No lo puede resistir. Después de haberles servido la comida y de haberse marchado el grupo de rascamanes tuve el atrevimiento de entrar en la cocina aprovechando el despiste del cocinero y probé de lo que quedaba en las fuentes del menú literario que habían disfrutado en la reunión de hoy.
De David me llevé a la boca dos frases: "las cenas que simbolizan la tristeza" y "las cosas hacen ruido al romperse".
De Alberto hubo plato en el menú, pero en una bandeja reposaba un entrante suyo también y me lo llevé a la boca: "Desde Guerra y Paz todas las novelas tienen algo de humor". De su plato, paladeé un "A mi madre le gustaba sufrir".
Se me estaba abriendo aún más el apetito. En la bandeja de Carmen Padín, crujiente, quedaba un suculento "...las partes favoritas, las que entrecierran los ojos y activan las cuerdas vocales".
Los relatos eran exquisitos pero José María Garrido aportó poesía. Dejé que se deshiciera lentamente en mi boca un "Es la palabra / es el mar / el vibrar del diapasón entre alaridos / el que despierta el sueño del poema".
Vigilé que el cocinero siguiera desparecido y volví al menú. Más poesía, delicada, cocinada a baja temperatura, tomé dos versos de Aure, el primero de "Jardín Zen": "ir buscando piedras de mejor perfección" y el segundo, de "Alzheimer": "Alguien me habrá robado también ese tesoro".
Cierro los ojos para que se prolongue en mi paladar el recuerdo de los sabores.
Chispeante, dulce, picante, emotiva la poesía que elaboró José Antonio. Caigo sobre un "Ay, Matilde / cuando todo esto acabe / nos apañaremos en cualquier rincón" y me llevo a la boca unos versos que me hacen saltar una lágrima: "En la tele / elecciones, isobaras / una barca encalló en Canarias".
Sé que no debería comer más pero mi conciencia me dice que apenas estoy probando una ración mínima y que mi cabeza y mi estómago me empujan irremediablemente a seguir con el resto del menú.
El cocinero sigue sin aparecer así que tomo la cuchara y recojo del guiso de Paloma Sánchez un contundente "A la Juliana no le hace falta trabajar" y apuro de dos movimientos rápidos un "aficionada a ayuntamientos carnales" y un "Felipe de Todos los Santos".
De Javier, bebo primero un poco de agua y tomo unos versos sueltos: "Muerto / entre sus manos muertas / quedó temblando el silencio".
Me quedan dos platillos, los últimos que se sirvieron, aún están templados. Rocío no había traído nada suyo para el menú pero ha decidido traer un plato de Joan Margarit. En mi boca se deshace y me hace temblar el poema "Una mujer mayor".
Me queda un hueco para el que, a última hora, incorporó Mariana al menú. Lo tomo sabiendo que no será fácil que pruebe nunca otro menú como el de hoy. Me hacen suspirar un "la nieve reconoce la muerte en su terrible avance" y un "evitar el cementerio que transite tus oídos".
Oigo pasos, vuelve el cocinero.
Me da tiempo a salir de la cocina guardando en mi mano de postre unos versos de Juan José Alcolea: "Aquí, en el lado izquierdo / me ha crecido una flor esta mañana".
Javier Díaz Gil
10 de abril de 2021
5. David Lerma:
Ven, David, arráncate los cables y conecta. Y escóndete aquí, a resguardo de la plaga de cordura y sensatez que nos arrasa; ven a cobijarte en este refugio de excéntricos que escriben, leen, pagan a Zoom religiosamente, apuntan y disparan a la diana del mundo cabal sus jeringazos de letras y poemas. Acércate, no te lo pienses, lee tu relato y recibe a cambio el título perfecto y las críticas certeras. Ponte a salvo de la epidemia de discernimiento que asola calles y avenidas; aprende de los magníficos microrrelatos de Alberto y Carmen, impecables en la forma y también en el contenido. Guarécete de las certezas que llueven ahí fuera, acomodado bajo el poema, abierto a la manera de los paraguas, de José María, quien "sigue en el mar de ese papel en blanco, tan azul y transparente". Presérvate del contagio de pontífices e infalibles habitando el "Jardín Zen" del genuino personaje poético Aureliano Cañadas. Busca el amparo entre los tiernos poemas de Matilde, como si lo hicieras entre los brazos de Panacea, con Miguel Strogoff como invitado de honor, que dicta José Antonio. Escucha el relato autobiográfico de Paloma y siente, David, como nunca antes lo habías sentido, que el recuerdo abriga y fortalece nuestras debilidades. Defiéndete de las verdades de los mentirosos recibiendo las dosis de vacuna protectora repartidas en los dos poemas de Javier, que por un momento te devuelven a los maravillosos tiempos de la chifladura. Sana tus certidumbres inyectándote el poema-medicamento (todos los poemas lo son, incluso los que no superan los controles) de Joan Margarit que trae Rocío. Inmuniza tu mente contra las razones inexpugnables de los generales que dirigen el mundo, deleitándote con el arrullo de los versos hermosos recitados por Mariana. Y no te vayas, David. No recuperes el raciocinio, no encuentres la cabeza. Quédate en este miércoles por los siglos de los siglos pero sin amenes, en la compañía sanadora de diez locos geniales que pasan una tarde inolvidable colgados del cristal de una pantalla.
David Lerma
10 de abril de 2021
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