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viernes, 10 de mayo de 2019

27ª Jornada/XII año: Miércoles, 8 de mayo de 2019


Lectura - Inauguración Exposición "Recoger el guante"

RECOGER EL GUANTE

Miércoles 8 de mayo, una tarde de viento, de esas que hacer volar sombreros y perder un guante. Uno piensa que las prendas se diluyen en los remolinos, se transforman en aves que vuelan por la ciudad, que se quedan varadas en las copas de los árboles donde nadie las ve, que terminan por esconderse en las alcantarillas. Quizás los sombreros, los guantes se van a Vergüenza Ajena a inspirar versos y relatos. No es mentira, yo los vi. 

Juan Antonio recogió el guante del acoso, cárcel de sus manos, para trepar juntos a las ramas.

María de Jesús, llevaba dos, bien amarrados, listos para asestar un gancho al hígado y noquear a un mal amor.

Juan Calderón dejó de ver las manos. ¿Qué qué hacer entonces con los guantes, si no se tienen manos?

José León llegó con los guantes puestos, pero no era de ésos de los que quería hablar. Sino de uno perdido en el pavimento, arrimado a las colillas, quizás para encontrar compañía. Señor, ¿por qué me has abandonado? se lamentaba la prenda en singular.

Javier Díaz Gil se apiada de su alma de cinco dedos, pero nos recuerda que cada guante perdido ha dejado abandonada a su pareja. Oh, triste amenaza de aquello que se da de dos en dos.

Lo corrobora Aureliano Cañadas, idea suya la de recoger guantes y darles nueva vida. ¡Qué guantes más afortunados los que cubren los dedos del poeta! Ha dejado uno sin salir del armario.

Por su parte, Celia Cañadas ha dejado otro en el parque, deshilachado por una palabra, una sola, sabe que los guantes ya no harán par, no se lo digas.

José Antonio Carmona, en breve haiku, detiene el guante de la vida, el tiempo corre, ni pan ni agua, viaje a la nada, sendero y grava...

Ismael Constantinopla deja caer una bomba que aturde a los rascamaneros: !BOOM! Todos sentimos la amputación en carne propia, un quejido se levantó en la sala. No te venden un guante solo, el otro tendrá que quedarse en el cajón con su etiqueta.

A Javier Díaz Gil no me atrevo a preguntarle por la fecha, ni el porqué sentirse como guante sin su gemelo ni del frío ni si se borraron los paréntesis de Carlos Fuentes. Solo decirle que mi mano percibió el cambio de temperatura que sientes en la piel al deslizar el guante y dejarla a merced del tiempo.

Rocío Díaz teje guantes para seis dedos, sí, como lo oyes. Uno más para evitar que pienses que te llevan de la mano. Los hace bola, descubre las manos  y nos revela que es el tibio contacto de la piel lo que en verdad te guía.

Omega busca al águila en su vuelo y ofrece un guante de cetrero para dejarla posar, mansa, sobre su mano diestra.

A Francisco Fenoy la noche le crece, un guante enlunado le hace creer que es de plata, lo recoge, es un guante sudado que alguien más le reclama como suyo.

Mariana Feride, rebusca en el baúl los antiguos guantes de su abuela. Llenos de silencio, tan llenos de palabras mudas que parece que aún están las manos dentro.

El metro es experto en robar prendas, explica Ana. Ella, mujer, dueña de su alma y de sus versos, con arma de cuchillo entre sus piernas nos advierte ¡Eh, no pises el guante! qué de seguro tiene historia.

Iñaki toma el asunto con más ligereza, como malabarista del circo juega con los guantes. Podemos verlos dando cabriolas en el aire. Aguanta la respiración un petit peu, si vous plait.

Cinta Guil ha dibujado un guante mano y una estrella guante, le preocupa la luz que emana de los dedos, nunca desnudes la mano sin tu sombra, murmura, exige.

Hay veces que debemos ponernos guantes para que las manos no se agrieten, se mantengan a salvo en la sequía de aquello que nos es vital, mientras no sepamos cuánto dura el casi nada. Recomienda María Eugenia López.

Es verdad, a veces no basta con saber del guante que cayó en la despedida marcando la ruptura. No basta, dejamos, tal vez en demasía, el otro en el bolsillo del abrigo o en el cajón del buró. Lo mejor es tirarlo a la basura, en la calle para que otros lo recojan y comenzar de nuevo. No sé si Feli Martínez estará de acuerdo. Cuando lo encuentre, le preguntaré.

Isabel Morión tiene guantes de vino, de vino tinto. Con toques de memoria y amores, con cuerpo y sin dejo de acidez, perfumado de música y palabras sugerentes. Guantes conservados en barrica de cedro rojo.

En algún momento todas hemos querido tener una coraza que nos proteja del polvo de la desmemoria, de aquello que nos perturba, nos ensucia o nos molesta. Un guante para poder limpiarlo todo y desecharlo sin remordimiento. Alma Pagés , de incógnito, nos lo sugiere.

!Ay, Alberto Ramos, cómo desgarras nuestras entrañas! Guantes de pescador, de pecador en un dilema sin respuesta. No nos dejes sin tu presencia. Haces falta.

Hay de guantes a guantes. Desde los más burdos de carnaza para el trabajo, hasta los sensuales de satén negro... y si no que le pregunten a Juan Raña por aquel hasta el codo robado a Rita Hayworth. ¡Ay Rita, no podemos olvidar tus guantes!

Veinticuatro guantes perdidos, tesoro para cazadores de recompensas, escribe Carlos Tejado y dice mucho más con esa creatividad y buen humor que se le desborda hasta por los guantes.

Y yo, como él, a pesar de haber recibido tantos guantazos, pienso: I wanted more!!

Carmen Padín
9 de mayo de 2019











La exposición en Vergüenza Ajena (DEL 3 AL 31 DE MAYO DE 2019)



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