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sábado, 30 de octubre de 2010

3ª Jornada/IV Año: Miércoles, 20 de octubre de 2010

Aureliano Cañadas. "Contra Domene". (Instituto de Estudios Almerienses)

Hoy, 20 de octubre de 2010, nuestro Aureliano Cañadas presentaba su último poemario "Contra Domene" en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El acto tenía su hora de inicio a las 8 de la tarde. Así que, el pasado miércoles, decidimos en la Tertulia que la mejor forma de asistir al evento era trasladar por este día la Tertulia del café Ruiz a la cafetería del Círculo. La cafetería, conocida como "La pecera".

Por "la pecera" la conocía la gente que no podía entrar en el Círculo (entrada reservada para unos pocos pudientes) y que veían a los elegidos a través de los grandes ventanales de la calle Alcalá, como si de una pecera se tratara.

Esos tiempos ya han pasado y cualquiera puede acceder, afortunadamente, a este solemne edificio.

Y allí, alrededor de una mesa de mármol nos hemos sentado hoy Ismael, Rocío, León, Aure, María Juristo, Juan Antonio, Cristina, Paloma, Feli, Vicente y Javier.

Apenas disponemos de hora y media antes de subirnos a la Sala Nueva a escuchar a Aure, así que después de acomodarnos y cambiarnos de sitio buscando comodidad y el mayor silencio (esto último, más difícil, porque es una sala tan grande que reverbera el sonido), alejándonos de la barra comenzamos la lectura de los textos que hemos traído.

Apunto antes de empezar a leer que podríamos hacer el comentario del relato de Richard Ford "Intimidad" que propuso Vicente. Lo dejamos para una próxima tertulia.

Entre tanto, dice Ismael que ha escrito un relato y que quizá después de que lo lea decidamos expulsarle de la Tertulia. Le animo y le digo que "hay que arriesgar".

El protagonista de su relato, Procopio, sufre un trastorno, transformándose en un rectángulo, después de utilizar los cotidianos aparatos electrónicos con pantallas cuadrangulares.

No le echamos de la Tertulia.

Paloma llega y le entrego el poemario en el que está trabajando que he revisado y al que le he hecho algunos comentarios y correcciones. Trae el libro "Infidelidad", de Kureishi, que ya ha leído y lo entrega, si no recuerdo mal a Juan Antonio. Cuando él lo acabe lo entregará a otro compañero de Tertulia. La idea es que todos lo leamos y dejemos una frase al final que resuma nuestra impresión.

Lee Cristina un poema largo "Puertas", con buen ritmo y repleto de bellas imágenes con verso que se repite "si acepto...". Se lo elogiamos y le comento la posibilidad de cerrar el poema recuperando la idea del "si acepto" de nuevo al final.

Llega Feli, nos alegra mucho su presencia. Activa participante de la Tertulia a través del correo electrónico, no acude demasiado a la reunión de los miércoles por cuestiones de horario laboral.

Aure, que nos dice que se ha puesto para la presentación "el traje de las bodas, de los entierros y las lecturas" recuerda que la exposición de "Poesario" que hicimos en julio de 2010 podríamos exponerla en algún lugar más e invita a los nuevos compañeros de Tertulia a crear su pieza para la exposición. Lo tendremos en cuenta. Este año podríamos proponernos exponerla de nuevo.

Rocío nos lee un "poelato", un relato de tono poético: "Deshacerse en letras". Una carta de amor que escribe una mujer. Preciosa historia.

María Juristo nos mantiene la emoción de la anterior lectura al leernos su poema "Trombas". María es una poeta de lo abstracto. Nos conduce al descubrimiento de la nada a través del oleaje, del mar.

Juan nos lee un relato: "Paquistaníes 93". Ya estamos casi pidiendo la cuenta para subir a escuchar a Aure (él ya se ha subido, nos decía que estaba nervioso).
Paquistaníes nos habla de los cambios que sufrió la enseñanza a principios de los 90, del inmovilismo, de la tradición en las aulas.

Cerramos lectura con un poema que comparte con nosotros Paloma. Está escribiendo mucho en estos meses. Mucho y bien. Nos alegra de veras.

Nos subimos a la Sala Nueva ya.

Junto al autor participarán en la presentación Fernando Domenech, José María Herranz y Alfredo Piquer. Los tres le hacen una presentación certera, iluminada, merecida. El libro "Contra Domene" lo ha editado el Instituto de Estudios Almerienses. La sala está llena, se queda gente de pie escuchando al poeta.

Hemos cerrado un día de Tertulia con los poemas de Aureliano Cañadas. No podíamos pensar un mejor final.

El próximo miércoles regresamos al Ruiz.

Javier Díaz Gil
30 de octubre de 2010

martes, 26 de octubre de 2010

2ª Jornada/IV Año: Miércoles, 13 de octubre de 2010

El bombardeo de Almeria, 31 de mayo de 1937


Domene es un poeta. El problema es que es miércoles. Javier dice: Id enlazando las imágenes ¿Qué tal el verano? La promesa de una operación que le salve de la epilepsia ¡Qué bien se está en Galicia! Tu poema es maravilloso y pesimista. En realidad el conflicto ya ha pasado. Mi padre es de Alepo. Ya está ¿no corregimos más? Su cara de niña sigue teniendo diez años, se ha parado el reloj. Me han toreado los del Círculo. Lady Noise montaba una escandalera cuando alguien empezaba a leer. Llevad la invitación para que no os cobren el euro. La mía no tiene sello. Los alemanes fueron unos cabrones. Esa guerra era beligerante. El tiempo vencido por la belleza y la esperanza. Un hombre tenía miedo de los ríos, el agua crecía en su cuerpo, se resistía a volverse loco con la boca llena de dientes. Nadie es capaz de conjurar el hechizo. A través de una cortina de lluvia el destino empezó a temblar y todo fue barro. La primera persona es mejor para el miedo. No pienses en un elefante. Mi libro no hace más que moverse. Celeste canta bajito.
Javier, Rocío, Ismael, Aure, Vicente, Ana, Celeste y yo.


Paloma Sánchez López
16 de octubre de 2010


jueves, 14 de octubre de 2010

1ª Jornada/IV Año: Miércoles, 6 de octubre de 2010


De oficio: Bitacorero


Uno de los primeros verbos que tú aprendías en aquella clase para niños grandes era el de “Bitacorear”. Yo bitacoreo, tú bitacoreas, él bitacorea... Bitacorear o contar lo que allí había pasado.

Uno de los primeros adjetivos que aprendías después, en aquella clase o reunión o como quisieras llamarlo, y sin que nadie te lo enseñara, era el adjetivo “imposible”.

Porque bitacorear era prácticamente imposible. Por más que quisieras, que tomaras notas, que intentaras estar atento a mil y una pequeñas conversaciones terminabas con la maldita e íntima sensación de que bitacorear aquello iba a ser imposible.

Aún así después te esforzabas por encontrar una forma, un camino, un modo más o menos coherente de intentar contar lo que allí había pasado... Imposible. Al final siempre veías que era imposible. Lo contaras como lo contaras, del derecho, del revés, por el final o el principio, siempre te olvidarías de algo. Te olvidarías seguro. Pues tanto era lo que allí se conversaba, se leía, se escuchaba, se compartía que ¿quién podía atraparlo?

Así que un poco atropelladamente, dejándote llevar más por las sensaciones que por las palabras, más por las caras y por las expresiones que por los nombres, intentabas atrapar al vuelo la esencia de aquella clase para niños grandes que ellos, un poco pomposamente, llamaban “tertulia Rascamán”. Cosas de niños...

Comenzaba un nuevo curso en el Café Ruiz. Los mismos camareros, las mismas mesas, el mismo rincón, pero alguna que otra cara nueva entre los niños grandes. Caras nuevas y muy puntuales. Qué gusto. María, Juan Antonio, Cristina y Celeste. Alguna que otra cara familiar: Luis. Y bastantes de los de siempre: Celia, Aureliano, Ismael, Rocío, Javier, David, Paloma, Carmen, Vicente... Díos mío bitacorero que no se te olvide nadie. ¿Contaron catorce? Entonces creo que sí, que no se nos olvidó nadie.

Como cuando eran pequeños y llevaban caramelos si había sido algún cumpleaños, los niños grandes seguían llevando regalos, qué buena tradición, regalos de viajes exóticos desenvueltos en chocolatinas negras y verdes de hoja de coca, o sucedáneos de aquellos lejanos caramelos, pero ahora también de coca. Antídotos contra el mal de la altura en las palabras. Antídotos contra los versos que dan vértigo, contra los relatos que provocan desasosiego y adición.

Primera tertulia de octubre de 2010. En las dos mesas de mármol se amontonaban y se confundían los cafés con los caramelos, las chocolatinas con las cervezas, los cuadernos con las ganas de leer.

Parecía que los niños grandes habían hecho sus deberes de vacaciones “Santillana” y querían compartirlos ya con el resto. Venga, el tiempo apremia, que somos muchos a leer... Luis y su relato de “Daños Colaterales”, Luis a quién le van a publicar en la Diputación de Almería sus cuentos bajo el humilde título de “Cuentos del Pintor”. ¡Ay quién llegara a sus años, piensas, con esas ganas de crear...!

Pero estás bitacoreando y no sabes cómo ni por qué pero ahora los niños grandes nerviosos, habladores, están con los “triunfitos” aquellos jóvenes cantantes, cuya primera edición fue la más famosa. Sin darte cuenta han invitado a la tertulia Rascamán a Bisbal, a Bustamante, a Rosa... “Aunque Rosa no ha tenido tanta fama...” “Hay una persecución a los granadinos...” “Pero desde hace unos cuántos siglos ya...” dice otro. Los niños grandes traen también su humor, el bendito humor que distiende y ameniza las más serias veladas rascamanianas. ¿Ah pero las hay serias...? SShhh calla que nadie se había dado cuenta... Aunque lo bueno de los niños grandes es que tras una digresión vuelven solos a los temas principales: “Sería conveniente mantener en el relato el lenguaje más propio de la época, el lenguaje que se hablaba en la Guerra Civil...” Sí, siguen hablando de los “Daños Colaterales” de Luis, ese relato ficticio sobre un hecho real, ese relato con humor, casi negro. No te preocupes ya puedes seguir bitacorendo, han vuelto al redil... ¿Pero por cuánto tiempo?

A Luis le sigue Ismael, el de la doble enhorabuena, el granadino que tiene tantos cambios vitales en el 2010, y lee “Ex República de Manuel Gutiérrez”. Casi inmediatamente el niño Javier está hablando del libro que acaba de comenzar: “España, aparta de mí estos premios” de Fernando Iwasaki. Interesante. Dice que ya irá contando según lo lea, pero mientras, desvela sus últimos poemas. Porque los niños grandes juegan a hacer poemas, y juegan muy bien. Le robas uno y lo echas también a la cartera elástica e inmensa de la bitácora:

De profundis:

Desde
lo más
profundo
te lo pido.

Si no piensas
en mí.

Desaparezco.

Pero cuidado que ya es otro quién habla. Ahora será el niño Aureliano el que echa sus cartas: “No añores algún rayo de luz que te transporte al confín del espacio...” El niño grande Aureliano es uno de los aventajados de la clase, el día 27 tiene una lectura en el Círculo de Bellas Artes, donde leerá versos tan bellos como el que también echaste la cartera: “Lengua de azúcar quemada por mi lengua”. ¿Acaso no es sugerente? Piensas. Te gusta, lo saboreas, aún meditas sobre él.

Mientras tanto ha llegado Paloma, una de las niñas grandes más revoltosas y habladoras de la clase. Parece que echa un soplo de vitalidad en cuánto llega sobre todos, para inmediatamente mecerles con esa forma tan musical que tiene de leer uno de sus poemas, como si lo desgranara en el aire. Es lo que tiene la clase de niños grandes, el que llega como prólogo pasa a ser epílogo y el que era epílogo pasa a ser prólogo. “En los ojos, en la boca las arrugas de la risa...” Lo sientes, pero como tú bitacoreas, tú eliges el verso que más te gusta... Los niños grandes sois así. Pero aunque vertiginosamente lo copias y lo echas a la cartera de la bitácora, aún dudas si deberías elegir otro: “Si escucharas mis poemas no podrías separarte de mí”. Porque casi te gusta más éste. Sí a ti te gusta más. Definitivamente éste.

Pero atento, no te despistes bitacorero, que llega Celia, más silenciosa, con la voz más baja, pero igualmente rotunda en sus poemas. “Diapausa” . Sí es un título sugerente. “Lo hice con las manos otra vez de un niño...” Y con aquellas enumeraciones que le daban ritmo al poema... Pero no acabas de escucharlo, de pensar ¿qué copias de él? cuando ya la sigue María, una de las niñas grandes nuevas, y habla del mar y lee un poema sobre el Atlántico: “Un velo de sombras se cierne sobre el agua, se adentra silenciosa en el abismo...”. Y no pares de copiar bitacorero, no pares de tomar nota, no hay tregua para los de tu oficio, que ya está Juan Antonio, otro de los niños grandes nuevos, enfrascado en un relato que traía bajo el brazo: “Hoy tengo algunas dudas escritas en mi pantalla...” Un relato, que venía muy bien para cambiar de música tras tanto verso...

Pero es la primera clase después del verano y hay tanto por comentar, tanto que contar, que compartir... “Ya me he leído “Intimidad” de Hanif Kureishi y me ha encantado...” “¿Sí? Pues me sorprende porque parece que está escrito desde un punto de vista masculino...” “¿Masculino? Pues a mí me ha encantado...?” “Intimidad” es un libro colectivo que los niños grandes se van pasando de uno a otro. Cuando lo leen, escogen una frase y la escriben la final del libro. Así se sabrá cuántos lo han leído y qué les ha llamado más la atención... No te olvides de tomar nota, venga date prisa, apunta que ya se lo ha leído otro.

Le toca el turno a Celeste, nueva también, poeta también... ¿Se nos estará desnivelando la clase hacia el verso? ¡Relatistas! ¡Que nos pueden...! Y comienza a leernos sus poemas... Javier, opina que es un romance... Ella contesta que quiere expresar lo que siente dejándolo fluir... ¡Ay bitacorero que se te desmandan! Porque al final todos los niños grandes se revuelven y comienzan a hablar entre ellos sobre lo importante o no que es ajustarse a la técnica, sobre si hay que empaparse de la tradición, romper con ella... ¿Pero qué dicen? ¿Qué dicen aquellos de allá? ¿Y éstos, éstos por donde van...? Cinco, seis, siete conversaciones se entremezclan, chocan, estallan en el aire, salpican la tertulia de opiniones...

¿No os dije que uno de los primeros verbos que uno aprendía en aquella clase para niños grandes era el de “Bitacorear”? Yo bitacoreo, tu bitacoreas, él bitacorea... Bitacorear consistía en contar lo que allí había pasado.

¿No os dije que uno de los primeros adjetivos que uno aprendía después, en aquella clase para niños grandes, era el de “imposible”? Sobre todo si primero te había tocado declinar el de “bitacorear”.

Bitacorear hay momentos en que se vuelve imposible. Los niños grandes están revueltos, están deseosos de leer, de comentar, de hablar, de escucharse, de dar su opinión, de discutir, de conversar, de... Porfavor, porfavor, porfavor... ¿Qué andan diciendo? Trece voces en el aire y a la vez, tú eres el único que pareces estar callado. ¿Cómo vas a escribir esta bitácora? Te faltan bolígrafos para cazar tanta palabra en el aire, para aplastarlas contra el papel.

Pero no te abrumas, no te descuides, no te lo pierdas bitacorero, estate atento que de pronto Vicente, el niño grande Vicente, nos habla de... ¡Carver! Y entonces piensas que hay cosas que no cambian, que si Vicente sigue “carverizándonos” no está todo perdido... Seguimos siendo los mismos. Y el bitacoreador de turno, o sea tú, suelta el bolígrafo y se recrea en la contemplación. Sí. Te olvidas de escribir y te recreas en mirarlos, te centras en el placer de solo estar ahí, mirando a los niños grandes, escuchándolos, empapándote de sus palabras, de sus ganas de hablar de literatura... Y para eso estamos aquí ¿No? Te dices. Y te relajas y disfrutas de su compañía... ¿Bitacorear? Ya me preocuparé de eso mañana...

Además después Vicente te pide prestada la voz, y quiere que leas su relato “Cenizas” en voz alta. Y poco a poco lo vas leyendo. Y después del verano recuerdas lo que es leer en voz alta. El placer de leer. Que no tiene nada que ver con el de escribir. Que ese placer ya lo buscarás otra semana. Esta no, esta te ha tocado bitacorear.

Y bitacorear, bitacorear era el primer verbo que uno aprendía en aquella clase de niños grandes. Y después, después aprendías un adjetivo: imposible. Porque qué difícil era bitacorear aquellas tertulias tan llenas de vida y literatura, qué difícil y cuánto te costaba hacerlo ¿Lo recuerdas? Pues era por aquel entonces, en octubre, cuando ya otoñaba aquel 2010.


Rocío Díaz Gómez
10 de octubre de 2010