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| Laberinto |
Para aquellos que no lo escucharon, el café Fígaro esconde un laberinto por donde se cuelan las palabras. Quien entra no hallará la salida. Saldrá derrotado. Se salvará. Asegura el Boss. Y allá entra Chelo arrepentida y avergonzada de no buscar un huequecito en nuestras complicadas vidas para encontrarnos. No hay que esperar que el destino lo haga, advierte…pues como dice Jose Antonio el amor se ejerce cuerpo a cuerpo, día a día, soltar al viento, ad Infinitum…lo constata León quien tiene un móvil lleno de sonetos, como mago de la pluma saca dos y los suelta en el laberinto, el primero es fantasma de la Ópera y la música del tiempo y otro, digno de un experto prestidigitador, aparece, de la nada, la Vía Láctea y su chorro de leche espacial, fantástico… Cinta lanza un poema sin permiso de Alberto, Líneas, teorema final de mil latidos, me parece encontrará a Teseo o al Minotauro, no lo sé, siguiendo la línea de su corazón. Buena estrategia, Cinta. Ana, la nueva Ana, escribe, pinta y prueba otros territorios, bienvenida al laberinto… Mientras, Mateo lanza el esférico a la cancha, un pase original, divertido y hechura impecable de un futbolista que durante 20 años fue el mejor falso 9 de la historia. Anotó un gol en el laberinto… Alberto, bajo la que lame la última gota y bufanda al cuello cuenta la historia de Benita Benceno quien no quería compañía, de hablar suave, pero corrosivo. Cuando se percata de que su nueva compañera de cuarto es sorda y su veneno no tiene efecto, empieza a pensar como una naranja, sí, esas que pudren a las otras… De ahí que Ana Gonz se pregunte qué comer para evitar esas medias naranjas cuando empiezan a pudrirse y los besos se tornan agrios. Salir de la mesa, le sugieren, por lo demás, sonreír, que el resto de la dieta son sólo proteínas… Y bien saben los cuerpos de Rocío la importancia de las proteínas para los cuerpos desmemoriados y para dar el ancho a la hora de encontrar un compinche y dar rienda suelta a las caricias en un día perfecto… no vaya a ser que llegue Juan Manuel en el 2973 cargado de androides, que no existan más cuerpos de carne y hueso para besar en la esquina del cuello y el hombro y nuestro destino sea la basura. ¡Ayyy, no, por favor! Por suerte, en el siguiente poema, nos da una solución: viajar por el espacio/tiempo y destruir sin misericordia ese reloj colgado en la pared. Física dura y pura, recalca. ¡Me he perdido en el laberinto cibernético recordando a mi hermano mayor! Sin embargo, Carlos Ceballos ha logrado acortar el tiempo de otra sesión y abrir un hueco para adentrarse y embellecer el laberinto… tanto se ha preñado la retama… la flor es la representación mínima de la belleza y otras imágenes que dejé sin escribir por el gusto de escucharlas…tiene razón Javier Díaz Gil, la palabra es carne y piel, es flecha, es lugar preciso de aire que hiere…
Nos despedimos, sin saber del todo, dónde nos llevará este curioso laberinto de los miércoles.
Carmen Padín
4 de diciembre de 2025
2. Chelo Santa Bárbara:
DIEZ LÍNEAS CADA UNO
Chelo Santa Bárbara
5 de diciembre de 2025
4. Javier Díaz Gil:
El maestro perfumista que habita en el Fígaro tiene buena mano para elegir aromas y crear perfumes perfectos. Oculto en un rincón del café toma nota de los ingredientes de la fragancia a la que ya sabe cómo nombrará antes de finalizarla: rascamán.
Toma, primero, esencia de laberinto de Javier, luego, un aire de destino de Chelo. Lo deja reposar un instante. Con una pinza, añade frágiles deseos de José Antonio. Le veo luego abrir dos frasquitos en los que pone León, uno, casi etéreo, del que extrae un pequeño fantasma de la Ópera y otro, níveo, que contiene leche blanquísima de Vía Láctea.
Con un giro perfecto de muñeca, liga todos los componentes.
Pero hay más ingredientes. Porque del aire atrapa unas líneas de luz de Cinta. Luego, toma unos trazos de pintura de Ana y polvo del muro del castillo de Alaquás que le regaló Omega. De un sobre en el que está escrito el nombre de Matteo, extrae un 9 de leyenda. Y de una cajita de plata, con la punta del pincel recoge la mirada verde de gato de un caimán de Carmen Padín.
Con otro giro de muñeca vuelve a mezclar todo. El café empieza a poblarse de un aroma increíble.
Pero no ha terminado, porque me mira cómplice mientras destila dos gotas de naranja de Anagonz, una gota de veneno inocuo que le dio Alberto Ramos y otra gota, casi piel, de cuerpos que se aman de Rocío.
El último ingrediente secreto, luz de autómata relativa, que emana de Juan Manuel.
Antes de terminar la Tertulia, me entrega -y guardo como un tesoro-, una botellita de perfume que ha rotulado con un nombre, y un lema que le prestó Carlos Ceballos. Lo huelo y leo: "Rascamán: La flor, unidad minina de belleza".


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