Regresar a la lentitud, que parece arrojar un significado poco animado, es regresar a paladear las mejores cosas de la vida.
Un buen baño, sentir el agua cálida resbalando, también sin prisas sobre la piel, ésa que a veces, entre el tráfico desmandado, el ruido y la contaminación, grita y enferma.
Vida lenta, rodearnos de horas que no pasan.
Javier nos trae su recuerdo de Islandia, envuelto en la caja de cristal de su poema.
Lentamente, se deslizan también los recuerdos de José León. Parpadeos en los ojos más divinos de las starlettes de los locos veinte, encerradas como mariposas vivas en las películas en blanco y negro con subtítulos, historias escritas que llevaban de la mano al espectador.
Sin embargo, esos límites impedían las historías imaginadas por Celia.
En el transcurrir lento de hoy, van apareciendo Ana y Juan Raña, que cuenta la historia de Antonio, el asesino de loteros, que se venga así por sentirse engañado. Uno de ellos le prometió que ganaría millones con el número comprado, y al fallar sus predicciones, el frustrado cliente comienza su sangrienta trayectoria, en todas aquellas loterías que albergaran el número fallido. En cada una de ellas, cada vendedor pierde la suerte de estar vivo, a manos de Antonio.
Manuel prosigue con su historia de los huidos de Somalia, en los que el valor de una madre y su hijo, les van haciendo superar todos los momentos terribles, con la esperanza de llegar a Europa, ese pretendido paraíso.
Sigue Manuel explicando que los caballeros, puede ser, desde tiempo inmemorial, tienen que elegir dónde emplazan, dónde sitúan su bordón. Y en el presente, en los pantalones de postín, los sastres tienen que tomar medidas exactas para decisiones definitivas. A la izquierda o a la derecha.
“El crucifijo infantil” con tan potente título, nos trae los mensajes de siempre, el amor y la muerte. Romeo y Julieta contemplados desde ese crucificado.
Y los higos, que para ser de miel, deben dejar pasar el tiempo, aparecen cuando Pérséfone logra huír de su raptor Hades, para recuperar el abrazo de Démeter.
Rocío traslada ese mito a su relato de hoy.
Alberto y Celia no leen, puede ser que para dejarse llevar por la lentitud y disfrutar del vuelo de la luciérnagas que Ana nos regala esta tarde, con esos versos teñidos de nocturnidad y brillo.
Y yo, que he recogido todas las voces de mis camaradas, no logro recordar la mía de esa tarde. En otra bitácora será.
Cinta Guil Redondo.
26 de noviembre de 2025


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