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martes, 18 de marzo de 2014

24ª Jornada/VII año: Miércoles, 5 de marzo de 2014

 Ariadna, Teseo y el Minotauro


Reunidos en torno a dos mesas varios Rascamantes lloran en La Livrería la ausencia de su Teseo, Javier Diaz Gil, quien les dejó días atrás para guiar sus pasos por un peligroso laberinto cuyo interior esconde un monstruo antropófago. José León, Paco Fenoy, Juan Antonio, Rocío, Alma Pagés, Cinta, Carlos Yasabe y David, lloran y meditan si lo que impulsó al poeta a aventurarse en tan riesgoso viaje no fue sino la tardanza en presentar sus trabajos para la antología Rascamanera.

¿Habrá vuelta atrás?, se preguntan, ¿una segunda oportunidad? ¿Desandará Javier el camino recorrido? ¿Dónde está la salida…?

Los Rascamantes lloran por los tiempos en los que Javier-Teseo estaba con ellos, pero también por aquellos en que los barrios de las ciudades no eran dédalos sino pueblecitos donde todos se conocían y todos cuidaban de todos. ¿Lloran por los tiempos pretéritos o lloran por los actuales, tiempos caníbales dominados por un individualismo de cuerpo humano y cabeza taurina, tiempos en los que la solidaridad ha dejado de ser norma para convertirse en excepción heroica?  

Da igual, es lo mismo: los Rascamantes lloran, y punto. El clima es propicio. Y por culpa de ese llanto desconsolado han levantado su propio laberinto, construido con los kleenex que han ido depositando sobre las mesas.

Para aliviar la pena los Rascamantes deciden leer. Quieren convertir en presente tangible tiempos que sí, es cierto: fueron mejores. Es la manera de exorcizar sus Minotauros, no conocen otra. Inicia el rito redentor el poeta Paco Fenoy, que lee a la afligida concurrencia una crítica a su último poemario, escrita por Milagros Salvador, publicada en una revista. En ella, Milagros habla de la intensidad y de la densidad de los mensajes fenoyeros. Después, Paco lee un poema fechado en el año 1990 (¿tiempos acaso mejores…?), inspirado en la figura de Rafael García Calvo. Dejo constancia aquí de varios versos:  

Y como siempre extraños / a los presentes nuevos vientos / que nos vienen cercanos / ajenos a lo vivo / para nada nos sirven / los sabios y los poetas.

Una vez más, la poesía cumple su función terapéutica. Lo demuestra el ánimo rehecho de los Rascamantes, quienes enjugan sus lágrimas y se atreven incluso a sonreír; parecen mejor de lo suyo, tras aludir a otro mito y sugerir un relato que tenga por protagonista a un Sísifo aquejado de piedras en los riñones, lo que rebajaría su condición mitológica a la categoría más dolorosa de ser mortal. 

La segunda Rascamante en leer es Rocío, que hoy anima a los oyentes no con un relato propio, sino ajeno. Su autor es Fernando León de Aranoa, director y guionista de cine. El relato se titula “Mi Waterloo” y pertenece a su libro “Aquí yacen dragones“. Los Rascamantes escuchan atentos y, al terminar, reconocen la capacidad narradora del autor, valoran su originalidad y ensalzan la raíz lírica de su prosa

A continuación, interviene Cinta para recetar a sus compañeros una lectura anti-tristeza. (Y, ¿cuál no lo es, me pregunto, excepción hecha de los periódicos…?) Se trata de la novela “Mil soles espléndidos”, del escritor afgano Khaled Hosseimi. Cinta lee un fragmento que contiene la semblanza que un personaje hace de su padre. La descripción demuestra a los Rascamantes que la memoria puede elevar a materia literaria el recuerdo de los seres queridos, pero también al hecho incontrovertible que lo provoca: el vacío que nos dejan. Al que esto escribe le emociona profundamente el fragmento.   


Cierra el turno de lecturas el Rascamante Carlos Yasabe. Carlos recita un poema y ofrece un extraordinario verso para la reflexión:

Amamos la longevidad para amar la maravilla.


Los Rascamantes confían en que Javier, su Teseo, regrese algún día victorioso. Y así como Pinocho escapó de las entrañas de la ballena, y los siete cabritillos hicieron lo propio de las de un lobo feroz, escape él al hambre voraz y milenaria del Minotauro. Para tal fin, ofrecen sus sacrificios, que tendrán la forma de relatos y poemas enhebrados con finísimos pero irrompibles hilos de Ariadna. Y esperanzados, se dirigen por el sendero que les llevará a la salida. 


David Lerma Martínez
17 de marzo de 2014

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