuestras sillas.
No sé cómo llega a la tertulia el comentario sobre la disposición de las administraciones de cultura de los pueblos pequeños y el tratamiento que se da a los ganadores de los premios literarios. Rocío nos ilustra con anécdotas de un premio que le dieron en un pueblo del que no me acuerdo. Todos estamos de acuerdo.
Le toca el turno a David, lee un poema, los poetas toman nota del asunto, mientras los narradores escuchamos.
Le toca el turno a Ana, lee un pequeño relato y nos anima a que le digamos aquellas partes que debería cambiar. Le comento que debe circunscribir el asunto alrededor de algo cotidiano. Intercala Rocío diciendo que no todo relato consiste en proponer un argumento pequeño. Estoy de acuerdo. Las reglas, una vez aprendidas, se cascan como las nueces.
Dicho esto la tarde empieza a declinar. Quedamos en que la siguiente lectura a analizar será Ataúdes tallados a mano de Truman Capote. Novela corta que ya me he bajado de Internet y que, en breve, mandaré a cada componente del grupo Rascaman.
La camarera de tapones en los oídos nos deja la nota con los que hemos de pagar. Levantamos el vuelo. Salimos. La misma bicicleta de todas las semanas nos saluda, aparcada en un montículo de cemento.
Tiramos cada uno en diferentes direcciones.


Vicente González
4 de febrero de 2008

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