Páginas

domingo, 3 de agosto de 2025

34ª Jornada/XVIII año: Miércoles, 30 de julio de 2025

 

Bita


Bita acaba de nacer y ya está protestando, me salió revolucionaria. ¿O será perezosa? Dice, que por qué hago la bitácora si no es obligatorio, y yo le digo que, si en la vida solo vamos haciendo lo obligatorio, vamos mal, porque entonces, entre otras cosas, no habría literatura, ni teatro, ni pintura, ¡ni arte ninguna! No habría altruismo, ni cooperación, ni un montón de actividades de ayuda a los demás. 


“¿Y a quién ayudas tú haciendo la bitácora?” Buf, suspiro, no solo me salió revoltosa, me ha salido impertinente. 


“¡A mi memoria! ¿Te parece bien? ¡Ayudo a mi memoria y a la de mis compañeros!” “¿Tú te crees que aún tienes diez años y estás jugando? Por mí y mis compañeros” me hace burla con voz de bitácora insufrible. Pero yo la ignoro y sigo escribiendo. Así que ella me mira con cara de folio arrugado y se ofrece muy digna al sacrificio de ir creciendo bajo mis teclas... 

En fin... Esta Bita es hija de mis palabras, tendré que quererla como es. 


Si yo lo único que quiero decir, le confieso con voz de madre paciente, es que estuvo muy bien verse otra vez en una sala de biblioteca como cuando éramos dos talleres de creación literaria. Estuvo curioso encontrarse de nuevo sentados en torno a una mesa alargada y blanca con nuestros papeles y bolígrafos frente a nosotros. Y resulta que estábamos a 30 de julio del 2025. ¿Tú sabes cuántos años han pasado desde que éramos taller? Y además en pleno julio… Tiene mérito ¿sabes? 


Este verano la biblioteca David Gistau nos presta (sin tener obligación) una salita, una clase, para que podamos reunirnos los Rascamanes, para hablar de literatura, de escritura, de relatos y versos. Y fuimos sin obligación. Porque eso se hace, aunque tú aún no lo entiendas pequeña Bita. 


En aquella salita fresca, bajo la sala de préstamo de la Biblioteca, nos vimos José Antonio Carmona y su amiga poeta, Clara, vino también Juan Antonio Arroyo, y después llegué yo y Javier, el coordinador. Más tarde llegaron José María Herranz y una nueva compañera que se llama Esther González. Y a continuación también vinieron Cinta R. Guil, y Paloma Sánchez. Y por último Carmen Padín. Y desde el zoom asistía Mariana Feride. Tantos en una tertulia de guardia no está nada mal. En verano nos cierran el Café Fígaro, así que desempolvamos nuestro carné de tertulia nómada. Pero, como te decía, me gusta este lugar nuevo tan de letras. 


La pequeña Bita sigue haciéndose la indiferente mientras toma buena nota de cuánto digo. Bueno, ya se le pasará… Y continúo. 


La tertulia del 30 de julio fue tarde variada de poemas y relatos. Y ya sé que, si pretendo que ésta sea una Bitácora que se precie, yo debería decir qué leyeron cada uno de mis compañeros porque lo cierto es que mereció mucho la pena, tanto escucharlos, como la pequeña discusión que luego organizamos con las correcciones que nos provoca cada texto en las que todos aprendemos mientras decidimos si ponemos o quitamos esta palabra, si lo titulamos así o asá. El autor es el dueño, siempre concluimos, que él decida. Pero esta Bita, no es una Bitácora aún en condiciones, y además está enfurruñada porque le hago trabajar en verano, así que no voy a entrar en tanto detalle. 


Lo único que quiero decir es que Javier se coló, que conste en acta. Me tocaba a mí que había llegado la cuarta, ya sabéis que aquí se lee según orden de llegada. Pero bueno le dejé colarse porque venía yo con el ánimo aplacado y tenía ganas de escuchar un poema sobre Islandia. “Y si no hubiera metido la luz…” Es broma. Ya sabe Javier que la luz y yo no hacemos muchas migas. Prefiero las sombras, fíjate tú, me parecen muchísimo más sugerentes. Se lo diré… 


También quiero decir que nos dio tiempo a todos a leer. Hubo también tiempo para comentar despacio los textos. Nos dio tiempo, incluso, para hablar un poco de la inteligencia artificial. Y discurrió la tarde en un suspiro. Pero no puedo contaros con el detalle que a mí me gustaría cómo se titulaba cada escrito que leyeron, fuera poema o relato, ni que palabra nos chirrió o nos encantó, ya querría… Eso me pasa por no tomar notas. Claro, como no iba a hacer la Bitácora… 


Bita deja de anotar lo que digo y me mira con cara de “¿En serio?” Como dicen ahora los jóvenes, sean humanos o de papel. “Tonta, que es broma… Parece mentira que no me conozcas.” Y vuelve con el gesto ceñudo a su labor de anotar.


Pero no es broma, es cierto que no tomé ni una sola nota. Preferí dejar llevarme por las sensaciones de aquel nuevo lugar de encuentro. Por disfrutar de la voz de cada uno leyendo lo que había escrito. Por el tacto de los nuevos libros que traía Clara, la amiga de José Antonio. Por la contemplación maravillada del cuaderno de poemas escritos a mano de José María Herranz, en los que él borraba y volvía a escribir. Qué bonito. Eso ya no puedo hacerlo con los relatos, me eternizaría. Dejarme llevar por el ritmo de los tres “despacios” que había incluido en su poema de amor Esther, el primero a más distancia de los otros dos, creando ese fluir cantarín. Disfrutando con la idea del nuevo libro que está preparando Cinta, qué gusto. Viendo cómo Paloma entraba y salía para fumar y luego relatándonos su historia del oso con el que se encontró en Canadá, historia que nos contó cuando ya estábamos para irnos. Disfrutando con el poema de Mariana del paisaje, Mariana que siempre nos quiere aunque sea desde su pueblo. Y cerrando con la voz y la forma de narrar tan dulce de Carmen Padín que casi no llega, pero afortunadamente lo hizo. 


Me detengo a recordar y Bita aprovecha para mirarme y decirme “¿Y esto es lo que tú querías contar en la bitácora que no era obligatoria?” 


Sigue impertinente, qué le vamos a hacer… Podría decirle tres cosas bien dichas y hasta podría romperla en mil pedazos. ¿Qué necesidad tengo yo…? Pero es verano.


Así que suspiro, sonrió y soplando lejos sus quejas y reproches solo respondo:

“Pues imagino que sí, simplemente es esto lo que yo quería contar.”. 





Rocío Díaz Gómez
3 de agosto de 2025





No hay comentarios: