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| Un gato que no maullaba... |
1. Tina Iglesias:
Tina Iglesias
14 de diciembre de 2025
2. Esther González de la Cera:
Esther González de la Cera
15 de diciembre de 2025
3. Manuel Sánchez:
Breve historia de una tarde accidentada
Llegué con algo de retraso a la tertulia, y al igual que siempre, allí estaban los saludos y las sonrisas fraternas de las entrañables tardes de los miércoles.
Comenzó José León, con su añoranza del cine Doré y las hazañas que allí presenció. También, con la música barroca y la mágica escenografía de "Brillant Soleil", nuestro amigo León, clamaba para que, con todo ese resplandor, su vieja herida fuera al fin restañada.
Javier, a continuación, con nostalgia, nos deleitó con un poema sobre el monte Fuji. Acostumbrados a sus versos profundos, en esta ocasión nos elevó hasta las nieves que coronan la cima del monte sagrado de Japón. Está visto que Javier, con su poesía, va escalando cumbres más altas cada día.
Alberto, a quien siempre tenemos que escuchar con atención, porque no es de repetir, y, además, porque sus cuentos entrañan inauditos sobresaltos. Con "Casimiro y el caballo", donde el niño quería ayudar a su papá con sus problemas, escuchamos que "había algo distinto en el aire", y ya lo creo que lo había. Con un aire premonitorio, Alberto nos anticipaba en su relato lo que estaba a punto de suceder en nuestra sosegada tertulia, porque, no recuerdo en qué momento, la presencia iracunda de Jesús irrumpió de pronto y se abalanzó como un tigre sobre su presa. Nuestro querido compañero Juan Antonio, soportó con entereza el ataque, y tras unos violentos vapuleos verbales, la fiera volvió a su terreno. No sé si los efectos tardíos de la Super luna de la noche del cuatro de diciembre (la más cercana a la tierra), debió ser la causa de semejante alteración en algunas personas, pero está claro que de alguna manera sí llegó a afectarnos. Puedo comprender el enfado de Jesús, pero me cuesta más trabajo entender su desproporcionada actitud. El motivo fue que, Juan Antonio, al parecer, no era la primera vez que dejaba reposar su consumición, muy cerca de un aparato musical que allí había.
María, nuestra querida compañera, nos dijo la más sobrecogedora de todas las verdades: "...y veo al despertar cómo el día camina hacia la nada". Y nada más cierto que sus palabras, para recordarnos cuál es nuestro destino. Siempre es un placer escucharte, María.
Juan Antonio, en su musical intervención, que llevaba por título "Alegría sinfónica novena", nos reclamaba que "restauremos amores y alegrías, y así, de esa manera se hará entonces la luz". Nada más bello y difícil, eso de restaurar el amor, pero nuestro compañero es un romántico, y más, si escribe bajo la influencia de tan sublimes melodías; qué le vamos a hacer.
Juan Bautista Raña hizo acto de presencia. Con su voz poderosa nos ofreció un relato titulado "Rinoplastia". Un título tan feo como la nariz que se le quedó a una de las jugadoras, tras recibir el impacto de un balonazo durante el partido de solteras contra casadas donde todas estaban más pendientes del jamón que vendría después que del balón. Cuando finalizó el relato, entendí el por qué del título.
Y en esto llegó Carlos, con sus misteriosos e inquietantes versos. "Camarada de las hormigas", es el título del poema que nos leyó. "Me hice camarada de las hormigas, las que saben que me van a acompañar en el altar del sueño infinito, donde la luna nos exigirá nuestra interminable noche". Una tarde más, Carlos no defraudó. Se ha instalado en el misterio y en la noche, y ahí ha construido su hogar.
Esther, la compañera que me dejó el papel para anotar nuestras intervenciones, no recordaba si la cosa empezó con las clases de japonés o con los cafés en el bar. El caso es que se encontró con un extraño gato, que no bebía agua ni leche. ¿Qué íbamos a hacer con el gato? se preguntaban. Hasta por fin, el felino, atento y astuto dijo: ¡Sayonara, baby!
Tras despedirnos del gato, Cinta, con su desbordante fantasía, nos regaló su poema titulado "Pizarra". En él nos dice que esa pizarra, "bien pudiera ser metáfora del barro, del lodo que construye las estatuas". "Vete, gris, no quiero tu pizarra. He roto ya el cántaro feliz. Se derrama la embriaguez. la generosidad no tiene cura". Este final dio paso a una constructiva y animada polémica, en la que Cinta meditó cambiarlo por otro más poético.
Tras Cinta llegó mi turno. Yo pretendía leer algún pasaje de la odisea "Ninguno de los suyos", pero tras comunicarles la publicación de mi poemario "Desde El Olvido", Javier me sugirió que, mejor leyera alguno de los poemas de dicho libro. Abrí las páginas al azar y apareció el poema titulado "El Tiempo". En él describo las diferentes atmósferas que reinaron en los puntos cardinales de mi ser. Desde los soles del sur, a las brumas del norte... en fin, toda una metáfora sobre el clima que impera muy dentro de nosotros.
David, a quien le tocó intervenir tras de mí, como no tenía nada preparado, le vino de perlas la antología de los veinte años de Rascaman, que todos teníamos sobre la mesa. En dicho libro, David Lerma logra crear un texto tan dramático como lírico, que, junto a los versos de Neruda y con Linda de la mano, va poco a poco in crescendo hasta llegar al terrible final "Ella ya nunca sería de otro, como antes lo fue de los besos de su verdugo", nos dice poco antes de terminar su relato. Un derroche de ingenio y trabajo. Gracias, David.
Tras la lectura de David, Carlos y yo tuvimos que abandonar la tertulia, por lo que pido disculpas si no pude escuchar a Ana Gonz, Juan Manuel, Jose María, Celia, Omega, Carlos Ceballos, y también a Tina y Amelia, que tuvieron que marcharse apremiadas por la hora. Y como colofón, antes de irnos, Carlos se acordó de la gorra con la que vino a la tertulia y que no aparecía por ningún lado. Y así estuvimos un rato, buscando por todos los rincones, mientras a más de uno nos venía a la memoria aquella vieja canción que decía "la manguera dónde está, dónde está la escalera...", pero en este caso, era una gorra, y al fin apareció.
Manuel Sánchez
4. David Lerma:





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