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lunes, 22 de abril de 2024

24ª Jornada/XVII año: Miércoles, 17 de abril de 2024

Año estelar de 2024...

 

Cuaderno de bitácora

AÑO ESTELAR DE 2024, 17 DE ABRIL, 17 HORAS 55 MINUTOS

La tripulación, al mando del capitán Javier, inicia el periplo literario, somos 13, o como dice alguien, doce más uno. ¿Un simple número va a asustarnos? No, 13, somos 13, que luego pasa al 14, al 15 y llega hasta el 20, cuando se incorpora Vicente.

“La palabra nace puente”, nos recuerda José Antonio, su naturaleza suena a canción y a compás de clavicordio se hace epígono de aquella corriente que recogía la rica veta popular llevándola a lo culto. Un hallazgo.

Cinta nos trae la vida, lo plural, nos integra, nos hace “Cómplices” con sus versos que viajan por la vida, por las relaciones con los demás. También homenajea a Doñana, esta solidaria y generosa poeta de la alegría, con la inquietud que siente quien ama el planeta y no permite que olvidemos su dolor.

En camioneta llega Juan, camioneta roja, no podía ser de otra manera; en ella, “todo es herrumbre ya y olvido”, pero en él todo es deseo de perdurar y rescatar a los “seres queridos del pasado”. Y lo logra con maestría, con coraje.

También del pasado llega Javier con su “Tempus mortis”, que se hace tempus vitae en su voz, cadenciosa y llena, confesando que “te amaré siempre” y cumpliéndolo desde hace 25 años. Le oí entonces, le oigo hoy y en esas palabras habrá más sugerencias e intenciones de las que hubo en su momento, pero aseguro que el timbre de voz y la cadencia son iguales.

A pesar de que Chelo huye de la máquina que roba el alma porque capta la imagen (todos lo sabemos desde que se inventó la fotografía) y huye de leer. Sin embargo, nos regala su experiencia con García Montero. A menudo los autores que no se materializan entre nosotros, aparecen como un holograma cargado de intenciones.

Sorprendente Mariana, escribiendo cuatro libros simultáneos. Así es ella, titánica, como su poemario “Titánica de lo urgente escondido”, donde fusiona la Naturaleza aristotélica con las palabras de nuestro tiempo. El piano sirve de lecho desde donde sus versos se nos sugieren. Música y letra de la misma autora.

Y llegan entonces las quintillizas de Alberto con sus microrrelatos para decir “te quiero”. Opina Cinta de él que hace estatuas de la realidad. ¡Qué bonito! Una genialidad la del autor, cuando nos presenta su nuevo “tono negro infiel”, quizás la envidia de los diseñadores y modistos. Y promete seguir.

Volvemos a los clásicos y siempre nuevos sonetos de León. Las musas dejaron caer sobre él la lluvia de endecasílabos necesaria para regar su huerto; bendito insomnio que fertiliza; bendito el tiempo que en sus manos se resuelve ritmo y sensibilidad. ¡Qué sería de este barco sin él!

Fátima nos pone a la barra y con el bastón que marca tiempos juega con el multiperspectivismo de todos aquellos que están detrás del foco. Misma escena, distintas voces que también merecen espacio. Eso sí, el observador analítico hace flotar un “pero…” que no nos desvela. Nos lo debes, Alberto.

Omega hace un homenaje al compañero José Antonio con “Oler juntos la menta de un recuerdo”. Es un gesto humilde de quien reconoce el poder de la palabra en los demás. Porque los homenajes hay que hacerlos en vida, y con el autor delante, a ser posible, aunque haya una pantalla que sirva de nexo, o, mejor, gracias a ella.

En dos partes, como algunos de los grandes productos de la literatura, donde, además, y para contradecir, la segunda parte sí es buena. Así es Rocío: la sugestión de la ternura y la llaneza, la calma de las frases que se desgranan como una corola repleta en el oído de quien la escucha, la sorpresa de un final que ni nos olemos. Gracias, Rocío, por hacernos jugar en esos “columpios hechos de hierro y años”, por llevarnos en tu viaje.

Vuelve con nosotros Bernardo Montenegro de manos de su padre Manuel, es personaje que está siempre, realmente nunca se va. Llega acompañado de nuevos vecinos, arropado con sus obsesiones de conquistas. Ya es el vecino con quien te encuentras cada mañana en el ascensor. Su perro, ¿será como él?

Y en esas estamos cuando el “cubo de la escalera” nos sorprende con un giro radical. Lo autobiográfico de Carmen tiene cabida perfecta en nuestro vecindario. “La imaginación se va gastando”, dice. Pero yo creo que se autorregenera, como las nubes, se deshacen y vuelven a hacerse; esas nubes que siempre, siempre, “son más blandas que el granito”, ¡menos mal!

Y si la blandura del recuerdo nos ha dejado sonriendo, José María pone sobre la mesa la guerra, el fuego, la sangre. Nos mantiene “sin salir jamás de nuestra cárcel”, en una confrontación con el mundo dañado que estamos alimentando. Nos enfrenta a fobias, a nuestra “conciencia reciclable” donde “navega el hambre” y desde donde oteamos las “cumbres rodeadas de coltán”.

Baltasar se vuelve protagonista, anda por ahí, perdido en un agujero de gusano a donde accede Juan Manuel para calcular “El algoritmo”. De pronto hemos salido, leyendo mapas estelares, a una partida de cartas en donde la abducción, la presencia policial, las torturas, el decorado de un bar y un puñado de detalles más, dan como resultado una lámpara que algo pintará en todo esto. “Así cualquiera”

Y cierra la jornada Amelia, que nos sienta al lado a su aitá, de quien siente la percepción de la futura pérdida, guardaremos el secreto junto a ella. Y la acompañamos, queramos o no, al Templo de Debod, a ver “amanecer o morir con la luz de un nuevo día”.

Otros compañeros quedan de guardia para vigilar en cubierta, no sea que los malditos borradores eliminen los versos y los relatos de nuestros horizontes. Dadas ya las 20:30, los grumetes se empiezan a retirar. La campana enmudece; la pluma, no.


Fátima Martínez Cortijo
22 de abril de 2024



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