LOS ALARIFES
(la bóveda mágica de los libros)
Hoy nos
reunimos en la nueva sede de los Rascamanes, “LA LIVRERÍA”.
¿Seremos los
alarifes de este nuevo espacio? Seguro.
Estamos protegidos por la bóveda mágica de los libros. Y nos disponemos a crear
un nuevo ámbito, ese que se cohesiona con la palabra.
Paloma
Hidalgo comienza poniendo la arena fina de su “MONSIEUR”. En el relato brilla
el broche para mamá del protagonista, acabando con su historia de amor truncada
con la escaparatista. En otro relato, con argamasa gruesa, aparecen el Calvo y
la Gorda, la marionetas de un teatro ácido.
Cuento los
peldaños de AMBERES, donde Bolaños
deslumbra al lector con su pértiga sobre el vacío entre la poesía y la realidad
sórdida.
Javier
comenta TODO LO QUE ERA SÓLIDO, y
Muñoz Molina nos aturde con su ruido de piqueta. ¿Se derrumba España? El
escritor revela que cada vez que sale de ella, lo hace con alivio, por la involución
que encuentra aquí cada vez que regresa. (Paloma
Hidalgo, que viaja frecuentemente a Nueva York, afirma que hay cambios
equivalentes también entre los rascacielos).
Isabel
Morión, en CITAS CON LAS GENTES DEL MUNDO proclama la importancia de ventanas
abiertas, incluso en medio de tradiciones seculares, como la tamborada de
Calanda, al encontrarse con gentes de todos los países. Buñuel y los
melocotones construyen el marco de sus miradores. Y Benedetti nos recuerda en su
poema el tiempo vivido y sus huellas.
Aureliano que
nos trae siempre piedras griegas de sus viajes a Itaca, en el encuentro de
Minotauro y Teseo, impregnado de oscuros deseos, diseña la habitación secreta
de cortinas prohibidas.
Paco Fenoy,
con su poema JOB construye una sinagoga, resuena la paciencia y la belleza de
las piedras judías.
Y como
nuestros edificios se iban, poco a poco, volviendo demasiado solemnes, Rocío
lanza su TRES MURCIÉLAGOS DE QUINCE, colgados de las espalderas de su
gimnasio ideal, toda una reflexión sobre el lenguaje, el contenido y el
continente abracadante de tres héroes del sexo adolescente. Las risas han
estado a punto de desmoronar la pirámide libresca que nos alberga.
Federico
Monroy con su azulejos incas, nos traslada al lenguaje de Lima, con la fonética
y la toponimia. El oro peruano de CARTAS PERUANAS nos deslumbra, una vez más.
La plomada
de José León nos guía, desde CONTRA LA INFAMIA, hasta su OFRENDA FINAL, ese
cofre vacío, en la estancia de los tesoros, una metáfora quizá, del comienzo de
otro ciclo.
La celosía
de María, siempre jugando con la luz y la sombra, exhibe la delicadeza de su
HALLÉ.
La voz de
Cortázar nos acompaña...
Alma y Ana nos hablan de la fluidez de las
aguas, naturaleza incesante, eternidad que nos salva del recuerdo doloroso, y
la locura de las olas. Cada una con los sortilegios que emanan de AGUA,
fuente incesante, y ONDAS, nostalgia de espumas equivocadas.
Amelia en el TREN QUE IBA, PERO QUE NO VOLVÍA, se
desliza por una estación con reflejos de los hechos cotidianos, que nos salvan
de los duelos.
Nuestros
alarifes, maestros, arquitectos, alquimistas, pintores y forjadores son:
JAVIER,
ROCÍO, PALOMA HIDALGO, AURELIANO, ISABEL, JOSÉ LEÓN, DAVID, FEDERICO, CINTA,
JOSE MARIA, LEO, ALMA, MARÍA JESÚS, ANA, AMELIA, MARIA.
Cinta Rosa Guil Redondo
14 de marzo de 2014
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