Páginas

domingo, 3 de noviembre de 2024

4ª Jornada/XVIII año: Miércoles, 30 de octubre de 2024

 

El Reencuentro 


Tras el largo periodo estival, acudí esa tarde al reencuentro de Rascaman con la misma ilusión de siempre. Lugar: Café Fígaro; refugio o albergue para 


millonarios de utopías,

acaudalados de sueños,

ricos en quimeras

y potentados en alquimias.


Cada cual lleva en su mochila, bien un bocadillo de prosa, o un jugoso táper de poesía. Allí nada se desperdicia, todo se aprovecha y se rebaña con ganas.


Sonetos,

rimas

metáforas,

preludios,

pasajes de novelas, 

restos de cuentos…


Cualquier migaja es exprimida y saboreada por todos los presentes. 

Es cierto que, a veces, también nos disputamos de forma “encarnizada" un ritmo adecuado, la expresión más correcta o un buen final. Por fortuna, nunca corre la sangre.

Esa tarde, tras hacer acto de presencia entre saludos y besos, José Antonio Carmona mostraba orgulloso su trabajo a los tertulianos: “Lo que la hoja te cuenta”. No es para menos. Gracias, José Antonio. 


Un libro nacido en otoño, 

melancólica estación 

de hojas moribundas, 

arrastradas por el viento 

o pisoteadas por furtivos transeúntes. 


Un libro que nos habla de la eterna mudanza de las cosas, de las nubes, de los astros, de los amores y de nuestros sueños, que mañana serán barridos por el mismo viento que ahora se abate sobre los árboles. 

Aquel valioso tesoro que José Antonio nos trajo, fue pasando de mano en mano, y todos disfrutamos del suave tacto de su portada, como de los textos del interior, emociones esculpidas sobre la delicada piel de sus páginas, y hechas del mismo material que las hojas. Todo fueron elogios.

Pasados ya esos momentos de distendidas y joviales conversaciones, entramos de lleno en el asunto. Y lo primero era encontrar a un voluntario que realizara la bitácora. Creo recordar que todos callábamos, aunque la presa ya estaba elegida, era yo. Tal vez Javier me escogiera como castigo a mis anteriores ausencias, quién sabe…


La primera en salir a escena fue Isabel Morión, que nos habló de su visita a la Biblioteca Nacional y de su impactante silencio, en contraste con el bullicio exterior. Paraíso, isla, calma, un lugar donde no existe el tiempo; sensaciones que embargaron a Isabel dentro del colosal edificio. Después nos leyó el poema “Jardín”: 


…con flores que se abrazan a las ventanas, 

y donde también existe el olvido, la muerte y el dolor. 


Tras terminar de leer nos anunció la presentación de su próximo libro: “Con el corazón en la mano”, donde su hijo amenizará el acto con el dulce y armonioso sonido del oboe.


Después le llegó el turno a José Antonio, que nos traía un poema de nuestro querido Aureliano, cuyo título es “Fado”, donde la saudade arde hasta estallar ante nuestros atónitos ojos.


Contra viento y marea de estos años,

 lo guardé para ti, para ti, para ti sólo.


…el  pavor de las minas que he pisado

como amores furtivos en mi vida.


…escucha, escúchame como si fuera 

el mismo:


Acordei a claridade…


Tras semejante explosión de sentimientos, el poeta sobrevive y nos regala estos versos, que un día ardieron en su pecho.


Una vez leído el poema de Aureliano, José Antonio se dispone a ofrecernos el suyo, guardado en su teléfono, y convertido para esta ocasión en una maceta, donde el otoño brota incontenible. 


Allí viven las esporas y raíces

los insectos y bacterias.

El otoño es una fiesta…


Los árboles lo celebran.

Amarillean las hojas

y navegan por el aire

como barcas marineras…


Lo que cuentan los poetas

y los sabios y la tele y la prensa

es tan solo la Apariencia.


Este poema de José Antonio, la estación otoñal, la penumbra de la  estancia… todo estaba en su lugar. La tarde transcurría lenta, plácida…


La siguiente en salir al escenario fue Tina Iglesias, quien parece que ya se está acostumbrando a la bohemia del Café y la compañía. Nos leyó un relato sin título, en el que la protagonista nos habla de la confusión y de la tortuosa senda por donde caminaba extraviada, y la decepción de no poder hallarse a sí misma. Pero yo me pregunto, ¿hay alguien que se conozca de verdad? 


Me perdí en la incógnita del yo que quise ser y nunca he sido.

Me perdí en un mar de aguas profundas, donde la oscuridad se negaba a hacerme compañía…


Me perdí en charcos fangosos…

Me perdí al decir sí cuando debió ser no…


Me perdí en un tiempo de rosas, obviando la sangre que me iba dejando en sus espinas.


Viví amaneceres de sangre…

en el lugar perfecto donde habitan los monstruos.


El tiempo ya se ha cansado de esperarme y corre en mi contra. Quizá tenga que irme sin haber podido encontrarme. Simplemente me perdí. Me perdí..y acepté.


Tras Tina, llega la intervención de Cinta. Con su fantasía arrolladora, nos conduce a la más desgarradora de todas las realidades: el GENOCIDO que el gobierno de Israel está perpetrando sobre Gaza, y extendido también a el Líbano. Sin  preámbulos, al igual que los mortíferos bombardeos sobre estas poblaciones, Cinta nos introduce en el infierno, donde los seres humanos se arrastran malheridos, como lombrices entre los escombros de lo que fue su casa, su colegio, un hospital, o un refugio cualquiera en el que creían encontrarse a salvo. 


“Lombrices”


Siempre creí, al verla saltar, que Sara llegaría a ser una atleta de élite…


Aquel tiempo, acabado ahora, nos convierte en lombrices, ocultos bajo este techo que en cualquier momento puede estallar…


…cuando aún Beirut era era una ciudad donde el futuro era posible, y ella, una mariposa de colores.


Hoy ha llegado la noche y el olor del pánico, se hace el dueño de todo y de todos.


A la luz de una vela que mi cuñada ha sacado de quién sabe dónde…

…nos reunimos para contemplar, casi por última vez, la foto de mi hija, nuestra esperanza.


Sabemos que sobrevivirá a nuestra pérdida y a su propio dolor.


Y rezamos para que ese salto que se reflejó en el agua de la vida, la haga volar, dejando atrás la trampa oscura y nuestra muerte. 


Tras apagarse la voz de Cinta…el silencio. Un silencio, roto tal vez por Javier, que aconsejaba hacer una pequeña variación en el final de la historia, y en lo que todos estuvimos de acuerdo.  


A pesar de lo que acabábamos de escuchar por boca de Cinta, la tarde discurría lenta y calma, aunque tal vez la indignación rozara algunos corazones.  


Llegó el turno de Javier, que nos leyó dos poemas sobre la agreste y frondosa belleza de Canarias, y cómo él, es consolado por todo que ven sus ojos, y lo que su alma de poeta imagina y presiente. 


En contraste con los profundos versos de Javier y la solemnidad en su declamación, aparece en escena el alegre cuento que nos trae Rocío. 


Este cuento está inspirado en la fotografía que nos envió Javier, sobre la extraña forma de la abolladura en la carrocería de un automóvil. Siento no haber tomado más notas, por lo que te pido disculpas, Rocío. Lo pasé tan bien escuchándote…


La locura tenía color verde manzana… 


Al final todos acabamos riendo, sobre todo con los alocados limpiaparabrisas.

En fin, este cuento y este momento, solo estaba hecho para escucharlo narrar a Rocío de viva voz. 


A continuación, Javier me cedió la palabra.


Al igual que en las anteriores tertulias, continué con la lectura de mi novela “Ninguno de los Suyos”. En esta ocasión tocaba leer un pasaje sobre el primer encuentro íntimo de dos personajes importantes de esta historia, de entre los cuarenta que circulan por la novela. 


“El sedoso rumor de la voz de Sofía, ese suave murmullo y casi algo salaz con que ella le habló, sacudió a Bernardo con un dulce temblor muy dentro de él. Y, sin poder evitarlo, con sus manos ya liberadas del volante, sujetó el rostro de ella y besó con ansiedad sus labios. Unos apasionados besos que Sofía también deseaba. La delicia y el placer que embargaba a los dos…” 


Llegué a leer unas líneas más, pero lo más destacado de este pasaje, es ese beso al puro estilo de Hollywood.

El próximo miércoles continuaré con la lectura. 


Chelo Santa Bárbara fue la siguiente. En su primera lectura, sin título, nos habló sobre:  


el derecho a la libertad…

y que alguien te arrebate la vida 

por llevar un pendiente…


palabra hueca

mera ficción. 


Creo recordar que Javier le aconsejó el título siguiente: “Libertad Universal”.

En la segunda lectura de Chelo, hace acto de presencia la desolación, acompañada de un final sorprendente.


Llaman pesimismo a la certeza,

dolor, hastío, sufrimiento…


En el reparto de papeles,

 a mí me tocó ser la mala conciencia. 


Esta última lectura provocó un pequeño debate, que me hace recordar el por qué piensa ella que es “la mala conciencia”. El próximo miércoles se lo preguntaré. 


Tras Chelo, tomó la palabra José León Cano, el poeta de los versos alados, y en esta ocasión, más alados que nunca.


En su primera lectura, “Bubu”, nos cuenta cosas como estas:


Gracias Bubu, bendita hija del mar…


Te crecen velas, Carmen, cuando andas…


Bajo tus velas quiero navegar

y que me nazcan alas, mas contigo,

y que crezcan tus sueños, mas conmigo, 

sin que del mar queramos despertar.



Sin que del mar queramos despertar,

porque mares y soles vayan dando

amor al viento y a la tarde aliento.


En ese aliento quiero dar al viento

mi corazón, para que al ir volando

hasta tu corazón, no pare de cantar.


Leído este alado soneto,  el poeta nos conduce hasta la lejana visita a Ronda, hace algo más de un siglo, de otro gran poeta, Rilke, y del que nos habla en su libro “TRAS LAS HUELLAS DE ÁL ANDALUS”.


La embriaguez cereal de la escritura

que percibe la frente como un bálsamo vino 

aquella vez a visitarte. Estabas 

en la ciudad que vuela, era la noche


como una luna abierta y no mordida.

Las brisas del olivo coronaban tus sienes.

Dijiste entonces: vivo

y sé de un mar inmarchitable, grávido

de tormentas y labios que me esperan.


…al mismo tiempo de las rosas

que el invierno negaba.


La verdad es que nuestro amigo León, siempre lo pone difícil a los que leen tras él. Pero Ana Gonz, decidida y valiente, tomó la voz y la palabra para recordarnos, en su descarnado poema “Naufragio” que:


“Un día muy cercano, de improviso,

podríamos naufragar. 


Este paraíso nuestro construído al son de 

azulejos nuevos para cocinar amor a fuego lento…


Ser meros espectadores de la vida allá fuera,

de serie en serie de Netflix y de misil en misil,

no nos va a perdonar.

Un paraíso que nos pilla

con las manos en el aire y vacías …


Vienen guerras ruidosas, con pistolas nuevas.

No las sabremos manejar como Instagram…


Llevaremos el paraíso como una cadena.

No nos bendecirá nadie…


Solo las leyendas tienen nombre de salvavidas,

perfecto para unas vidas hipócritas, egoístas,

llenas de pecados y flaquezas, unidas 

por un horizonte confuso y doliente.”


Después, Ana pasó a leernos “Otro camino”


“Al otro lado del camino, 

un camino donde todavía 

nada está escrito sobre nosotros…


Tras su desoladora lectura, hubo un pequeño debate, sobre si lo leído debiera pertenecer a la prosa o la poesía. 


La noche ya había extendido su manto, y nada mejor que esos momentos, para escuchar la voz de David Lerma, debatiéndose contra ese otro manto, el de la hojarasca y el olvido, y que teje frases como éstas:


Antes de que la hojarasca terminase de tejer su manto, tuvo un rapto de lucidez: anotar sus recuerdos en un calendario, arrancar la hoja escrita, y guardarla en una caja fabricada con la madera de un árbol talado. 


Sería su forma de rebelión contra la amnesia; la escritura del diario de una vida condenada al ostracismo. En una hoja anotó la palabra Dios. En otra la palabra Verdad. En otra la palabra Fracaso…


Varios otoños más tarde la pregunta sustituta era ¿Quién fui?


El invierno cayó como caen los imperios, y lo que supo o sospechó fue que desde que los otoños se extinguieron, se extinguió su reverso, las primaveras… 


La noche programada para su despedida, abrió la caja de madera de su ataúd. Del interior extrajo las hojas que fue desechando una por una, como quien deshoja una margarita, hasta quedarse con la última. Leyó su contenido: Tus días planearán como alfombras voladoras…


Con el consuelo del futuro recordado se tumbó en lo más mullido de la caja, cerró la tapadera, después los ojos, y ya sí, se entregó al sueño sereno y profundo del olvido. 


Con David finalizó la íntima tarde otoñal de Rascamán, donde la prosa tienta a la poesía, y esta última, mantiene sus devaneos con la prosa, como amores ilícitos y turbadoramente apasionados.


Fue un placer volver a veros, así como  también eché de menos otras caras conocidas.


Siempre, vuestro: 



Manuel Sánchez

3 de noviembre de 2024