Páginas

domingo, 1 de junio de 2025

31ª Jornada/XVIII año: Miércoles, 28 de mayo de 2025

 

Próxima cita: presentación de "Que nadie me despierte"
de Aureliano Cañadas.
4 de junio de 2025



Última tertulia del curso 2024/2025

Última Tertulia. Aunque el último evento de la Tertulia de este año será muy especial, la presentación el miércoles 4 de junio de 2025 del poemario que nos dejó inédito, "Que nadie me despierte", nuestro querido Aureliano Cañadas. Será en el salón de actos de la Biblioteca "David Gistau", Avda. de los Toreros, 5, de Madrid, a las 19.00 horas.

Hoy nos reunimos para escuchar nuestros textos y comentarlos como es costumbre y también para recoger los cuadros de nuestra exposición, "Lo que la hoja te cuenta", que ha estado tres semanas expuesta para disfrute de sus visitantes en el café Fígaro donde nos reunimos.

Joselyn, José María Garrido, Cinta, Javier, Alberto Ramos, Paloma Sánchez, Carlos Ceballos, Celia, Chelo, Juan B. Raña, José Antonio, Juan Calderón, Rocío, Isa Morión, Manuel, David, Juan Pulgar y Laura Nuño acuden a este último encuentro.

Comienza Carlos Ceballos desde su ventanita de Zoom. Vuelve a lo confesional y a la vergüencita, dice. Lee "Disperso" con imágenes tan sugerentes como éstas: farallón que se agarganta... el musgo que salpica de pimentón diminutas mandíbulas de nieve...

El texto de José María Garrido se lo lee Paloma Sánchez. Breves micros de cincuenta palabras. "El tren" El mismo Dios me bajó, "Privilegiada" y "El pequeño secreto". 

Cinta opta por leernos un relato, "Un barco en el jardín". El banco le había salido revolucionario... Un barco en las tablas del banco.

Javier, o sea, yo mismo... traigo un poema, "Para otro lado" que es un grito contra la guerra y el genocidio. Dudas con los versos finales. Los repasaré.

Alberto hace mus, dice. Cuenta que esta semana no tiene su microtequiero, con lo que nos gusta... 

Paloma Sánchez nos lee lo que podría ser el prólogo de su libro biográfico-ficción sobre Miguel Hernández. Me miraba como si me hablara con los ojos abiertos... Nadie soy yo.

Celia desde su ventana del Zoom nos dice que no ha traído nada, que sólo quiere escucharnos, mientras se afana en corregir exámenes de bioquímica.

Chelo, que no quería leer, al final cede a nuestra insistencia. "Poemas y gatos". Acabo de cerrar el poema... El gato, ajeno, la mira.

José Antonio, que ha hecho un trabajo ímprobo, trae ejemplares del fanzine de los textos homenaje y del libro nuevo de Aure, para los que no pueden estar el miércoles próximo en la presentación. Gracias, José Antonio, por tu trabajo y tu bien ánimo, siempre. Nos lee un divertimento, "Desde la residencia: falta pollo en la paella". Aquí están su Amanda y Heriberto.

Juan Calderón, trae un poema de una casa que existe en Galicia, "La casa triste". Tiene un corazón que mira hacia el olvido... La casa verde agua / es un féretro flotando a la deriva.

Rocío, hace otro mus. No le ha dado tiempo esta semana a escribir. No nos da la vida para todo lo que queremos hacer.

Isa Morión nos recuerda en un poema los tiempos de la pandemia en un Madrid doliente. Resiste, Madrid. Luego completa su lectura con unos haikus y algunas frases sobre mujeres.

Manuel se pone lírico y trascendente. "¿Para quién?" Para quién el canto de los pájaros... Canta a lo perdido.

David no lee nada pero siempre nos regala alguna sugerencia audiovisual. Recomienda que veamos la película "La semilla de la higuera sagrada" y nos habla de la visita que hará con Luis Espinosa ese viernes por los cines históricos de Madrid.

A Juan Pulgar, en su ventana de Zoom, no le pudimos escuchar. Su conexión era débil y terminó desconectado.

Y, por último, Laura Nuño, que no ha traído nada para leer, pero quería estar con nosotros este último día en el Fígaro.

Descolgamos los cuadros de "Lo que la hoja te cuenta" y nos los llevamos bajo el brazo. Habrá más ocasión de exponer después del verano en otras salas. Nos despedimos de Jesús, capitán del Fígaro, agradeciéndole tanto cariño hacia la Tertulia. 

Nos reuniremos el próximo miércoles, 4 de junio, en torno a Aureliano Cañadas y su libro "Que nadie me despierte" y habrá tertulias de guardia en verano, a finales de julio y en agosto. Estad pendientes.



Javier Díaz Gil
1 de junio de 2025












viernes, 23 de mayo de 2025

30ª Jornada/XVIII año: Miércoles, 21 de mayo de 2025

 

MEJOR SER MOSCA QUE LIBÉLULA


Hay gente que piensa que alguien como yo, una mosca común de esas que tienen tres pares de patas y alitas traslúcidas, somos menos importantes que las cretinas de las libélulas. Hay gente que también piensa que las moscas no podemos ser objeto inspirador de poesía, excepto para Machado, y que lo nuestro se limita a sobrevolar excrementos de todo tipo mientras que las cursis de las libélulas lo hacen sobre arroyos idílicos de aguas cristalinas. Pues sepan ustedes que eso no es cierto del todo, y que yo, mosca común, reivindico mi derecho a la inteligencia, a aprovechar cada día de mi vida y a escuchar ópera. Y es precisamente de un intento de escuchar ópera, de lo que quiero hablar.

Andaba yo revoloteando por la plaza de Isabel II, cerca del Teatro Real de Madrid, pensando que esa tarde podía dedicarla a tenores y sopranos, cuando me di cuenta de que no había función. Eso que para cualquier otro amante de la ópera es un despiste sin más, para mí, mosca que solo tiene la esperanza de vida de un par de semanas, constituía un despropósito absoluto. 

Pensando qué hacer, si dedicarme a sobrevolar escotes de turistas francesas o posarme como mosca jodida en las alopecias de los calvos, la casualidad me llevó a pasar por la puerta de un local llamado Fígaro. Para una mosca como yo amante de la ópera no podía haber nombre más sugerente, así que volé adentro. Y en el lugar dónde había pensado encontrarme con tenores, sopranos y coros, me topé con una caterva de escritores apiñados alrededor de una mesa dispuestos a leer sus obras. Me despertó la curiosidad y me posé tranquila sobre un cuadro lleno de hojas secas.

La primera persona que leyó en aquel aquelarre fue una tal Cinta. Dijo que las siluetas aceleraban el paso y que las luces de las farolas llenaban de pupilas la penumbra de la calle. Frases que me gustaron porque ser pura lírica. Luego lo hizo una tal Rocío anunciando que las madres no entendían de superhéroes y que hasta los metían en lavadoras con suavizante. También me gustó e incluso me froté las patitas traseras mostrando mi regocijo. El momento más delicado llegó cuando un tal Calderón, hombre de aspecto docto y sabio, sacó a relucir a las libélulas, puntualizando que eran de acero y que penetraban en la mente con delicadeza. No sé porque será, pero siempre hay libélulas donde hay poetas, gran fatalidad, por lo que aprovecho a decir que aun siendo de acero no hay libélula buena y que es mejor ser mosca que libélula. Luego hablo un tal Raña. Juro que al oír su nombre me asusté, ya que Raña se parece a araña, y no hay insecto que odiemos más las moscas que las arañas, esas hijas de puta que se pasan el día tejiendo redes pringosas para cazar a sus víctimas. El tal Raña, hombre grande en todo y locuaz inigualable, estuvo a punto de emocionarse al pronunciar las palabras: “Cuando niño era mi nombre”, y luego casi llora al mencionar a Aureliano. Yo no lloré porque las moscas no lloramos, pero moví las dos patitas delanteras en señal de aplauso. Y como se había abierto la cajita de las emociones, habló un tal Jose Antonio asegurando que hay palabras que traen resaca y palabras de colores. Luego habló un tal Carlos Ceballos que no estaba allí y apareció por pantalla, para mencionar a la primavera, pero a una primavera diferente, para ser exactos en la renuncia reflejada en los ojos de la primavera. Y aunque no entendí bien el significado debo decir que me gustó porque me vi revoloteando los meses de marzo a junio, algo imposible para mi condición de mosca, que como ya he dicho lo más que vivimos son dos semanas. Un tal Javier, hombre de barbita y voz tranquila, empezó a decir números dentro de versos y versos que llevaban números, y habló de mil grullas de papel, lo que me llegó a preguntar si las grullas comen moscas. Seguramente que no, como tampoco las grullas eligen ponerse disfraces de hombres invisibles ni perchas que se convierten en garfios, según un tal Alberto en garfios saca-ojos. Hubo a quién le gustó esa historia, hubo a quién no, pero de lo que estaba seguro el tal Alberto es de que todo el mundo se acordaría de ella, lo cual tenía su mérito. Más dulce fue una tal Carme Padín, que también salió por pantalla y que habló de un piano abandonado y de un teniente que tocaba la trompeta mientras el piano callaba. Y volarán las esporas, dijo. Y yo me sentí una espora más al escuchar la voz preciosa de esta mujer. Manrique me llevó al recuerdo de una pensión en la que quizá yo había estado, una de la calle Atocha, donde había una patrona que tenía una alianza embutida en un dedo igual que si fuera un corsé. Luego invitaron a hablar a una tal Chelo, a la que alguien cariñosamente llamó Consuelo, y ella dijo que no leía porque prefería abanicarse, y lo dijo sin saber que a las moscas lo del abanico no nos gusta nada porque a veces se convierten en arma letal. Cerró la ronda una señora a la que llamaron Anagonz que aseguró que papá se ponía disfraces antes de irse a la cama, en una historia que empezaba muy bien y que continuó de un modo distinto al que todos esperaban. 

No quedaba nadie por leer ni por hablar, ni siquiera una tal Omega que había estado parte de la tarde y que se fue antes porque estaba malita, por lo que la caterva de escritores empezó a recoger los restos de su aquelarre literario y a desaparecer dejando el local vacío. Solo un tal Jesús se quedó detrás de la barra, escuchando su música y esperando a que otra gente entrara al mundo de su Fígaro particular.

Yo me acurruqué sobre otro de los cuadros de hojas para esperar tranquila a ver si había día siguiente, porque para una mosca nunca se sabe cuándo va a ser el último día. Hoy estás tan tranquila, escuchando palabras de escritores y mañana amaneces con las patas hacia arriba esperando que alguna puta araña te lleve a su escondite para devorarte. Aun así, repito, es mejor ser mosca que libélula. 



Alberto Ramos

22 de mayo de 2025

domingo, 11 de mayo de 2025

28ª Jornada/XVIII año: Miércoles, 7 de mayo de 2025

Te diría...


Te diría que la “colgadura” estuvo muy bien. Al menos, a mí me lo pareció. Fue una tertulia, porque lo fue, diferente, bulliciosa, móvil, que dio hasta para la gimnasia y el bricolaje. Desde que llegué, pasadas las seis, se notaba en el ambiente una tensión febril, parecida a la de los días de examen en mi instituto pero también, festivo como en  víspera de vacaciones. No podía ser para menos. Tantos meses de espera y de búsqueda, por fin se materializaban en la nueva y osada exposición de Rascamán. Se han sucedido  días  (y noches) de envíos apurados que requirieron múltiples recordatorios y recuentos por parte del santísimo Boss. A mí me costó lo suyo encontrar hojas y al final, opté por las flores. El poema ya lo conoces, te lo envié en su día, cuando volvimos de EE.UU. En esta muestra está lo mejor de Rascaman: otro mundo que se parece al de afuera, pero es más cálido y luminoso, más humano, diría yo. Sus autores han sido verdaderamente creativos empleando variedad de recursos plásticos, desde un adaptador de carga hasta un abanico, pasando por dibujos hechos a mano, collage y fotografía. Y los textos son también de lo más colorido. Predomina la poesía, pero los narradores también se han empleado a fondo. Es más, para dar cabida a su narración han recurrido a ingeniosos dispositivos como una cajita de la que el visitante puede extraer el relato íntegro (eso sí, solo uno, no es cuestión de abusar) o el código QR, por obra y gracia de Carmonita, que permite acceder al vídeo.

Una vez colocadas las obras en el perímetro de la sala, alternando horizontales y verticales, Jesús, el encargado y cómplice del Fígaro procedió a la colgadura en sí. Ahí, a la inmensa minoría nos desalojaron, porque éramos más un estorbo que otra cosa. De este modo, no quedaba otra que esperar y de tanto en tanto, con sigilo echar un ojillo dentro. Hubo momentos críticos, porque parecía que no iban a caber todos, o porque alguien, yo misma, se había confundido en la orientación al enmarcar la pieza, pero con pericia y paciencia, se solventó. Mientras, los rascamanes en grupos de a dos o tres, como en una danza jovial e improvisada, hablamos de nuestros proyectos y de nuestro día a día. Este no es el lugar para desvelar confidencias, pero, por ejemplo, pusimos en común cómo abordábamos desde un punto de vista práctico la escritura. Esto surgió a raíz del preestreno del documental homenaje a Almudena Grandes, al que acudí el pasado martes en el Círculo de Bellas Artes. Lo más interesante para mí fue precisamente eso, el relato de cómo trabajaba ella. A ti, te hemos hecho fanzine-homenaje, que presentaremos conjuntamente con el libro Que nadie me despierte el próximo 4 de junio, en la biblioteca de tu barrio. Como ves, vamos haciendo los encargos que nos has dejado, la exposición Lo que la hoja te cuenta es parte de ellos. Estoy convencida de que habría gustado. La lectura del próximo 14 de mayo me coincide con un claustro de esos eternos, me han convocado hoy, a ver cómo hago con el circo de tres pistas. Estás en un pasado muy presente, papá.


Celia Cañadas.

9 de mayo de 2025














Algunas fotos de la colgadura, en el café Fígaro de Madrid, del 7 al 28 de mayo de 2025:











domingo, 4 de mayo de 2025

27ª Jornada/XVIII año: Miércoles, 30 de abril de 2025

 

La semana pasada, tejas, Hoy, palmeritas...


1. David Lerma:


FELIZ CUMPLEAÑOS, JAVIER

Hoy la tertulia llega endulzada por los ecos del reciente cumpleaños de su coordinador, Javier Díaz Gil, y por las palmeritas de chocolate y sin él a que nos invita. Comamos. Y bebamos. Y leamos. Y soplemos también. Aunque en Rascamán, donde todo es fantástico, las velas sopladas nunca declinan y se apagan, sino que se encienden e iluminan como las bengalas que se lanzan desde los barcos. Ser incombustibles es una suerte, y más en tiempos de grandes apagones como los que corren. La primera vela en prender es Rocío, quien nos lee un relato en el que una casa se erige como un personaje más de una historia que nos envuelve y atrapa. La siguiente vela en brillar es Cinta, con tres delicados poemas que formarán parte de su próximo poemario, al que todos estamos esperando con las gafas de ver preparadas y los brazos abiertos. La tercera llama en arder es Joselyn, aunque los dos poemas que ella lee, uno sobre lobos y perros y otro sobre el drama de los niños migrantes en USA, por vigentes y necesarios resultan ser ignífugos.  La cuarta vela es Tina; ya solo el título de su texto chisporrotea: Magdalenas del sexo envenenado. La siguiente vela es la del celebrante, Javier, que nos recita un poema titulado Lo que queda, que contiene una palabra, quimera, con la que provoca fogonazos entre los rascamanes: los hay que se posicionan a favor, y los hay que en contra, pero tanto unos como otros felicitan al autor. La sexta vela en resplandecer es Carmen Padín; ella luce desde la pantalla, pues su lectura es telemática, pero no por ello menos deslumbrante y cautivadora. Manuel suma la séptima vela alumbradora, y lo hace leyéndonos un fragmento de su novela Ninguno de los suyos. A la luz de la vela número ocho, Juan Antonio Arroyo, la aviva la música del compositor italiano Luigi Boccherini, cuya sinfonía dedicada a la ciudad de Madrid le inspiró a escribir los versos que nos recita. El fino humor y la fina inteligencia (si es que no son lo mismo) es lo que inspira a la vela número nueve, José León Cano, a escribir un texto que narra el viaje de Merlín, y que confiamos podrá convertirse en los viajes (en plural). La vela número diez es David, que por unos días ha abandonado la redacción de su novela para centrarse en la de un microrrelato, con el que aspiraba a hacer saltar chispas, y que al leerlo, se conforma con no causar quemaduras a nadie. Culmina la tarta la vela número once, Anagonz, con la lectura de un hermoso poema en el que los colores cobran sensorial protagonismo. Y así, con las once velas, que no cirios (los cirios los dejamos para el inminente cónclave) ardiendo, los Rascamanes abandonan el Fígaro con la tranquilidad de saber que ha habido fumata blanca y que nadie tendrá que llamar a los bomberos, pues Jesús, que tan amablemente nos cuida y nos atiende, se encargará de mantener vivas pero no peligrosas las llamas, hasta el miércoles que viene. 


David Lerma Martínez
4 de mayo de 2025


2. Javier Díaz Gil:

 

Se hace difícil resumir, me dijo el bitacorero, la tertulia de hoy. Así que te paso unas diapositivas rapidito para que tomes notas. ¿Diapositivas, dice?, pues anda que no se ha quedado anticuado el bitacorero. Sin mediar palabra, me dejó la estancia a oscuras y con la tímida luz del proyector, fui tomando notas a toda velocidad. Clac, clac (sonó la primera diapositiva): una bandeja de palmeras. Clac, clac: Un balcón de una fachada en ruinas y la imagen de Rocío. Clac, clac: foto de Cinta con acrobacias, viento, mar y el Grial. Clac, clac: Joselyn, lobos y perros. Clac, clac: Tina, magdalenas del sexo envenenado y textos de denuncia. Clac, clac: Javier y alguien que camina hacia el horizonte. Clac. clac: Carmen Padín y una carta de amor y un balcón que se nos cae. Clac, clac: Manuel y Ashya liberando a su hijo... Me empieza a doler la mano de tan rápido como estoy recogiendo las notas. Clac, clac: Juan Antonio, una libélula y Boccherini. Clac, clac: León y Merlín sobre una alfombra voladora. Clac, clac: David, un microrrrelato contigo. Clac, clac: Anagonz y geranios asomados a un escote.

Clac. Enciende la luz de la sala el bitacorero que me ciega de repente y queda el zumbido del ventilador enfriando la lámpara del proyector. Ay, se me ha dormido la mano de escribir tan deprisa.


Javier Díaz Gil
4 de mayo de 2025

3. Juan Antonio Arroyo:


PASACALLES EN MADRID.

Rascamán atina en el Fígaro en esta cita tan cercana a su fiesta contra el Francés, más que bicentenaria… ¡si Napoleón levantara la cabeza!

Rocío nos deleita con “La casa de los tres cerditos”, con ese entusiasmo de reparación, a pesar de ciertas náuseas y cansancios…, la casa estaba muy viva y con su hipnosis provocó tener que ir a urgencias…

Cinta hizo su pasacalles, con graves y graciosos movimientos: “Vuelos”,  “ Piruetas “ y “Aterrizaje”.

También, callejera, nos recuerda el “Mar” que es tan embelesante, asímismo la “Nube” que duerme al ocaso y el “Grial” de los olvidados.

Joselyn en su trayectoria nos recuerda los temas de “Perros y Lobos”, tan cervantinos por coloquiar... El perro aprende a torturar a su amo... También en esta ruta festiva, defiende a los inmigrantes tan maltratados por los agentes del orden.

Tina en la tarde fiestera y antes de los bailes callejeros, denuncia la situación en “Magdalenas de sexo envenenado”, con todo ese corolario madrileño de guerrerismo con sueños y sangre y además, las danas olvidadas, desastres cerveceros.. Vamos, aunque dancemos esta música… , ¡si lo sé no me levanto!

Javier también avanza con buenos pasos de baile de esta fiesta, pero muy rítmico nos recuerda también esa dificultad grave para alcanzar el horizonte..., el dilema es si el otoño es un rostro que sonríe…

Carmen nos lleva a ese 1939  de un extraño no rugir de bombas, su escrito, carta,  es ese deseo de volver a ver tu cuerpo entre las sábanas y además dormir... Hoy el Sol salió... Vuelve pronto, besos, que he ganado para ti…

Manuel con su “ Ninguno de los suyos”, continúa relatando, mientras la calle suena con gracia, la recuperación del hijo de Ashya si ofrece su cuerpo... cosa que no era sino solamente su ayuda material..., madre e hijo quedan libres de los de la Yihad y siguen su destino…

Juan Antonio, voy muy contento con este nocturno italianomatritentese…, danzante y dando besos furtivos, que van a aterrizar plenos junto a río, desde este Passacalle 1780, del músico Boccherini.

León, entre danza y danza nos va a deleitar con ese “El viaje de Merlín” que, siguiendo a Matusalén, para prolongar la vida hay que hacerlo con ajos y más ajos. Pero... es que Merlín cumpliendo los arcanos del destino, viajaba muy cómodo en su alfombra voladora.

También estaban DavidAnagonz, pero hube de marcharme por el valle madrileño, acabado el pasacalles, que seguro lo pasó muy cañí, aunque no pude escuchar el microrrelato de David ni el verbo suyo tan gallego de Ana.


Juan Antonio Arroyo

5 de mayo de 2025

sábado, 26 de abril de 2025

26ª Jornada/XVIII año: Miércoles, 23 de abril de 2025

 

Bitácora del 23 de abril, Día del Libro.



Esta vez, aterrizamos en una mesa donde además de bebidas, había libros, bolígrafos y gafas. Mientras nos desenvolvían todos preguntaban. “¡Paloma! ¿y esto?” “¡Es que voy a ser abuela!”, contestaba ufana la señora morena que nos había traído a paso tan alegre que llegamos alborotadas, y casi despeinadas de haber tenido pelo, hasta aquella sala que, desde luego, una casa de una familia cualquiera no era. ¿Sería eso que llaman bares? No quedaba mucho para descubrirlo. Lo importante es que recién desvelada la primera incógnita, los humanos empezaron que si enhorabuena, que si estarás contenta, que si es niño o niña… Supongo que lo que pasa en cualquier celebración, y digo lo supongo porque claro vivimos solo una, y esa era la mía. Por fin lo sabía. Mejor dicho, lo sabíamos. Porque compitiendo con las voces de los humanos estaban las nuestras: “¡Nos tocó la celebración de un humanito!” “Sííí, eso parece, por fin lo sabemos” “Pero, entonces, los demás ¿quiénes son? ¿Y qué hacen aquí? Se saludan, se besan y se sientan todos como en círculo diciendo en qué orden han llegado… “No son parientes, seguro, los parientes no andan diciendo yo llegué después de éste o de aquel.” “¿¡Y tú qué sabes!?” “¿Cómo lo voy a saber? Pero, vamos, está claro…” “Tú te crees muy lista…” “Perdona, no me lo creo, lo soy. O ¿Vosotras creéis que en una familia hay uno apuntando el orden de llegada de los demás?”


Todo eran conjeturas sobrevolándonos, mientras algunas comenzaban a despedirse, encaramadas a los dedos de esos humanos, camino de su boca. “Adiós, amigas, fui feliz junto a vosotras, me ha gustado acabar en este lugar tan colorido donde todos parecen estar contentos…”


Recién hechas, podríamos ser rubias y elegantes, pero en realidad eramos unas apetitosas tejas de almendra y mantequilla que, no es por nada, pero estamos para que se chupen los dedos los humanos. O eso dicen... Cuando todavía estamos en el mostrador esperando a que nos elijan, nos encanta fabular con el lugar donde terminaremos nuestros días. Casi siempre es un convite. Desde que somos un gramo de harina se nos enseña que nuestro fin está ligado al disfrute de esos seres, que se dicen humanos, pero que, sin embargo, nos matan a mordiscos. Paradójicamente, qué inocentes, a nosotras nos divierte fantasear inventando motivos para su reunión y apostando hasta dónde llegaremos en nuestra travesía vital. Lo cierto es que después nos encantaría poder volver y contárselo a las demás como aquel Ulises. Pero… nos tenemos que conformar con vivirlo. Sobran explicaciones. 


La emoción de nuestra puesta de largo en el mundo de los humanos es inolvidable. Vemos entrar a alguien en la pastelería y ya nos ponemos nerviosas: ¿Seremos nosotras las elegidas? Y crujimos de los puros nervios, desprendiendo ese dulce aroma que tenemos. Y cuando ya vemos que las pinzas se acercan, ni te imaginas qué emoción ¡Nos vamos, nos vamos! Le decimos al papel con el que nos envuelven que, normalmente, está tan ansioso por saber dónde acabará como nosotras mismas… Hay tejas y papeles que empezaron así charlando a lo tonto, a lo tonto, y terminaron incluso enamorándose en el camino al lugar a donde los llevaban. Claro ahí tan ataditos ¿qué quieres? Y estos viajes son tan intensos… Cuentan que algunos hasta acabaron juntitos en mismo cubo de basura y nunca más se supo de ellos. ¿Quién sabe cuánto duró su amor? 


Pero me voy de nuestra historia, porque en aquella ocasión no parecía que hubiéramos caído en una casa ni una familia al uso, nunca habíamos salido de la pastelería, pero por el boca a boca, y nunca mejor dicho, alguna información del exterior nos llegaba.  En aquel lugar el humano llamado Javier Díaz apuntaba cuando llegaban hasta que dijo en plan solemne: “Nos quedan pocos miércoles…” Y claro nosotras nos miramos perplejas, porque se supone que a las que nos quedaba poco tiempo era a servidoras ¿Pero a los humanos? “Ay, ¿dónde habremos caído?” Y siguió diciendo: “El día 7 tenemos la colgadura…” “¡¿Quieren acabar con su vida?! ¡¿Colgándose?!” fue la última pregunta que hizo una de nosotras antes de perderse entre los dientes de aquel que llamaban José María Garrido que acababa de pasarle un papel a la que nos había traído a morir allí entre aquellos extraños humanos ¿suicidas? 


La que iba a ser abuela, que nos trajo al trote, pidió unas gafas para leer lo que llevaba escrito el papel del que había acabado con Rosita, la teja. Y otra humana, que llamaban Rocío, sacó unos cristalitos del bolso y se los pasó mientras daba buena cuenta de Maite, otra de las nuestras, que se ofreció en sacrificio de las primeras porque se moría por ver qué llevan las humanas en esos bolsos tan grandes, además de las gafas. Y mientras la humana decía ¡qué ricas, Paloma! murió la teja Maite de curiosidad, como el gato.  


Las hermanas tejas iban cayendo, entre frases de admiración, dentro de las bocas de aquellos que no hacían más que sacar palabras de los bolsillos, los bolsos, móviles y pantallas diversas, palabras que después leían en voz alta a los compañeros según el orden que había apuntado minuciosamente el tal Javier. El humano llamado José Antonio Carmona trajo un librito para que lo vieran los demás, donde todos habían escrito sobre otro ser humano al que recordaban con cariño, un tal Aure. Y después les leyó un poema sobre una Matilde que todos parecían conocer bien. Ahí fue cuando nuestra hermana Matilde, la teja mártir, se ofreció para morir triturada entre versos que hablaban de una tocaya. “¡Ay! ¡Qué bonito terminar entre versos de amor!” dijo otra de nosotras. “No era muy de amor, que era de denuncia social, pero si eso quieres pues ya sabes, ofrécete al próximo que quiera leer un poema” le dije yo que no tenía ninguna intención de morir y menos tan pronto, con lo que me quedaba por ver en aquel extraño lugar. 


La que nos trajo le dijo a otra llamada Ana Gonz que volviera a leer y no tan rápido. “Pobre teja la que estaba en su boca, su agonía aún duró un poco más hasta que pudo tragársela, ocupada en tanto leer versos”, dijo una compañera cercana. “Mira, pero así ha escuchado el poema dos veces”, dijo otra, “aquí parece ser que eso se valora mucho…” “Pues entonces menos mal que no le tocó acabar en la boca de uno de los que leen relatos, porque si tienen que masticarla todo el rato mientras lo leen dos veces…”. “Pue sí, no hay mal que por bien no venga, entonces…” concluyó la primera teja. 


Yo no tenía ni idea de qué clase de grupo era aquel en el que habíamos ido a caer, pero observé que de alguna manera también se convidaban a palabras, las saboreaban su buen ratito, y hasta que las tragaban ¡anda que no daban vueltas a algunas! A algunas compañeras les dio tiempo, incluso, a hacer amistad con algunos de esos vocablos mientras compartían una boca. Otra señora que se llamaba Tina leyó un poema de libélulas, pues ¡oye! era como si todo el cielo se llenara de ellas. Y de pronto estábamos en Japón, ¡En Japón! Con un poema que leyó el tal Javier, el que seguía insistiendo en que se colgarán no sé qué día. ¡Hay que ver! Y, lo peor es que los demás apuntaban día y hora sin rechistar. Estaban abducidos por aquel de la campanilla. También, ese fue quién mandó, a la que se llamaba Rocío, la que prestaba sus gafas, para que leyera de un librito de papel que andaba por la mesa, muy cerca de nosotras. Por eso pude ver que había un señor con gafas muy sonriente en la portada. 


Las compañeras iban cayendo en aquel aquelarre de palabras y tejas. Unas se despidieron entre versos y otras entre los renglones de las historias que contaban. Una humana llamada María traía sus poemas enrolladitos en un papel y escritos con lápiz. Y otro, Alberto creo que se llamaba, le dijo que era muy triste, que no era una crítica, solo una observación. Y ésta le leyó otro poema más. Él, en cambio, nos leyó un capítulo de su libro donde ¡de pronto! otra vez atacaban Pearl Harbour. Allí estábamos tan entretenidas, tan pronto viajábamos, cómo repasábamos historia, cómo… Jo. Cada vez tenía menos ganas de que me tocara el turno de morir. Estaba en la gloria con aquella especie de “secta literaria”. Así que cuando alguien estiraba la mano yo me encogía mucho, mucho, hacia cualquier rinconcito de la bandeja para que nadie me pillara. Me iba salvando a duras penas. Pero, menos mal, porque así me dio tiempo a escuchar unos poemas cantarines para humanitos que llevó una humana, llamada Cinta. Y luego ¡hasta jugamos! Porque otra humanita que les besaba mucho les preguntaba ¡adivinanzas! Me estaba divirtiendo tanto en aquel lugar… 


Algunos no leyeron, como uno que se llamaba Manuel, un caballero, ¿O sí leyó un poema? Y otros que se asomaban por una ventanita, creo que se llamaban Juan y Carlos, tampoco. A esos yo les estaba muy, muy agradecida, porque ¡no podían comernos! 


Qué jugosas tres horas de reloj humano pasé en aquel lugar. Parece ser que era el día del Libro, a lo mejor por eso se habían reunido aquellos a hablar de palabras y renglones, versos y vida. O a lo mejor no. ¿Cómo lo voy a saber yo si solo era una pobre teja? Pero una muy afortunada, todavía me dio tiempo a ver los lavabos de aquel extraño lugar y había discos en las paredes y cintas de vídeo decorando todo. Lo sé porque lo comentaron dos de ellos, no porque yo, pobre de mí, entendiera nada de música… Aunque algo de concierto escuché antes de pasar a mejor vida, algo de que por lo menos a alguien, qué suerte, a alguna humana le había dado tiempo a estar en toda la tertulia antes de tener que marcharse. “¡A mí también, qué suerte he tenido!”, quise gritarle ¡Qué suerte que al final me ha dado tiempo a estar en mi bandeja toda la reunión! Quise decirles. 


Pero una lengua arrastró la última miga que quedaba de mí, una que estaba cobijada detrás de una muela en aquella boca. Pura resiliencia. Una miga, eso sí, que tras vivir esa extraña reunión de futuros colgados se fue bien contenta a su destino, además de satisfecha, era su condición, por haber endulzado la vida de alguien.



Rocío Díaz Gómez
25 de abril de 2025





viernes, 18 de abril de 2025

25ª Jornada/XVIII año: Miércoles, 9 de abril de 2025

... recordándonos los versos de Espronceda.

 

Y de nuevo, entre multitudes por las callejuelas de la ciudad, medio perdido entre el bullicio, mi corazón te busca. Algún gesto entre los que pasan, o aquel ademán con que le adornabas, que me recuerden tu forma de mirar las cosas, me bastarían para que mi corazón se desborde entre tus alas.

En estas calles de viajeros anónimos en busca de futuros, te busco, y hasta las terrazas en las que se deleitan entre cañas o cafés, me llevan a aquellos momentos en que nuestras almas remaban al unísono, para mantener el rumbo en estas aguas, en este rio que discurre en estas calles que hacia el puerto me conducen.

Por fin arribo al barco, donde un poco despistada, mirando el horizonte me encuentro con Rocío, que al verme, me saluda, ya que a ella le ha tocado estar de guardia, mientras la marinería está de aquí para allá, perdida entre otras tripulaciones, entonando antiguas canciones de altamar, o recordándonos los versos de Espronceda:

“Que es mi barco mi tesoro

Que es mi Dios la libertad,

Mi ley la fuerza y el viento,

Mi única patria la mar.”

Pues en las aguas del amor encontraremos la libertad, aunque nuestras gargantas hayan enronquecido sin apenas poder articular palabra.

-¿Cuánto tiempo sin verte Juan Manuel?- me dice saludándome con un fuerte abrazo y en una de sus manos una daga, que, oh magia, al ofrecérmela,se convierte en un multicolor ramo de flores.

-Los tropiezos de la vida me han impedido estar con vosotros en los insondables mares de la vida, que bulle en nuestro barco- le respondí- al tiempo que inclinaba mi cintura, a la antigua usanza, quitándome el sombrero, y con la otra mano cogía las invisibles flores, cultivadas por los jardineros de la magia.

De repente, llega Mariana, ofreciéndose a recoger unas cuantas cosas desperdigadas por la proa, y cuando estábamos terminando la faena, irrumpe José Antonio, vestido de espadachín, entonando viejas estrofas marineras:

“Nunca hubo caballero

de damas, mejor servido”

declama, dirigiéndose a nuestras corsarias. Al poco, sube a bordo Javier, abriéndose paso a duras penas, entre los taburetes mal colocados, y tras contener una palabrota, protestó declamando un verso trisílabo, muy conocido entre la tropa:

-Hum, hum, hum…. 

Para terminar diciendo: ¡Vaya tropa!, mientras Susana, con un tremendo constipado, nos hace señales desde el Ordenador, acompañada por Carlos Ceballos, desde otras geografías, pues está allá por Extremadura, tras las huellas de los conquistadores de México y Perú; mas por lo que me han dicho, lo tiene bastante crudo; pero no seré yo quien lo retire de su objetivo.

La tripulación se va incorporando poco a poco, arrastrando sus espadas por el suelo, pues estaba bastante alicaída, después de haberse batido con las espadas de las otras tripulaciones, a la vez que sus dueños se esforzaban por sobresalir por encima de las demás gargantas, entonando las viejas canciones marineras de los escondidos bares del puerto, en una denodada lucha contra los demás corsarios. Jamás se verá en los siglos venidero, singular y desigual batalla, que dejó destrozados todos los bares de las calles aledañas, ante la impotencia de los policías, que asombrados quedaron del estropicio que sembraron por doquier, estos bravos y atrevidos marineros, pues no olvidemos que su única patria es la mar; así es que los alrededores, para repostar y poco más.

-Tilín, tilín, tilín -llamaba al silencio la campanilla, agitada por el Capi.

-Y ahora, que nos haga una reseña Juan Calderón de su singular experiencia al recibir la Medalla de Oro de San Isidoro…¡Un aplauso, queridos compañeros en los mares insondables del verso, de los cuentos y otras narraciones! ¡Un fuerte aplauso!

Y toda la tripulación, entre sonoros hurras, rompió un instante de silencio, con un torrencial aplauso.

Calderón, mirando a babor y a estribor, saludó humildemente, y dejando encima de un baúl destartalado su cimitarra, nos empezó a contar su singular aventura, en la que mostró su agradecimiento.

-Hombre, figuraros en semejante tesitura, sin estar acostumbrado a hablar en público, dada mi crónica timidez, que fue diagnosticada por un médico especialista en enfermedades raras, al internarme en la pubertad que desde entonces me persigue. Imaginaos, compañeros. Menos mal que estaba allí Javier y otros compis, echándome una mano; y gracias a que la presentadora que me precedió se quedó afónica de repente, y sólo se le veía gesticular, porque de oírla nada de nada. Y eso, como comprenderéis me dio inusitadas fuerzas, hilvanando un discurso que pasará a los anales de la oratoria por todos los siglos, amén.

Y tras terminar nuestro compañero, Rocío nos leyó un estupendo relato sobre el tema propuesto del hombre con los niños cogidos de la mano, titulado Bocabajo. Ingenioso, no más. Hilvanó una historia de aquí te espero terminando la protagonista diciéndonos:

-Siempre que pienso en mi hermano, lo veo bocabajo.

Después, breve discusión entre la tripulación: que si es mejor que pongas tal, o  a lo mejor que pongas cual. Cosas de la tropa.

A continuación, me levanté de un sillón destartalado y lleno de historias de pequeñas o hermosas posaderas ¡Voto a bríos!, con gran trabajo por cierto. Al fin lo conseguí, y les conté un cuento infantil sobre los juegos de un tigrecito y un bebé sumergido en el capazo, mientras los padres disfrutaban de la floresta, pero interrumpida la gira campestre por el temor de la desaparición del peque que, afortunadamente, termina muy bien, estrechando los lazos de cariño entre los dos peques, los papás y la mamá tigresa.

Papá tigre, por cierto, estaba ausente, pues era muy machote, y era a la mamá tigresa, a la que le correspondía el cuidado de los pequeños tigrecitos.

A duras penas conseguí sentarme, cuando de pronto, llegó León, que fue recibido entre vítores y aplausos, ya que era su cumpleaños, y estaba bastante restablecido de sus últimos achaques; con lo que le cedí mi asiento, y me fui a sentar, tomando como mesa un viejo barril abandonado en la cubierta.

Y en estas, que entra en escena José Antonio, con un montón de pergaminos en los que además de tener dibujados una serie de mapas donde nos esperan inciertos tesoros ocultos en la niebla, tiene escrito un poema burlón sobre Ay, Matilde, en el que la chispa y el humor resplandecen por doquier, y del que pillé al vuelo, algún que otro verso.

“Ay Matilde

ya sabes que morir

es un fracaso

………………….”


Lástima, no haber podido coger más; pero es que no entiendo los otros versos que cogí, pues el zozobrar del barco entre las olas, me desvió la pluma y conseguí escribir meros rayajos. Muy bien, José Antonio.

A continuación, Mariana, nos leyó del nuevo poemario Los años líquidos, el poema titulado No me veo, del que entresaco:


“No me veo, Padre,

desde este valle del dolor, 

desde esta maleza que me sofoca

…………………………………………………..

desde esta montaña de indolencia,

desde tu palabra que me aprieta permanente

y no me mata de una vez.

…………………………………………………………

No me veo Padre, no me veo creciendo

……………………………………………………

si te has llevado las ovejas

los caballos y lo manso del aire

y………………………………………………”


Qué bien Mariana, cuánta fuerza espiritual, en tu caminar, supongo que hacia Dios.


A continuación, Juan Calderón, con la chispa que le caracteriza, nos leyó un poema burlesco, titulado Mes de Julio en Madrid, en el que nos describe el caer un sol de justicia sobre la Cibeles y sus leones, que se encuentran un tanto alborotados, haciendo que el alcalde los regañe, por no mantener la prestancia debida. Al final de todo, Neptuno invita a tomar algo por la noche a Cibeles, como que no adquiere la cosa.

Muy bien, Calderón, todo un jabato de los mares.

En estas, que Javier, tras carraspear, muy solemne, aprovechando la mar en calma, nos recitó el poema titulado Decir perfecto, del que entresaco los siguientes versos:


“La tarde 

se nutre de mentiras.

Nada está limitado

La luz

…………………..

Esconde en sus entrañas la noche

…………………………………..”

 Siempre con sus versos afilados, apuntando a lo profundo.


Por su parte, Carlos Ceballos, haciendo señales, desesperado por estar atrapado en la pantalla de su ordenador, nos pide auxilio, ya que quieren regresarlo a Guinea Ecuatorial, donde le tienen preparada una buena por sus veleidades humanistas.

Le decimos que no desespere, que ahora mismo le enviamos una chalupa invisible, de esas camufladas por arte de birlibirloque, valiéndonos de túneles mágicos que van de acá para allá, sin que el personal se entere, como si viajaran en Agujeros de Gusano.

Afortunadamente lo conseguimos, y ya de nuevo en su pantalla, con las bridas bien sujeto, nos leyó un poema centrado en el hecho poético, mezclado con el urbanismo, del que conseguí entresacar estos versos:


“………………………  

Más temprano que el bus

el asfalto se alegra de sus límites 

……………………………………”

Muy buenos por cierto


A continuación Susana, nos leyó el poema titulado Poema andando en Aranjuez, del que resalto los versos:


“Dejé el ruido del mundo

por el silencio de tus ojos

…………………………………….

A veces me llamas

con el nombre de tu hijo muerto.

La ciudad ladra.

………………………..

El amor no odia

se queda.”


Muy potente Susana, con la fuerza del amor y del desgarro.


Y a continuación Chelo, con su tierna sonrisa, tímidamente nos lee el poema titulado Miserables ,


“En la puerta

 del super


sentado

en algo similar 

a un taburete,

saluda amable

a la gente que pasa.


El tono de la piel

no revela el origen, 

no te hace sospechoso de nada.

Esa es la utopía.”

Como siempre, Chelo nos envuelve con versos cortos fundidos en lo cotidiano.


Por su parte, Manuel, nos sigue leyendo algún episodio de su novela, en la que en esta ocasión los Yihadistas han raptado al hijo de Ashya, relatándonos la dialéctica de la madre con el jefe yihadista, en el que se entrecruzan las distintas ideologías y el proceder de Occidente con el mundo musulmán.

Muy bien, Manuel. A ver si me vendes tu novela.


Por su parte, Paloma, como saliendo de las misteriosas cortes faraónicas, con su porte de sacerdotisa egipcia, nos leyó, con el ímpetu que le caracteriza, un poema en homenaje de nuestro querido Aureliano, del que entresaco los versos:


“El centauro velaba por su agotado reino

……………………………………………………………

Viniste hasta mí

desde tu nube inmortal.

Un animal salía de mis entrañas

…………………………………………

El centauro pasea 

sus dominios vigilantes.

………………………”

Y no pude coger más; pero como siempre, muy dinámicos y potentes,retumbando en tus labios, como diosa hechizada por el verso que de tu voz surge.


Y cómo era de esperar, el cumpleañeros, nos leyó el poema Lobito de hierbabuena, en el que se narran las aventuras de Caperucita Roja en versión de León, en el que El lobo se nos muestra como fiero galán, diciéndole:

“ Que mi boca es hierbabuena

Y mis garritas son miel”

 

Y más tarde, preguntarnos y responder:

“Y qué pasó con el lobo

y la niña bondadosa?

Se amaron con mucho arrobo

y a otra cosa, mariposa,”


Muy bien, León, siempre deleitándonos con tu dominio del verso y el humor.


A continuación Cinta, nos lee un poema en el que nos muestra la lucha en el amor, en el que nos muestra el amante que quiere vivir un amor sin cadenas.

Nos dice entre otros versos:


“------------------

Está el amor escondido

……………………………………

No quiere ramos de mirlo

Lo que quiere es volar

neto, sincero,

escondido de sí mismo

un amor sin interés.”


Sí, Cinta, y tú eres muy desinteresada, muy generosa, una gran persona, que a veces te conviertes en una chiquilla que juega en el jardín, que tus versos cultivan con tanto esmero.

A continuación, Tina nos lee un ensayo sobre el mundo actual y sus guerras. Por ello nos dirá:


“La victoria y sangre hermanadas.

La sin razón se viste de cristal

y los ángeles juegan a salir”

O esto otro:

“ La hierba se humilla ante las profundas raíces que esconden los cuerpos malheridos…..”


Por su parte Carmen Padín, nos escribe un texto sobre Aureliano, y el cariño que tenía por las pequeñas cosas.


“Le basta, nos dirá, con ver el crecer una planta en cualquier sitio de la ciudad; ya sea una alcantarilla en una grieta de aquella pared, o en cualquier sitio que pase desapercibido, y en el que bulle la vida  en todo su esplendor.”

Muy tierno y encantador tu texto.


Y para terminar la canción, entre barriles de pólvora, emerge Raña, leyéndonos un relato entresacado de frases que utilizamos en la tertulia. Trata de una escena en un funeral en el que dos amigos del difunto se congratulan criticándolo por sus empalagosos poemas que tratan siempre de libélulas


-Pobre, era buena persona; pero mal poeta.

-Sí, un desastre, escribía cosas así: ”tu ausencia era un puñal en el pecho”

-Y nada menos que 3 poemarios, y todos sobre las libélulas.

-Escribía poemas como churros. Y sin rima.

 Se acerca la hija.

-¿Conocían a mi padre?

Al unísono:

-¡Qué suerte hemos tenido de leer su obra! Era una poesía de vanguardia.

Y esto nos contaba Raña. Entre mucho humor, termina diciéndonos que le conceden el Premio Nacional de Poesía a título póstumo, ofreciendo a uno de ellos hacer el prólogo. Y para más inri,  por un poema titulado

La libélula y el viento. Y hecho con rima, por si fuera poco.


Y nada más, alhaja. Esto es lo que te he pedido contar de este día, tratando de comunicarte las pequeñas cosas de esta orilla, esperando que mi boca y mi voz se vuelvan algún día a fundirse con las tuyas. 



Juan Manuel Criado Manzano
16 de abril de 2025