.... la tripulación del Rascamán
A bordo nos encontrábamos tres petimetres (dos
de más de 70 años y Javi, el capitán, de unos 50 bien conservados) cortejados
por Rocío, la cual, con su pañuelo piratesco de color rojo cubriendo su cabello, atraía nuestra atención como si de
un imán psicológico se tratase, al tiempo que nos leía su cuento, en el que nos descubre una
vez más su ingenio, humor y capacidad narrativa, mostrándonos la eterna
búsqueda del yo; por ello nos dirá más o menos:
“que no, que
sí, que si arriba que si abajo”, tratando de encontrarse para después
trasladarnos a la parada del autobús,
en la que el autobusero "sólo vio mi billete“, pero ojo, que lo mismo era
ella o que no, vaya vd a saber y como comprenderán, cualquiera se atreve a saludar a alguien que
es y que no es. Convendrás Rocío que es un pelín complicado. ¿Sí? Gracias por
tu comprensión. Así es que no se lo
tomes a mal al chófer del enorme vehículo a cuatro ruedas que te transporta
plácidamente por las calles de la ciudad en un pis pas, mientras tú te sigues
buscando en los bolsillos de la falda a ver si con un poco de suerte encuentras
algo que pueda abrir las puertas de un
encuentro contigo misma. No obstante, Rocío, el cierre de tu cuento me tranquilizó y a fe mía que de sopetón me quitó la angustia que poco a poco se iba apoderando de mí como garra de hierro que apretaba mi garganta, en
vista de que la búsqueda en los últimos cajones de tu casa resultaba
infructuosa.
Menos mal
que por fin te encontraste. Enhorabuena.
A
continuación, Javi, tras sacar de un barril lleno de papeles un pergamino que había rescatado del mar,
tras el naufragio de un bergantín, desenrollándolo con la habilidad que le
caracteriza, nos mostró el poema Atreverse,
cuyo autor es Ben Clark, último premio Loewe de poesía:
“Atreverse, viajar a la Galaxia
que gira en cada uno de nosotros
…”
Bellísimo.
A continuación, Aureliano Cañadas,
empeñado en mostrarnos sus destrezas toreras, nos regaló dos pases de pecho
dados a un barril que, caído en el suelo, rodaba entre los vaivenes del barco, marchando en zig- zag por la cubierta.
Todo un espectáculo, porque maneras y hechuras no le faltan a nuestro amigo que, no contento con la anterior faena con el capote, nos mostró su destreza lanzando
un par de banderillas al aire que al precipitarse en picado hacia el suelo,
en el mismo lomo del barril, ondearon triunfantes iluminando de esta suerte la
tarde de la piratería que poco a poco fue llegando al barco atraída por los
gritos de olé y los hurras propios de los corsarios que lanzaban dagas por doquier,
convirtiendo en dianas cualquier palo
del velamen.
Terminada la faena, Aureliano, nos
obsequió, entre copas de aguardiente, con varios poemas:
En el poema dedicado a Rimbaud y La
Comuna,titulado Rimbaudiana, el poeta nos dice:
“No medir la
desgracia con imágenes
o días arrojados por la borda
de un barco
ebrio
o más que ebrio, cansado
…
en esta obra tan mal representada
mi vida”
Para luego obsequiarnos con un poema
dedicado a su nieta, en el que participa el gato Isidoro, contándonos asimismo
las aventuras del micifuz, despertando a su dueño.
Poema lleno de nostalgia y de humor.
Después terminará su intervención con
el poema titulado La hormiga suicida, del que entresacamos los versos:
“No soy más que una hormiga
en medio de la noche
aferrada a una brizna
de hierba.”
Un placer, Aureliano.
Ante mi sorpresa, irrumpe Cinta llena
de brío que, tras lanzar tres dagas al aire y recogerlas simultáneamente del
mismo con la mano izquierda, nos lee el cuento
titulado El camino imposible en el que nos narra la historia de una madre muy rígida, que educa a sus hijos en los
valores católicos, con la imposición de un dogmatismo sin fisuras; mas al final,
todos sus esfuerzos dan como resultado unos hijos ateos.
Muy bien construido Cinta.
De repente, oímos gritos de auxilio salidos de un pequeño bergantín de 4 metros de eslora con un único tripulante que, desesperado, pide ayuda ya que su ridícula barquichuela zozobra entre las
bravas embestidas de las olas que lanza el cabreado Neptuno; cabreado, vaya vd
a saber por qué, pues los dioses además de caprichosos, ya se sabe, son muy
celosos y cualquiera puede haber galanteado a una de sus muchas esposas;
porque machistas sí que son los condenados.
Ante nuestra sorpresa va ascendiendo
poco a poco, chorreando agua por doquier, el inefable y corpulento León que, tras proferir el consabido ¡Rayos y truenos!, consigna universal de toda la
piratería, y sentarse en un barril, profiere con singular energía:
- ¡Vive Dios, que algún día convertiré en trocitos el tridente de
Neptuno!
-Tranquilo, tranquilo, a ver si nos
la vas a liar, ahora que las aguas han vuelto a dormitar en los brazos del
sol y Neptuno se ha creído que has sucumbido junto con tu esmirriado bergantín.
-¡Voto a brios!-ruge León,
enarbolando el puño derecho.
-Tranqui, tranqui, León, y ahora nos
haces el favor de vestirte de soneto y recitarnos lo que quieras.
Dicho y hecho, nuestro amigo, tras
sacudirse el cabello a derecha e izquierda, nos obsequia con un poema sin título, del que
entresacamos los versos
“ ¿Por qué te desesperas?
ahora que tienes ya la edad madura
…
qué más puede pedirse sino nada?”
Magnífico
Para, a continuación, recitarnos un poema
libre, satírico donde los haya, dedicado a los llamados profesionales
(electricistas, fontaneros y demás similares), que no dejan pegar el ojo durante
la siesta, por el enorme ruido que hacen.
Y por último, nos lee el soneto titulado
“ Polvo desenamorado”, del que
entresacamos los versos:
“Cuando de amor se erizan los cabellos,
cuando fluye a ti el mar resuelto en río
cuando yo, caudaloso, me desvío
de
mi ser a tu ser en mil destellos.
…
…
Lástima que el placer de mi simiente
dé tan poco en tus honduras frías
donde jamás mi amor halló consuelo”
Estupendo, León, con ese poema eres capaz
de dejar sin tridente al condenado Neptuno.
Mientras tanto, la dulce Mariana que
lleva un par de años incorporada a la tripulación del Rascamán, tras dejar en
la borda su vestido de grumete, nos obsequia con el poema en prosa sacado de su
libro inédito Enseña, del que
entresacamos:
“ La hierba sigue creciendo sin ti.
Cuchilladas bien afiladas cortan las
raíces
El sometimiento del hombre por el
Poder….
…”
En el que lo trágico y fantástico se
entremezclan en una prosa poética llena de fuerza.
Mariana, siempre nos sorprendes.
De repente, Iñaki hace saltar de alegría
a su acordeón, y tras regalarnos sus deliciosas notas, nos lee el relato "Vive…o muere" que trata de un
homosexual sometido a una agobiante presión familiar y que tras terminar
viviendo con su padre -hombre gravemente enfermo-, lleva una vida aislada,
solitaria, de abandono, después de dejar su relación con otro hombre y
tratar de que su padre viva y sea capaz de
aceptarle. Mas éste no lo acepta, sino que lo perdona por ser como es, lo cual
lleva al hijo a quitarle el cable de oxígeno, que le mantiene con vida.
Muy bien construido, Iñaki.
De repente, se adueña de la tropa un singular alboroto que, espantada, corre por cubierta como alma que lleva el diablo. David, por su parte,
señalando a uno de los barriles exclama.
-¡Ahí, ahí está, vestido de lagartija!
-Pero qué dices David, explícate-le dice
sereno Javier, agitando su pata de palo.
-Sí, sí, Neptuno disfrazado de lagartija.
De pronto, nuestro audaz capitán lanza
su daga y la infeliz lagartija queda ensartada en la misma, cual pincho moruno
-Eso hago yo con los Neptunos, diantres -dijo desafiante, indicando a la
tropa que volviese a sus puestos-. Y ahora, David, léenos algo de tu novelita.
-Lo siento, pero no he traído
nada -contestó tímido.
Yo, por mi parte, le sugerí que podía
escribir una novela basada en las hazañas de un pariente lejano que para más
Inri participó en la célebre caminata por la selva ecuatoriana -llena de
bichejos y enormes insectos- junto a Núñez de Balboa, gesta que llevó al descubrimiento del Pacífico,
apuntándose el tanto el tal Núñez que mandó a la tropa a esperarle a prudente
distancia mientras él divisaba el
Pacífico, pasando de esta suerte a la Historia, cuando la verdad -según
muestran los archivos sevillanos- es que tu pariente se había adelantado y en el
momento decisivo, Balboa le echó la zancadilla.Y que sepamos, todavía el árbitro
no ha pitado penalti.
Pero nada, por lo que veo, mi sugerencia
ha caído en plato roto, y David ha decidido escribir una novela no se sabe bien sobre qué.
Como ven, mis bien intencionados
consejos siempre terminan en el cajón virtual de la basura.
Gracias. Todo un detalle.
Como lo fue la irrupción de Celia -hija
del intrépido Aureliano- que nos dedicó un poema titulado A un paraguas, en el que, con la delicadeza propia de tan elegante dama, nos
envuelve con gran finura en el suave oleaje de sus versos:
“ Es por lo que tiene de aéreo
y no remonta
por lo que de beso
encierra el mecanismo
por lo absurdo del lugar
que delimita
…”.
Ahí es nada, Celia.
Lástima no haber recogido el poema en el
que juegas con el gorrión, que trata de coger el alimento que le ofreces. Cualquier cosa cotidiana es
motivo para que despliegues tu ingenio.
Un hacha, vamos.
De repente, oímos golpes en la escotilla de proa: golpes
nerviosos, desesperados, de alta intensidad y elevada frecuencia. ¿quién sería
el osado que se había entretenido en la bodega y que sin respetar las reglas
de la piratería se hacía notar de forma tan
chirriante? Y ante nuestra sorpresa, de las profundidades del barco emerge,
sacudiéndose el ropaje lleno de rotos, Juan Antonio Arroyo que ,sentándose
en un tosco taburete, nos mira sonriente como si tal cosa. Ahí es nada.
Atónito, Javier, el capitán, tras mover con gran soltura su pata de palo, le
conmina a ponerse firmes, lo cual Juan
Antonio ejecuta con tal rapidez que al personal nos dio la sensación de que su
cuerpo era un muelle, que tras varias oscilaciones alcanzaba su máxima amplitud, después de
haber roto la fuerza que le tenía apretujado encima del taburete, que no era
otra que la enorme presión que sobre su cabeza ejercía el corpulento León.
-¡Más derecho aún, mentecato! -le
recrimina Javier.
-Pero si no puedo más, mi capitán- contesta Juan Antonio tras estirarse un pelín más.
-La próxima vez que irrumpas de esta
forma te pasaré por la quilla del barco, mequetrefe. De momento te castigaré
con fregar durante una semana la
cubierta y copiar cien veces las leyes
de la piratería -le dijo Javier.
-A sus órdenes -respondió Juan Antonio-.
¿Puedo leer mi relato?
-Hum, hum. Bueno, leelo. Con voz clara y
precisa -ordenó Javier.
Y dicho y hecho, Juan Antonio, tras
quitarse el pañuelo, se puso a leernos el
relato titulado Convocatoria
Extraordinaria, en el que se nos narran las desdichadas aventuras de
determinados personajes de la actualidad política con el asunto de los Máster
de la Universidad Rey Juan Carlos y otras andanzas. Asuntos todos ellos que dañaron el prestigio de dicha Universidad, pues varios profesores afirmaban que
habían falsificado sus firmas en el Máster de Cifuentes. Ante tal revuelo, el
Rector de dicha Universidad convocó una reunión urgente del órgano rector discutiéndose distintos aspectos de tan malhadada
aventura, cosa que empezó a crear sospechas entre los componentes de dicho
Consejo porque llegados a este punto: “aquí no se puede uno fiar del compañero”
-exclamó uno de los miembros- y añadió: “cualquiera te puede agredir por la
espalda”. Tras acalorado debate, uno de los presentes dijo a la escogida
concurrencia:
- Es propio de los humanos.
-Propongo que nos quitemos las caretas,
señaló otro.
Y uno por uno se desprendieron de las
mismas mostrando su verdadero rostro. ¡Eran Simios! ¡Perfectos ancestros, que
se habían disfrazado de humanos!
-¿Y cómo ha podido ocurrir?, si sólo hemos
favorecido a determinados gobernantes de ínsulas.
-Porque lo hemos extendido a otros
subalternos influyentes-exclamaron otros- y ya se sabe, cuando se favorece a
más de cuatro, la indiscreción se adueña
de los pasillos.
- Cerremos discretamente la sesión-
señaló el presidente.
Y así es como los queridos simios que nos gobiernan pretenden
darnos con la puerta en las narices.
Por su parte Alma, desempolvando un viejo manuscrito que
practicaba en la bodega el sueño de los justos, nos deleitó con el relato Apellidos completos, en el que nos
narra las desventuras, entre otras, de Luis María Gómez de Salazar y Allende -total, nada-; relato en el
que la autora nos relata las peripecias y miseria de este aristócrata venido a
menos, hasta llegar a la Indigencia.
Relato en el que Alma consigue, con
singular destreza, recrear la atmósfera
opresiva de los tiempos de Franco, lo cual trajo como consecuencia que nuestra
piratería hablase de aquellos tiempos del cuplé, haciéndonos notar la autora que
sus compañeros maoístas y otros istas la tacharon de burguesa decadente, por
no estar de acuerdo con algunas de sus certezas.
Vamos, Alma, cómo se te ocurre no decir
amén ante las verdades absolutas,
pretendidamente científicas. ¡A quién se le ocurre! Toma tu cimitarra y a otra
cosa y da paso a Ana que se pasea por la borda enarbolando la bandera gallega,
invitándonos para el próximo miércoles a festejar el Día de la Letras Galegas; a lo cual la tripulación responde gritando tres ¡Hurras! al tiempo que la pasean a
hombros por cubierta entre vítores y aplausos aprovechando la complicidad del
capitán de la corbeta que hace rebotar su pata de palo contra el desvencijado suelo produciendo un grotesco
chirriar de la madera.
Ana, tras obsequiarnos con una amplia
sonrisa, nos lee el estupendo poema titulado Sin
prisas, del que entresacamos:
“ Iba el mar con prisa
….
Iba al encuentro de un mar infinito
….
sólo encontrar miedos
muchos miedos.
…
Libre para ti sin prisa
Libre para ti sin prisa
hasta la última noche.”
Muy bien, Ana y muy bien por deleitarnos
con tu recitación en los dos idiomas: gallego y español.
Estupendo.
Por mi parte, irrumpo en medio de la
tropa entre hilarantes traspiés pues caminaba trabado por las trenzas de la
escoba que como una zarza se había adherido a mis pies; y de esta suerte
vengarse por haberla tenido fregando los habitáculos y cubículos del barco durante
cuatro horas. Gracias a que Javier intervino y de un tajo malhirió a la
condenada que, gimoteando, se fue a
contar sus penalidades a un orondo
barril .Como se puede inferir: no se puede uno fiar ni tan siquiera de los
instrumentos cotidianos pues en cualquier momento nos la pueden jugar,
llegando incluso a arrojarnos a la calle como pago a nuestra indiferencia y
egoísta utilización de los mismos.
Y tras ordenarme Javier que leyese,
recité el poema Harapiento:
“
Sólo
sin siquiera caricias
con las que tu corazón
descanse en sus detalles.
Sólo
con tu viejo morral
de entrecortados gritos.
Con el pan bajo el brazo
en un mundo de ruinas.
En la basura,
con un espejo
enviando señales.
En la profundidad
de lo horrible
en busca de horizontes.
En la rotunda soledad
rescatando recuerdos.
En las implacables calles
como una gota
ahogada por el mar.
Sólo, tú
en una noche
llena de maldiciones
pisoteado violín.”
Y aquí se cierra esta bitácora. Y tras emprender ligera marcha, junto con la tropa,
para reponer energías en los tugurios de la piratería y así estar preparados
para otras singulares aventuras en busca de los tesoros ocultos en las Islas Caimán
u otras de igual pelaje, fruto de la rapiña y expolio practicado por tanta gente de bien, se despide este fiel grumete
del Rascamán.
En
los Mares del Sur a tantos de tantos de dos mil y tantos
Juan Manuel Criado Manzano
21 de mayo de 2018
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