Lectura - Inauguración Exposición "Recoger el guante"
RECOGER EL GUANTE
Miércoles 8 de mayo, una tarde de viento, de esas que hacer volar
sombreros y perder un guante. Uno piensa que las prendas se diluyen en los
remolinos, se transforman en aves que vuelan por la ciudad, que se quedan
varadas en las copas de los árboles donde nadie las ve, que terminan por
esconderse en las alcantarillas. Quizás los sombreros, los guantes se van
a Vergüenza Ajena a inspirar versos y relatos. No es mentira,
yo los vi.
Juan Antonio recogió el guante del acoso, cárcel de sus manos,
para trepar juntos a las ramas.
María de Jesús, llevaba dos, bien amarrados, listos para asestar
un gancho al hígado y noquear a un mal amor.
Juan Calderón dejó de ver las manos. ¿Qué qué hacer entonces con
los guantes, si no se tienen manos?
José León llegó con los guantes puestos, pero no era de ésos de
los que quería hablar. Sino de uno perdido en el pavimento, arrimado a las
colillas, quizás para encontrar compañía. Señor, ¿por qué me has abandonado? se
lamentaba la prenda en singular.
Javier Díaz Gil se apiada de su alma de cinco dedos, pero nos recuerda
que cada guante perdido ha dejado abandonada a su pareja. Oh, triste amenaza de
aquello que se da de dos en dos.
Lo corrobora Aureliano Cañadas, idea suya la de recoger guantes y
darles nueva vida. ¡Qué guantes más afortunados los que cubren los dedos del
poeta! Ha dejado uno sin salir del armario.
Por su parte, Celia Cañadas ha dejado otro en el parque,
deshilachado por una palabra, una sola, sabe que los guantes ya no harán par,
no se lo digas.
José Antonio Carmona, en breve haiku, detiene el guante de la
vida, el tiempo corre, ni pan ni agua, viaje a la nada, sendero y grava...
Ismael Constantinopla deja caer una bomba que aturde a los
rascamaneros: !BOOM! Todos sentimos la amputación en carne propia, un quejido
se levantó en la sala. No te venden un guante solo, el otro tendrá que quedarse
en el cajón con su etiqueta.
A Javier Díaz Gil no me atrevo a preguntarle por la fecha, ni el
porqué sentirse como guante sin su gemelo ni del frío ni si se borraron los
paréntesis de Carlos Fuentes. Solo decirle que mi mano percibió el cambio de
temperatura que sientes en la piel al deslizar el guante y dejarla a merced del
tiempo.
Rocío Díaz teje guantes para seis dedos, sí, como lo oyes. Uno más
para evitar que pienses que te llevan de la mano. Los hace bola, descubre las
manos y nos revela que es el tibio contacto de la piel lo que en verdad te
guía.
Omega busca al águila en su vuelo y ofrece un guante de cetrero
para dejarla posar, mansa, sobre su mano diestra.
A Francisco Fenoy la noche le crece, un guante enlunado le hace
creer que es de plata, lo recoge, es un guante sudado que alguien más le
reclama como suyo.
Mariana Feride, rebusca en el baúl los antiguos guantes de su
abuela. Llenos de silencio, tan llenos de palabras mudas que parece que aún
están las manos dentro.
El metro es experto en robar prendas, explica Ana. Ella, mujer,
dueña de su alma y de sus versos, con arma de cuchillo entre sus piernas nos
advierte ¡Eh, no pises el guante! qué de seguro tiene historia.
Iñaki toma el asunto con más ligereza, como malabarista del circo
juega con los guantes. Podemos verlos dando cabriolas en el aire. Aguanta la
respiración un petit peu, si vous plait.
Cinta Guil ha dibujado un guante mano y una estrella guante, le
preocupa la luz que emana de los dedos, nunca desnudes la mano sin tu sombra,
murmura, exige.
Hay veces que debemos ponernos guantes para que las manos no se
agrieten, se mantengan a salvo en la sequía de aquello que nos es vital,
mientras no sepamos cuánto dura el casi nada. Recomienda María Eugenia López.
Es verdad, a veces no basta con saber del guante que cayó en la
despedida marcando la ruptura. No basta, dejamos, tal vez en demasía, el otro
en el bolsillo del abrigo o en el cajón del buró. Lo mejor es tirarlo a la
basura, en la calle para que otros lo recojan y comenzar de nuevo. No sé si Feli
Martínez estará de acuerdo. Cuando lo encuentre, le preguntaré.
Isabel Morión tiene guantes de vino, de vino tinto. Con toques de
memoria y amores, con cuerpo y sin dejo de acidez, perfumado de música y
palabras sugerentes. Guantes conservados en barrica de cedro rojo.
En algún momento todas hemos querido tener una coraza que nos
proteja del polvo de la desmemoria, de aquello que nos perturba, nos ensucia o
nos molesta. Un guante para poder limpiarlo todo y desecharlo sin
remordimiento. Alma Pagés , de incógnito, nos lo sugiere.
!Ay, Alberto Ramos, cómo desgarras nuestras entrañas! Guantes de
pescador, de pecador en un dilema sin respuesta. No nos dejes sin tu presencia.
Haces falta.
Hay de guantes a guantes. Desde los más burdos de carnaza para el
trabajo, hasta los sensuales de satén negro... y si no que le pregunten a Juan
Raña por aquel hasta el codo robado a Rita Hayworth. ¡Ay Rita, no podemos
olvidar tus guantes!
Veinticuatro guantes perdidos, tesoro para cazadores de
recompensas, escribe Carlos Tejado y dice mucho más con esa creatividad y buen
humor que se le desborda hasta por los guantes.
Y yo, como él, a pesar de haber recibido tantos guantazos, pienso:
I wanted more!!
Carmen Padín
9 de mayo de 2019
La exposición en Vergüenza Ajena (DEL 3 AL 31 DE MAYO DE 2019)
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