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lunes, 21 de noviembre de 2016

8ª Jornada/X año: Miércoles, 16 de noviembre de 2016


Navegando en Rascamán


Me encuentro embarcada en un yate de Lujo llamado Rascamán.  En él voy a iniciar un crucero por el Océano de la fantasía. Adecuo mis ojos a los del buey. Ante mí la inmensidad de la creación.  Me relajo, me dejo ir, sueño. 
Una voz aterciopelada, sabedora de inflexiones, Amelia Peco, (madame Amélie)  nos presenta en el salón azul,  un desfile de personajes, salidos del taller de costura de su protagonista. Una mujer que se supera a sí misma culta y emocionalmente, que no duda en abandonar su pueblo por estarse quemando  en su propio fuego, y así  formar parte  de un libro de Génesis  “Volver al vientre”,  donde luchará por un amor. ¿Lo conseguirá? Amélie  nos deja con la duda hasta un próximo capítulo.  
Javier Diaz (el patrón anfitrión) acaba de anunciar por megafonía una próxima escala en Chile., donde regresa, con  una recopilación de poemas dedicados a Villa Grimaldi , lugar siniestro donde los detenidos esperaban el momento de ser un nombre conmemorativo en los muros de su fusilamiento.   A uno de ellos, Marcelo Eduardo Salinas,  Javier le dedica un  sentido homenaje,  para no olvidar. 
Contrarresta la emoción con  un canto a Silvio Rodriguez, que a los allí reunidos nos invita a entonar  mentalmente. 
Subimos a cubierta. El mar está tranquilo, en esa hora mágica, donde la naturaleza  muestra su grandeza. Unas copas de champagne nos esperan  para burbujear los haikus que a Paco Fenoy,  le brinda el paisaje y su imaginario sensual.   

“Viste perfumes
con olor a jazmines.
Mar vaporoso”.

Una familia de delfines, nos muestran sus habilidades, de bailarines  e inspira a Paco:
“Y con un beso
en la gruta desnuda, 
viene la danza”.

Nuestras cabezas danzan por el efecto del alcohol y conocemos los padecimientos de las mujeres sufridoras que Cinta, (nuestra entrañable maestra) nos plasma en dos relatos, sencilla y sabiamente contados: 
“La sorpresa “. Y “Las Alhajas”. 
El primero nos hace creer hábilmente que su protagonista es una joven actual, enérgica y vital, con móvil maquillaje y rostro en el espejo para descubrirnos,  al fin de la historia, un sobre y una tarta con los que celebra su ochenta cumpleaños. 
Las tres alhajas (Almudena, Albertina y Alejandra), tres amigas con características propias bien diferenciadas, sensibilidad, arte y deporte. Se conjugan para contarnos sus vidas desde la infancia, con anécdotas pueriles de compañeros con trucos y  espejos para averiguar sus intimidades. 
Llega la noche y el silencio, alrededor de un cuerpo compacto y sólido José León, (león marino) con  miles de millas poéticas en sus lomos. Una criatura buscada y valorada por  la esencia de su poesía y nutrientes culturales.   
Nos evoca a Luigi Boccherini, el gran olvidado, compositor del siglo XVIII, haciendo una conjunción entre  “La música nocturna de Madrid” y su propio lirismo. 
Y, envueltos en el embrujo de la brisa acariciadora en  la piel,  Ana, (nuestra querida Anagonz), nos sorprende y regala, con su prosa poética, sentimientos escondidos de una tragedia. Nos conmueve desde la primera línea.  
“Luego sus manos amoratadas y arrogantes, al vagón solitario y viejo la estación,  hasta  el final cuando el cuerpo queda tendido en las vías". 
Quedamos pensantes y ensimismados por la profundidad de la historia. 

El mar se embravece con locura. Desde el camarote número uno surgen estruendos. Lo ocupa el  arte, que corre violentamente por las venas de Leonor Varela (Leónidas Kiev). 
A martillazos desprende lascas de la imagen que esculpe, transformado en versos. Versos incomprendidos. Incomprendidos cómo en su momento lo fueron la obra de Van GoghLas Señoritas de Aviñón y Cien años de Soledad. La soledad del visionario, del creativo, del atormentado, de quien desfallece y bordea lo absoluto, y sin embargo revive para embarcarse en nuevas quimeras de futuro, como reflejan estas estrofas: 



Susurran sirenas. Fábrica de sueños
Chisteras - conejos
Niño grande, Ente pequeño
Canto de cigarra atraviesa espejo
Pinochos - Gepeto
Salen del sombrero en busca de Itacas
Que no era lugar, tan sólo un tiempo
Navegan surcando naipes entre alejos
Buscando la luz del Té del conejo.


El sabor excitante de la infusión me despierta en el puerto de Santander, donde me invitaron a esta ensoñación.

María Jesús Briones Arreba
Madrid, 16 Noviembre 2016

martes, 15 de noviembre de 2016

7ª Jornada/X año: Miércoles, 2 de noviembre de 2016

El juez Fenoy

Los siete miembros del jurado se pusieron de pie cuando entró el señor juez. Pero no lo hicieron por formalismo o por espíritu de servidumbre o por peloteo, no: lo hicieron porque tenían al magistrado por un tipo honesto y simpático, lo que podría parecer un oxímoron, pero que -al menos en este caso- no lo era.

-Siéntense- pidió el señor juez. En lugar de martillo, portaba una flor y un poema en cada mano. 

A su voz todos se sentaron.

Abrió el turno de intervenciones la miembro del jurado Rocío, quien confesó no traer alegación alguna, tampoco por escrito. Justificó esta circunstancia con el tiempo que le habían ocupado las diligencias previas emprendidas con el objeto de presentarse al Premio Tiflos de relato. “Muy ciegos tienen que estar esos del Tiflos si no te premian”, declaró un colega desde el estrado. El comentario, aunque iba en serio, hizo que estallasen las risas en la sala. Entonces, el señor juez llamó al orden y rogó a los concurrentes que se rieran un poco más.

El siguiente turno correspondió a Juan Manuel. Juan Manuel comenzó su exposición con un texto manuscrito de atmósfera “borrascosa” que pronto se tornó en tormenta perfecta, tras la metamorfosis sufrida por el narrador, que pasó de tercera a segunda persona del singular. Ante la falta de visibilidad, Juan Manuel se vio obligado a abandonar la lectura. Sus colegas le absolvieron al no observar en ello el menor rastro de dolo. “Un gatillazo lo tiene cualquiera”, opinó incluso algún abogado de oficio con ganas de continuar con la guasa.

Mientras tanto, el reo no sabía si frotarse las manos o si asustarse. ¿Qué clase de condena puedo esperar de semejantes testigos de cargo? Lo tengo chupado, se decía. O crudo, según se mirase.

El tercer miembro del jurado en intervenir fue Juan Antonio, con un alegato-poema titulado “Otoño apalabrado”: “Los drones y robots tienen grabados / las huellas del deseo en sus empeños”, recitó con voz de barítono. El jurado en coro asintió en señal de aprobación, aunque el de Colmenar quiso añadir más argumentos: “las palabras sonríen con su Gloria / hablan con el asfalto y con las rosas: / dais el color del oro a mi memoria”.   

Los versos-prueba presentados por Juan Antonio convencieron a la concurrencia, incluido el señor juez, quien a estas alturas del procedimiento decidió tomar la palabra. Enemigo de la solemnidad de togas y puñetas, conocido en el mundillo como el juez Fenoy o simplemente Paco, querido por todos, el magistrado desbrozó varios de sus haikus laborales (¿quién habló de oxímoron?…). He aquí uno: Fin del trabajo / Brotan nuevas mareas / Arde la lluvia. Y he aquí otro: Ardió el trabajo / Se transforma y amplía / Irradia luz. Antes de conceder la palabra al cuarto miembro de jurado, Paco apeló a la jurisprudencia y recordó a los presentes el histórico litigio que enfrentó a Luis de Góngora, sacerdote y progresista, con Francisco de Quevedo, literato y conservador, esgrimiendo en defensa del primero su famoso e ingenioso poema “Hermana Marica”.   
  
En el juicio había comenzado a imponerse el juicio (valga la redundancia), lo que vedó al reo la oportunidad de entonar un triste ¡protesto! La cosa se estaba poniendo fea. O hermosa, según se mirase. 

Tras el magistrado tomó la palabra el miembro del jurado Javier. Su informe llevaba por título “Decálogo de la desconfianza” y, según advirtió, tenía truco. Javier leyó: “Desconfía de quien te habla sin mostrar sus ojos / de los cuchillos que guardas en el cajón / que perdieron su filo / de los sapos ventrudos que habitan los poemas”. Entonces, llegó el verso decimoprimero, número ordinal que encerraba la clave del juego: “Desconfía de quien te dice en lo que debes desconfiar”. “¿Desconfía también de un decálogo que cuenta con once puntos?”, le interpeló un fiscal que pasaba por allí, vestido de payaso. En la sala fue creciendo un murmullo, por lo que Javier, ad probationem y con la venia de Paco, aportó varios poemas más, nacidos de su viaje a Chile, futuros integrantes de un libro futuro. Uno decía: Santiago descansa su día de trabajo / Es momento de dejar / que la tarde resbale / por mi piel / haciéndome parte de los árboles y los bancos. Otro hablaba de vino: El vino que recorre / mi nariz y mi boca / El silencio del vino / en mi garganta.

Un poco ebrios, los asistentes encararon la parte final del proceso, dispuestos a escuchar al último miembro del jurado, Ana Gonz. Ana trajo dos micros escritos en su despacho ubicado en pleno centro de un vagón de Metro. El primero arrancaba así “Arrojaste / las manos amoratadas y suplicantes…”, y describía los terribles delitos de mutilación y asesinato en grado de tentativa cometidos en unas vías de tren. El segundo comenzaba “Tiraste / de la cuerda vieja y rota…”. Sus colegas coincidieron en afirmar lo vigorosas que eran las chicas de Vigo, pero también en recomendarle una revisión de este segundo texto, para su próxima lectura en una próxima vista.    

El señor juez levantó la sesión. Leo Varela llegó a tiempo para unirse y participar en las deliberaciones del jurado, que en minuto y medio, había emitido su veredicto. Fue Paco el encargado de dar lectura a la sentencia, para lo que se puso de pie:
“Agracio al reo David Lerma con la escritura de la bitácora correspondiente a la jornada del 2 de noviembre de 2016”   

A día de hoy, el reo ha cumplido tres cuartas partes de la condena, y disfruta de un merecido tercer grado que le permite ir a dormir a la cárcel y pasar el día con su familia. Su libertad definitiva depende tan sólo del dictamen del juez de vigilancia penitenciaria, quien ha de resolver si está rehabilitado o no para su reingreso en la sociedad.


David Lerma Martínez
9 de noviembre de 2016

lunes, 14 de noviembre de 2016

6ª Jornada/X año: Miércoles, 26 de octubre de 2016

Tiempo de lanzamientos literarios

Comenzó la tertulia con la intervención de Fenoy, quien nos ilustró con un comentario acerca de los neologismos en la novela. Asimismo se habló de los haikus y de la escritora Milagros Salvador. Y es que, como todos sabemos, Fenoy es especialista en haikus sui géneris. También nos presentó su última novela, “Viaje con el club de montaña” acerca de sus experiencias viajeras en la campiña. En su lectura, continuó con los haikus, a lo que Isabel comentó que lo que nuestro compañero había leído no eran haikus entendidos como tal, sino otra cosa, alegando que los haikus siempre hacen alusión a la Naturaleza. Argumento que Fenoy rebatió con gallardía, defendiendo que lo que él crea son otro tipo de haikus.
Después de tanto “haikuneo”, nuestro ilustre moderador y coordinador, Javier Díaz Gil, nos leyó un poema sobre los ángeles (no los de Charlie ni los del Infierno, sino los que tienen alas, los bíblicos). Un poema, por cierto, delicioso, al igual que otro acerca de cómo adaptar el cuerpo al dolor de crecer, este último, perteneciente a la serie “Regresar a Chile”. Finalmente, nos deleitó con un poema cuyo tema central es acariciar la piel de la tierra. (muy metafórico y lírico) y con otro sobre las estaciones de autobús.
El último libro de Javier, “La palabra y la carne”, está conformado como un discurso acerca del versículo del apóstol San Juan, “Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, del que nos leyó un sugerente soneto.
Cuentos oníricos
Nuestra gran poetisa y también cuentista (en el mejor sentido de la palabra) María Juristo leyó un estupendo cuento perteneciente a su trilogía de cuentos oníricos. En concreto, nos obsequió con el cuento del niño que buscó su nombre. Este relato tiene un trasfondo de amistad de un joven con un gato. ¡Mucha chicha tiene esta literatura, pues...!
Isabel Morión, nuestra Isabel, nos dijo –con esa voz tan radiofónica que le caracteriza y ese porte de gran dama del teatro, se me antoja- varias cosas. En primer lugar, nos invitó a una presentación suya. Luego, nos contó que le han publicado un poema en la revista “Troquel” y que también le han invitado a participar en sus lecturas y que por todo ello, está muy orgullosa. Y nosotros, también lo estamos de tenerla con nosotros…
Posteriormente, nos leyó unos haikus (naturales, es decir, relativos a la Naturaleza), uno de los cuales se refiere a una golondrina besando a la Luna. ¡Qué bonito!
Otra de las cosas que nos contó fue que va a ofrecer una conferencia acerca de la poetisa Gloria Fuertes, ya defenestrada, como todos sabemos, y relató la anécdota de que, casualmente, alguien le había enviado una entrevista de dicha poetisa, coincidiendo con esas fechas. ¿Coincidencia o destino..?
Mr. Monroy
El señor Federico Monroy, el gran escritor –entre tantos otros rascamanes-, con alma y pluma de profundo poeta, nos leyó un soneto suyo de 2003 titulado “El tren anónimo”. David Lerma apuntó, después de haberlo escuchado, que Monroy tiene voz propia. Pero el poeta, demasiado modesto, para mi gusto, cree que es un tanto repipi. Nadie está de acuerdo con ello, por ejemplo, Javier, para quien se trata de un poema arriesgado.
Nuestra querida y perenne Rocío nos leyó un relato sobre la excursión de un grupo de amigos en coche, “Aquel Renault donde cabíamos todos”. Después de la lectura, algunos compañeros le sugieren varios títulos alternativos. Ella subraya que se trata de hechos reales y decide enviarlo a un concurso con el tema de Renault. ¡A ver si gana otro premio, que no para..!
¡Ay, el amor..!
León, nuestro eterno enamorado (¡qué suerte!) nos lee un poema de amor. Se le comenta que tiene un buen arranque y se le corrige algún elemento para que no suene cursi.
Por su parte, Carlos, nos hizo reír con “La tirita muda”, un relato cómico –como los que nos tiene acostumbrados- sugerido por los compañeros en la anterior tertulia y él, que es tan ocurrente, le dio forma. A todos nos encantó porque es bueno y está bien resuelto.
La inenarrable Ana González continuó con los poemas titulados con verbos en pasado. En esta ocasión, nos leyó “Sonreíste”, compuesto por versos macabros.  Forman parte de una serie sobre verbos a propósito de los Siete Pecados Capitales. Una buena idea que, si la trabaja bien –y lo está haciendo-, puede desembocar en un trabajo serio y original.
Yo leí un loco relato sobre una adicta a pedir autógrafos a los famosos, “La fan”. Lo hace para llenar su vida vacía y no ceja en su empeño hasta conseguir lo que desea. Se me corrigió oportunamente y se me pidió que lo leyera corregido en una posterior tertulia. Así, lo haré (Grazie, onorevole Thors, lo farò con estremo piacere).
Y como colofón, la simpática e inteligente Ana Delgado leyó un poema crítico con el machismo. Gustó mucho. A los machos-machos no creo que tanto, pero en la tertulia no hay ningún macho-macho, quiero decir, de los machistas de toute la vie. Ella nos explicó que fue el motor de la venganza el que le promovió a ponerlo sobre el papel. Luego, nos leyó otro poemita sobre un sapo, versos de carácter social, como todo lo que tan bien escribe ella.
“Alea jacta est”


Iñaki Ferreras
18 de noviembre de 2016


domingo, 13 de noviembre de 2016

5ª Jornada/X año: Miércoles, 19 de octubre de 2016


El caso de las letras impresas

Damas y caballeros, tengo las pistas necesarias y a todos reunidos en el lugar de los hechos para resolver la desaparición y posible asesinato de la Dama. Sus orígenes  se remontan entre los pergaminos egipcios y con ciertos escritos sé que llegaré a la conclusión  de este extraño pero fascinante caso. Según  las  declaraciones  tomadas por mi humilde persona a Paco Capel ciertos sucesos tienen relación con su augusto tío, el musicólogo Manuel del Águila también insigne poeta.
Los testigos vieron a Aureliano Cañadas en su “La isla de la nada”. Por lo visto ha estado rondando últimamente por un circo “La jaula de los cisnes”, ciertos testimonios le han oído decir:
“Se escucha el lago de las cisnes de Tchaikovsky” ,”Arabescos de sus frágiles  brazos”, “La cicatriz de su cintura”, también “El payaso“ oyó en su voz “Tenía  tanta hambre que me comí un pez”, “ Voy a ponerle nombre a ver si por las buenas”.
Después  de marcharse de allí, volví a indagar al sobrino de Manuel del Águila, Paco Capel. Me contó la historia y andanzas de su tío, me habló de “El trapero” con jugosa información “Hidalguía te dan sangre, oro y cielo”, “Camisa al sol”, “Junto a una puerta pobre y vigilante“, siguió  con ”Camisa rota” de sus aires “Sucios pilares  de suburbio”,  “Tú  en tu atardecer púrpura”, “Hombre que huye puente de plata”, “De un barco que se va y no es nada ni horizonte”.
Con todas esas confidencias reuní este material que abrió mis ojos. Ya estaba encaminado con mi investigación: la desaparecida podría ser encontrada. Llegué a la cita indicada y León Cano me relató lo que sabía. Era algo sorprendente, un acertijo amoroso, con sus palabras y sus gestos: “Otoño”, “Vuelan palabras blancas”, “Eres madre del alma”, “Por la misma flecha fuimos heridos”, “Siembra un prado en azules”, “No existe el mundo sin tu alegría”.
Todo ello con influencia alejandrina desde tan lejos viene esta Dama y el agua fluye en las palabras de este hombre con espíritu vetusto y sapiente.
De seguido me encontré con Rocío, una espía rusa, que me contó la verdad: estaban por medio los norteamericanos.
“Si vuelves a Manhattan” tenía que ver con un hombre que fue allí con una mujer y aferrado aún a los recuerdos de ella, habían estado recorriendo Chinatown, el edificio Dakota, el puente de Brooklyn y la estatua de la Libertad.
Tenía fotos que me dio Rocío  muy claras e interesantes, “Qué felicidad  nos dio Manhattan“, ponía en una de ellas con una firma y dedicatoria. 
Tenía  que hablar con mi científico personal, Juan Manuel, para las huellas dactilares y demás pruebas. Me dio como resultados: ”Efecto Doppler”, ”Estrella incandescente “,”Como alrededor de una estrella te alejas y te acercas”, “Te acercas la estrella azul, te alejas roja”, ”Tren lleno de sombreros“, un sistema binario con explicaciones sutiles, el rompecabezas iba tomando forma.
María Juristo, su tiempo importante y sus palabras enigmáticas ,”Mi tiempo navega por orillas de la nada ”, “Senderos de esplendor y misterios”, “Y yo empiezo  a caminar  sobre  el alféizar".
Me ayudó Omega con su leyenda ”La bella Susona”, mujer inteligente que enamoró al califa, ésta me dio una pista con el origen de todo este misterio, el caso del supuesto asesinato, su verso andalusí y la sangre derramada.
Ya pasados unos días, Carlos me comentó un relato de “El genio de la olla express”: un hombre y su mujer, Manoli, por lo visto encontraron un genio llamado Eugenio que le ayudó con todo y ellos estaban felices porque realizó sus deseos, el genio era un manitas y era muy hacendoso en la casa de este matrimonio.
Con tanta historia quise arreglar mis ideas y me acerque a un café literario donde escuché a Iñaki que tocaba el acordeón, con canciones como “Agur jaunak “,”tango de amor” y alguna milonga. Ya relajado con aquella música envolvente, de tantas pistas, huellas y demás  acertijos.
Al querer reanudar mi tarea llame a Fenoy, pues tenía unos haikus reveladores sobre el trabajo, no en sí, sino su tarea.

La negación
Que así mismo se niega.
El río que canta.

La estrella guía,
El trabajo se muestra,
La aurora nace.

Trabajo y causa
Forjan el propio acero.
Fuego constante.

Todo ello sabía que era ardua tarea, este caso estaba lleno de dobles intenciones y personajes extravagantes. Para mí era diferente a las otras investigaciones. Salí  de aquel cuarto y se alejó Fenoy, me calé mi sombrero de ala y me coloqué mi gabardina: Javier era un inspector con mucha experiencia y un historial impecable, me daría lo que necesitaba.
Me entregó una carpeta con unas fichas, eran tres números, tres enigmas:

Numero 42
“Sólo  acariciando  sus olas”, “La cicatriz...  agua y de aire donde está el futuro “
Numero 43
“Me recibe una lluvia de otoño”, “La primavera sobre arena”
Numero 44
“Se conjura Chile contra el olvido”, “Tu camino prolongado de otoño”

Aquellas imágenes color sepia varado, esas instantáneas eran únicas, sabía de sus rasgos.
Me despedí de Javier, y ya en el metro una mujer misteriosa me agarró el brazo y me susurró al oído “Sin competencia en opinión“, “Tu afán en saborear todos mis nutrientes del mi cuerpo” , “Decidiste morder mi lengua”, mi nombre es Ana, ahí queda eso, yo me desasí de su mano.
Se marcho escaleras arriba y aunque quise ir tras ella, fue felina y se me escapó.

En algunas ocasiones parecía resolverse mi caso, en otras se complicaba aún más. 
¿Y ahora que iba ser de esa noble Dama?

Ya en mi despacho me sorprendió una mujer, a la cual no esperaba. Esta es la definitiva, ella me traerá  la solución, pensó mi instinto detectivesco. Me contó “El doble de yo”, “Si el doble de yo, público de primera fila”, con otras ideas más complejas: ”Enredada en mis canas”, parecía  que podía tener una interpretación múltiple.
Me quedé como estaba ,una llamada telefónica  de un tal Vicente fue la gota que colmo el vaso. No sabía  nada  y el vacío era más grade si cabe, las aguas del mar embravecido y la nobleza literaria indignada. 

Salí de allí  para reflexionar, ni asesinato ni desaparición, esa era toda la historia o historias, los versos eran impresos, las letras de un burdeos profundo. Las habladurías estaban muertas y, en verdad, mi caso era sobre la Literatura, la cual  está más viva que nunca. Son ojos que inspeccionan su larga trayectoria y este humilde servidor sabe una idea inmutable: el alma humana sigue creando, sigue saciándose de letras, de mundos que hagan olvidar este globo terráqueo que es un punto insignificante en medio del universo.

Pero, oh, damas y caballeros, me he rendido y este detective queda desnudo ante las palabras de un dogma que es la Literatura  con mayúsculas.




Omega Escribano
21 de enero de 2017