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jueves, 21 de mayo de 2009

30ª Jornada/II Año: Miércoles, 13 de mayo de 2009

La tripulación del “Tertulia Rascamán”


Hubo muchos piratas famosos a lo largo de la historia surcando los mares, pero pocos conocen la leyenda de la despiadada tripulación del “Tertulia Rascamán”. Un viejo galeón de dos o tres mesas por banda, con las bodegas llenas de munición literaria y en su proa bucaneros armados hasta los dientes preparados para echar a pique cuánto navío literario encontraran en su camino.

Tomo mi pluma en este año de gracia del 2009 y me dispongo a contar lo que ocurrió aquel lejano 13 de mayo en que aquellos temidos e intrépidos piratas se reunieron por última vez en la taberna del Galdós antes de poner rumbo al legendario Mar de las Palabras.

Escasas son las mujeres piratas que se recuerdan, sin embargo ¡vive Dios! que la tripulación del “Tertulia Rascamán” conoció a unas cuántas. De entre ellas, Roci Read, mujer de espíritu aventurero y talante conciliador que se había enrolado por pura necesidad de piratear con las escurridizas palabras. Aquella tarde, viéndose la primera en la taberna, se hizo centinela de su ausencia, y pidiendo una pinta de café de ron dejó su mente al pairo mientras esperaba al resto de la tripulación. No hubo de esperar mucho, pues pronto llegó el segundo de los piratas. El comandante de la nave. Audaz hombre de una pieza, el comandante Sir Javier Díaz se hizo cargo rápidamente de la ruta. No se hizo de esperar tampoco la segunda de las mujeres piratas, Celia de Cañadas, mujer con un coraje excepcional para los versos, que tomó asiento junto a los demás.

Mientras esperaban al resto de la tripulación, el comandante hablaba con entusiasmo, y su conversación era espiritual y cortés. Perfecto hombre de mundo Sir Javier Díaz, les informó de la existencia de un lejano bucanero de las palabras Joan Margarit. Y les comentó de sus batallas. Dicen que está “Misteriosamente feliz” les dijo, no dejéis de prestar atención cuando sepáis de él. Las mujeres piratas le escuchaban sonriendo. Y asintieron sin apenas mover los labios. No acababa de hacer notar Sir Javier Díaz que los miércoles en la taberna Galdós siempre se avista a unos enamorados de mediana edad cuando hizo su aparición el cuarto de los piratas:

- ¿Eres tú, bandido? –preguntó Sir Javier- ¿Estás aquí?

- Lo seguí, comandante. No temo que me haga fusilar.

Cómo le iba a hacer fusilar… si aquella tarde iba a ser su segundo de a bordo. El comandante le hizo una seña para que se sentara y Vincent Van Trillo tomó asiento. Hombre valeroso e impetuoso, a menudo caía presa de su vehemencia, pero con su sola presencia se hacía perdonar.

El comandante que miraba ensimismado hacia el horizonte, se incorporó de pronto al oír un rumor lejano que avisaba de la cercanía del mar.

- Amigos ¿Qué ven allá a lo lejos?

Vincent Van Trillo, ansioso, contestó:

- ¡Que me trague el mar si no estamos preparados! ¿Zarpamos?

Y chocando sus jarras de ron todos contestaron al unísono:

- ¡Hombres de mar, a la caza!

E inmediatamente se hicieron mar adentro remando con vigor. Y no acababan de hacerlo cuando llegó a nado otra de las mujeres piratas de la tripulación.

- Bajen una chalupa y trasborden a la compañera, dijo el Comandante.

Y de este modo fue cómo se incorporó a la tripulación con las vestimentas empapadas por las prisas y la falta de tiempo, Carmen sin Fronteras, espontánea y aguerrida mujer de mar, cada vez más atrevida.

Empujado por vientos favorables la tripulación del “Tertulia Rascamán” se hizo a la mar. La revisión de varias naves tomadas les reportó un suculento botín: conversaciones sobre certámenes, tertulias sobre la diferencia entre el hombre y la mujer, sobre el orangután y el chimpancé; incluso diatribas sobre la Trilogía del Millenium, sobre la que todos admitieron su ignorancia. Incluso Vincent van Trillo les habló de dos filibusteros recomendables:

- Enri de Luca: “El contrario de uno”.

- Wolfgang Safsky: “Tiempos de horror”.

Más tarde, alguno de ellos y a la luz de la luna hasta habló de las madres de los piratas allí presentes. Bien cierto podíamos decir que se trataba de una travesía relajada y agradable.

Recalaron un breve tiempo en la isla de Celia de Cañadas para aprovisionarse y seguir rumbo al Mar de las Palabras. “Mala racha” fue el tesoro en forma de relato que compartió con los demás y que daba comienzo así: “Dormimos en una cama enorme de esas de dos por dos…” Roci Read le sugirió exhibir primero sus últimas alhajas, de forma breve, en vez de destaparlas del todo al final. Vincent Van Trillo se preguntó por el carácter del personaje. ¿Reacciona? ¿De qué es víctima?

No acababan de nuevo de zarpar cuando se les unió otra mujer pirata. Ángeles de las Bellas Artes. Y prosiguieron travesía.

Después de varias jornadas, recalaron en el puerto que avistó el comandante Sir Javier Díaz, donde éste les mostró el balance de todos aquellos días de navegación. Balance:

“Todo lo que perdí

Es lo que tengo”

No perdió el tiempo Carmen sin Fronteras en hacerle ver que parecía una de esas frases que se escriben detrás de las puertas de las letrinas. “Por mil tiburones que no ha sido una comparación muy acertada” musitó alguien por lo bajo. Y no contenta con el comentario Carmen Sin Frontera, arrojada y valiente donde las haya, prosiguió: “Siempre me han llamado mucho la atención las letrinas”. El resto de la tripulación clavó los ojos en sus jarras de ron. Sir Javier Díaz, se la quedó mirando sin pronunciar palabra alguna, aunque con su mirada pareció decir “Bajo un momento a ponerme la coraza del combate”. El Comandante era valiente, pero supersticioso y no le gustaban esas comparaciones, donde se echaba el mal de ojo sobre sus pareceres. Todo el mundo aguantó la respiración durante unos segundos. Incluso el galeón pareció detenerse en medio de las olas. A Carmen sin Fronteras empezó a caerle un sudor frío por la espalda, viéndose por momentos colgada del palo mayor, recompensada con veinticinco azotes o simplemente apaleada y arrojada moribunda a los caníbales. No se movía ni un ápice el viento. Nada se oía. La tierra por entonces plana amenazaba con temblar bajo sus pies y quebrarse por la mitad, hundiendo a todos. Pero el Comandante Sir Javier Díaz, sobreponiéndose a su debilidad, no solo le leyó el Balance sino que se atrevió con otro poema más, homenaje al gran bucanero Buñuel, al que no quiso ni titular:

“He subido hasta aquí

A descubrir cuánto queda de nieve…”

Todos respiraron aliviados y se dispusieron a olvidar la afrenta. No hay nada peor para unos compañeros de rancho que enfrentarse entre ellos. Siguieron navegando sobre un mar deshecho en pequeñas olas domesticadas. Todo iba aparentemente bien. Aún así demostrando su gran fuerza del carácter el comandante Sir Javier Díaz, desde el castillo de proa, metiendo el dedo en su propia llaga, señaló que toda su tripulación trajera para la próxima vez que embarcaran alguna historia relacionada con pintadas en las letrinas. ¡Y pobre del que no la traiga! Bramó blandiendo al aire su hacha de abordaje.

Cual sería su sorpresa cuándo nada más dicho esto en el horizonte apareció un galeón español ocupado por una banda de música dispuesta a abordarles. En la vida de los piratas se suceden los riesgos. Despreciando todo peligro Roci Read es instada por sus compañeros a permanecer en la cubierta leyéndoles su mapa del tesoro. Pero no había duda. Aquel galeón no economizaba pólvora, ni balas, ni ruidos. Los cañones alternaban con las nutridas descargas de gritos de Roci Read. La tripulación del “Tertulia Galdós” a pesar de la evidente fuerza del enemigo no se venía abajo, y seguía animando a la mujer pirata a que siguiera enarbolando su bandera a modo de relato. Apenas consiguieron una tregua de algunos minutos. Por lo menos eran decenas de bárbaros y sanguinarios músicos los que hacían un fuego de ruidos infernal sobre el “Tertulia Galdós” resueltos a matar hasta el último decibelio pirata de su tripulación. Finalmente los pobres tripulantes del “Tertulia Galdós” aunque arriesgaron el pellejo, tuvieron que cambiar sus coordenadas reculando varias leguas marinas sobre el Mar de las Palabras hasta quedar bien lejos del fuego mortífero de aquella banda de músicos que casi les mandan a pique.

Una vez a salvo aquellos intrépidos bucaneros de la palabra volvieron a sus conversaciones literarias sobre el navegar en primera, segunda o tercera persona. Y fue ahí cuando la mujer pirata Ángeles de las Bellas Artes, dotada de bravura y cierto espíritu aventurero, les ofreció recalar en su isla, compartiendo con ellos el tesoro de unos breves poemas:

“Ha llegado el tiempo

de cosechar las flores

que brotan de la tierra.”

Los tripulantes del “Tertulia Galdós” animados por el ron y los tesoros brindaron mil y una veces al extraño grito de “La fuerza de un poema está en oponer imágenes” “Los pendientes y los zapatos de Amalia Bautista” o “Si vas a contrastar sentimientos, el primer verso y el último son fundamentales”. Terminando muy perjudicados y medio derrumbados sobre un casco de barco completamente cubierto de moluscos y cabezas de clavos, chocando sus jarras con voz gangosa: “No me lo digas, házmelo ver”, “No me lo digas házmelo ver…”

Momento que eligió Celia de Cañadas, mujer pirata con un coraje excepcional para los versos, para volver a sacar tesoros de su propio botín y repartirlos de nuevo:

“¿Quién envenena mi comida?

¿Quién rompió la pata de mi silla favorita?

¿Quién me condena cada noche

a velar en silencio sueños ajenos?...”

Llegado este punto, yo, Roci Read, me declaro incapaz, de seguir relatando lo que ocurrió aquel lejano 13 de mayo en que aquellos temidos e intrépidos piratas se reunieron por última vez en la taberna del Galdos antes de poner rumbo al legendario Mar de las Palabras. Confieso que a esas alturas de la travesía todas aquellas terribles vicisitudes habían mermado mis facultades y mi letra, y ya no consigo descifrar que fue lo que mi querida pluma quiso anotar con un dibujo de varios esqueletos con sendas jarras de ron en sus manos, tan pronto abrazándose, como tan pronto danzando a tibia suelta sobre un fondo muy, muy negro.

Rocío Díaz Gómez
19 Mayo 2009

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